DECÁLOGO PARA LA VIDA
1.-Valora y respeta la vida.
Tanto la tuya como la ajena, todas tienen una razón de ser, aunque no tengamos acceso a descubrir el por qué de cada una.
2.- Mantén una conducta ética constante.
Esto implica en consonancia con la naturaleza y el universo. Recuerda que todo es como un organismo del cual somos como células. Y el mal ejemplo es lo que más rápidamente se detecta e imita. A nadie le agradaría ser acusado y recordado como la gota de veneno que corrompió a todo un vaso.
3.- Sé tú mismo a pesar de las modas y costumbres.
Porque las modas y costumbres son cambiantes y, muchas de ellas, impuestas caprichosamente para distinguir y reconocer a los que actúan con mentalidad de rebaño. Respétalas, pero no te vuelvas rebaño. Cada quien tiene derecho a ser diferente, según su gusto y preferencias. Y la diferencia, la búsqueda de alternativas, es lo que hace a los grandes avances; a pesar de la infinidad de fracasos que pueda conllevar.
4.- Humildad es la madre de la sabiduría.
Porque es la que nos permite darnos cuenta de errores y oír sugerencias, respecto de posibles desvíos. También la que facilita la comunicación entre los seres y, mediante la misma, que más fácilmente nos compartan su saber y experiencia.
5.- Paciencia, porque es la hermana de la sabiduría.
Ella permite la objetividad y constancias necesarias para limpiar y pulir el saber que, cual diamante embarrado, aflora en casi toda experiencia o situación. Además, recuerda que su ausencia conduce a arrebatos e imprudencias; que además de hacer perder tiempo, pueden ocasionar daños terriblemente irreparables.
6.- El desapego es el padre de la objetividad. El apego, es el padre de las más pesadas cargas y dolores por pérdidas.
Las cosas materiales van y vienen o se transforman. Lo que vive, algún día muere. Lo único que permanece y puedes acumular más allá de la vida física, es el conocimiento y la experiencia. Pero estos últimos no puedes lograrlos si estás obnubilado por emociones. Esto no significa que no sientas ni te emociones. Significa que no te dejes dominar por las mismas, al punto de perder la objetividad cuando más necesaria sea.
7.- ¡Ánimo!
Que las más grandes obras son las que más tiempo y esfuerzos requieren. Mantén siempre el ánimo alto, porque “se atrae lo que se emana” y, de este modo, estarás facilitando a las fuerzas del universo a colaborar en tu causa, aunque no lo parezca ni se note.
8.- Aprende a escuchar y contener.
Aunque parezca una pérdida de tiempo; el agradecimiento tácito de quien necesita ser oído o contenido, es como una significativa moneda que se acumula en el bolsillo del alma y ¡nunca se sabe cuándo se necesitará!
9.- Confianza y prudencia.
Nunca desconfíes por demás, de quienes no te hayan dado motivos, porque estarás lastimando innecesariamente. Confía siempre en que hay fuerzas imperceptibles e inteligentes que rigen sobre el universo supervisando toda acción y reacción. Denomínale Dios, si así lo prefieres. Pero tampoco caigas en estúpidas imprudencias; porque se espera de ti una actitud coherente: Bondadosa y confiada, pero dentro de límites lógicos. Dios actúa como sobre la fuerza de la inercia, colaborando o desviando, según circunstancias; pero no esperes a los milagros por sí solos.
10.- Agradece.
No sólo por lo que recibas; también por lo que tienes y conservas, así sea tan sólo la vida. Porque nacimos para progresar aprendiendo. ¿Cuánto podemos aprender y recordar, de aquello que no implicó esfuerzos o sufrimientos? Los seres humanos tenemos la debilidad de no apreciar lo que no hemos anhelado intensamente o hasta que lo perdemos. De este modo, hasta lo que padecemos, debiéramos agradecer por ser motivo de aprender a apreciar lo opuesto.
Recuerda siempre:
La vida es una escuela y, al terminar ésta; lo que importará serán las notas, puntuación o monedas espirituales obtenidas por el alma en las cosas u obras que los demás nos hayan calificado.
Lo demás, puede ser muy útil y cómodo, pero secundario. Porque está sujeto siempre a ser perdido por las vueltas de la vida; así sea en cataclismos o circunstancias inesperadas. Y jamás servirán más allá de la vida material a nuestro inmortal espíritu.
Por eso, no desesperes ni te desvivas por objetivos materiales. Sobre todo, no te perviertas o corrompas por ellos. Porque un mal acto, así como puede generar beneficio en el momento, resta en los valores de nuestra parte inmortal: La espiritual. ¿Y qué son unas décadas de vida, comparadas con los milenios?
Si logras mantenerte con esta actitud, lograrás lo que toda religión y doctrina filosófica predica: Aprenderás a AMAR de verdad y, así, a no temer la muerte, por la certeza de vivir una vida plena y como es debido.
