¿Qué conviene decirles y qué no a los chicos cuando empiezan a manejarse solos por la calle?
Las madres crecemos junto a nuestros hijos. Con cada estirón que pegan, tenemos que readaptar nuestro rol, aprender a pararnos de otra manera frente a ellos, responder a sus nuevas necesidades e inquietudes.
Hay un momento, incluso, que podemos situar entre los 11 y 14 años, en el que el desafío que se nos presenta es el de “aprender a soltarlos”.
Ya no podemos seguir saliendo a la cancha con ellos en cada partido: “¡están grandes!”. Se impone entonces creer en el trabajo realizado y seguirlos de cerca como buenos DT: dando el consejo justo y estimulando al mismo tiempo su autoestima.
La teoría, clarísima. Pero ¿cómo hacemos para no morir de angustia en el intento? Sobre todo cuando la inseguridad acecha en cada esquina y nosotros los creemos tan vulnerables e inexpertos. ¿Cómo abandonar la marcación cuerpo a cuerpo? ¿Cómo disimular nuestros miedos? ¿Cómo medir las palabras?
A continuación, tres frases que las madres de preadolescentes no debemos pronunciar si no queremos empezar mal esta difícil etapa que se avecina:
- “No estás listo para viajar solo en colectivo; ni siquiera sabés dónde estás parado”. Si realmente creemos que corren riesgo de perderse, enseñémosles a ubicarse; mostrémosles alternativas de recorridos para realizar y que ellos elijan cuál prefieren hacer.
- “¿Cómo vas a salir con esos chicos si no los conozco ni a ellos ni a sus padres?”. Si realmente nos parece que tenemos que supervisar sus relaciones, una buena propuesta puede ser incentivar una reunión informal en casa con sus nuevos amigos (pizza, películas, juegos con consolas). Sin duda, será una excelente ocasión para conocerlos.
- “No hables con extraños que es peligroso”. Un imposible si pretendemos que nuestro hijo no sea “autista” o que pueda solucionar un problema que se le pueda presentar en la calle, consultando o pidiendo ayuda. Mejor es aconsejarlo sobre quiénes sí son los que le pueden dar una mano en la vía pública (por ejemplo, preguntar en un negocio, a una señora con un niño, a alguien cuya apariencia les dé confianza…).
Ahora, y para ir por la positiva, algunos dichos que sí está bien que repitamos:
- “Llamame cuando llegues o estés por salir”. Una forma de saber que está en tránsito y poder establecer los horarios con los que se está manejando.
- “Si te quieren robar, entregales lo que te pidan, no te resistas”. Explicarles cuál es el verdadero valor de las cosas y dejarles en claro que nadie los retará si “pierden” algo de valor (lo ideal es que nada de lo que lleven sea demasiado caro).
- “Tratá de andar acompañado por la calle”. Siempre es mejor que se muevan en grupo, sobre todo si es de noche o la zona por la que tienen que transitar, intimida.
Por Adriana Balaguer
Las madres crecemos junto a nuestros hijos. Con cada estirón que pegan, tenemos que readaptar nuestro rol, aprender a pararnos de otra manera frente a ellos, responder a sus nuevas necesidades e inquietudes.
Hay un momento, incluso, que podemos situar entre los 11 y 14 años, en el que el desafío que se nos presenta es el de “aprender a soltarlos”.
Ya no podemos seguir saliendo a la cancha con ellos en cada partido: “¡están grandes!”. Se impone entonces creer en el trabajo realizado y seguirlos de cerca como buenos DT: dando el consejo justo y estimulando al mismo tiempo su autoestima.
La teoría, clarísima. Pero ¿cómo hacemos para no morir de angustia en el intento? Sobre todo cuando la inseguridad acecha en cada esquina y nosotros los creemos tan vulnerables e inexpertos. ¿Cómo abandonar la marcación cuerpo a cuerpo? ¿Cómo disimular nuestros miedos? ¿Cómo medir las palabras?
A continuación, tres frases que las madres de preadolescentes no debemos pronunciar si no queremos empezar mal esta difícil etapa que se avecina:
- “No estás listo para viajar solo en colectivo; ni siquiera sabés dónde estás parado”. Si realmente creemos que corren riesgo de perderse, enseñémosles a ubicarse; mostrémosles alternativas de recorridos para realizar y que ellos elijan cuál prefieren hacer.
- “¿Cómo vas a salir con esos chicos si no los conozco ni a ellos ni a sus padres?”. Si realmente nos parece que tenemos que supervisar sus relaciones, una buena propuesta puede ser incentivar una reunión informal en casa con sus nuevos amigos (pizza, películas, juegos con consolas). Sin duda, será una excelente ocasión para conocerlos.
- “No hables con extraños que es peligroso”. Un imposible si pretendemos que nuestro hijo no sea “autista” o que pueda solucionar un problema que se le pueda presentar en la calle, consultando o pidiendo ayuda. Mejor es aconsejarlo sobre quiénes sí son los que le pueden dar una mano en la vía pública (por ejemplo, preguntar en un negocio, a una señora con un niño, a alguien cuya apariencia les dé confianza…).
Ahora, y para ir por la positiva, algunos dichos que sí está bien que repitamos:
- “Llamame cuando llegues o estés por salir”. Una forma de saber que está en tránsito y poder establecer los horarios con los que se está manejando.
- “Si te quieren robar, entregales lo que te pidan, no te resistas”. Explicarles cuál es el verdadero valor de las cosas y dejarles en claro que nadie los retará si “pierden” algo de valor (lo ideal es que nada de lo que lleven sea demasiado caro).
- “Tratá de andar acompañado por la calle”. Siempre es mejor que se muevan en grupo, sobre todo si es de noche o la zona por la que tienen que transitar, intimida.
Por Adriana Balaguer