Recopilación de sabiduría antigua.
1.-Valora y respeta la vida.
Tanto la tuya como la ajena, todas tienen una razón de ser, aunque no tengamos acceso a descubrir el por qué de cada una.
2.- Mantén una conducta ética constante.
Esto implica en consonancia con la naturaleza y el universo. Recuerda que todo es como un organismo del cual somos como células. Y el mal ejemplo es lo que más rápidamente se detecta e imita. A nadie le agradaría ser acusado y recordado como la gota de veneno que corrompió a todo un vaso.
3.- Sé tú mismo a pesar de las modas y costumbres.
Porque las modas y costumbres son cambiantes y, muchas de ellas, impuestas caprichosamente para distinguir y reconocer a los que actúan con mentalidad de rebaño. Respétalas, pero no te vuelvas rebaño. Cada quien tiene derecho a ser diferente, según su gusto y preferencias. Y la diferencia, la búsqueda de alternativas, es lo que hace a los grandes avances; a pesar de la infinidad de fracasos que pueda conllevar.
4.- Humildad es la madre de la sabiduría.
Porque es la que nos permite darnos cuenta de errores y oír sugerencias, respecto de posibles desvíos. También la que facilita la comunicación entre los seres y, mediante la misma, que más fácilmente nos compartan su saber y experiencia.
5.- Paciencia, porque es la hermana de la sabiduría.
Ella permite la objetividad y constancias necesarias para limpiar y pulir el saber que, cual diamante embarrado, aflora en casi toda experiencia o situación. Además, recuerda que su ausencia conduce a arrebatos e imprudencias; que además de hacer perder tiempo, pueden ocasionar daños terriblemente irreparables.
6.- El desapego es el padre de la objetividad. El apego, es el padre de las más pesadas cargas y dolores por pérdidas.
Las cosas materiales van y vienen o se transforman. Lo que vive, algún día muere. Lo único que permanece y puedes acumular más allá de la vida física, es el conocimiento y la experiencia. Pero estos últimos no puedes lograrlos si estás obnubilado por emociones. Esto no significa que no sientas ni te emociones. Significa que no te dejes dominar por las mismas, al punto de perder la objetividad cuando más necesaria sea.
7.- ¡Ánimo!
Que las más grandes obras son las que más tiempo y esfuerzos requieren. Mantén siempre el ánimo alto, porque “se atrae lo que se emana” y, de este modo, estarás facilitando a las fuerzas del universo a colaborar en tu causa, aunque no lo parezca ni se note.
8.- Aprende a escuchar y contener.
Aunque parezca una pérdida de tiempo; el agradecimiento tácito de quien necesita ser oído o contenido, es como una significativa moneda que se acumula en el bolsillo del alma y ¡nunca se sabe cuándo se necesitará!
9.- Confianza y prudencia.
Nunca desconfíes por demás, de quienes no te hayan dado motivos, porque estarás lastimando innecesariamente. Confía siempre en que hay fuerzas imperceptibles e inteligentes que rigen sobre el universo supervisando toda acción y reacción. Denomínale Dios, si así lo prefieres. Pero tampoco caigas en estúpidas imprudencias; porque se espera de ti una actitud coherente: Bondadosa y confiada, pero dentro de límites lógicos. Dios actúa como sobre la fuerza de la inercia, colaborando o desviando, según circunstancias; pero no esperes a los milagros por sí solos.
10.- Agradece.
No sólo por lo que recibas; también por lo que tienes y conservas, así sea tan sólo la vida. Porque nacimos para progresar aprendiendo. ¿Cuánto podemos aprender y recordar, de aquello que no implicó esfuerzos o sufrimientos? Los seres humanos tenemos la debilidad de no apreciar lo que no hemos anhelado intensamente o hasta que lo perdemos. De este modo, hasta lo que padecemos, debiéramos agradecer por ser motivo de aprender a apreciar lo opuesto.
Recuerda siempre:
La vida es una escuela y, al terminar ésta; lo que importará serán las notas, puntuación o monedas espirituales obtenidas por el alma en las cosas u obras que los demás nos hayan calificado.
Lo demás, puede ser muy útil y cómodo, pero secundario. Porque está sujeto siempre a ser perdido por las vueltas de la vida; así sea en cataclismos o circunstancias inesperadas. Y jamás servirán más allá de la vida material a nuestro inmortal espíritu.
Por eso, no desesperes ni te desvivas por objetivos materiales. Sobre todo, no te perviertas o corrompas por ellos. Porque un mal acto, así como puede generar beneficio en el momento, resta en los valores de nuestra parte inmortal: La espiritual. ¿Y qué son unas décadas de vida, comparadas con los milenios?
Si logras mantenerte con esta actitud, lograrás lo que toda religión y doctrina filosófica predica: Aprenderás a AMAR de verdad y, así, a no temer la muerte, por la certeza de vivir una vida plena y como es debido.
Recopilación de sabiduría antigua.