Quien más y quien menos habrá escuchado en más de una ocasión canciones presuntamente románticas cuyo mensaje resulta tan equívoco como peligroso: “No puedo vivir sin ti”. “Sin ti no soy nada”. “Sin ti nada tiene sentido”. Estas frases que, en la forma, pueden conmover y sugerir un amor tan incondicional como admirable, en el fondo encierran un planteamiento adictivo y enfermizo que, en términos psicológicos, se conoce como codependencia.
Entender y superar la codependencia
Es innegable que la codependencia tiene más que ver con una obsesión que con el amor incondicional. De hecho, la palabra incondicional ya denota en sí misma una tendencia a ser codependiente. Prescindir de los límites en cualquier ámbito de la conducta es tanto como dejar abiertas las puertas a toda una serie de problemas que más pronto o más tarde acaban quedando fuera de control.
La familia disfuncional, caracterizada por problemas de alcoholismo, abusos sexuales, malos tratos o violencia de género, entre otros, es el caldo de cultivo para muchos de los problemas que se manifestarán a lo largo de la vida. En este entorno se transfieren los conflictos familiares no reconocidos ni enfrentados y, por tanto, no resueltos, que una vez en la etapa adulta quedarán interiorizados, degenerando en comportamientos que pretenden infructuosamente dar una respuesta adecuada a una situación actual. Dicho en un lenguaje más coloquial; se pretende dar solución a lo que no se pudo resolver en el pasado. Para ello, el codependiente escoge personas problemáticas con el objeto de “arreglarles” la vida. En este punto surgen dos situaciones altamente nocivas; la primera es que la persona en cuestión no tenga el menor interés en ser “arreglada”, y en segundo lugar, y no por obvio menos importante, quien debe empezar por solucionar sus problemas es el propio codependiente.
Codependencia emocional en la familia
Todo ser humano llega al mundo con la necesidad inherente de recibir amor; una tarea que se debería llevar a cabo de forma natural desde el entorno familiar. Pero no siempre este metafórico recipiente es llenado con el amor necesario. Las disfunciones propias de cada familia impiden que esta cuestión tan determinante para el futuro del individuo se desarrolle del modo adecuado.
Difícilmente puede alguien dar lo que no ha recibido, así pues, cuando los progenitores carecieron de este recipiente lleno de amor, es fácil entender que no pudieron transmitírselo a su descendencia. Esta situación desemboca en un ciclo generacional que sin el reconocimiento del problema y sin ayuda externa, cuenta con pocas posibilidades de encontrar una salida satisfactoria.
Codependencia; sintomas de una adicción
Uno de los síntomas más característicos de la codependencia es el compromiso más allá de lo razonable, y siempre con la particularidad de no ser correspondido. La propia autoexigencia imposibilita la reciprocidad que sería de esperar en cualquier relación sana. No sólo se manifiesta en las relaciones de pareja; en general existe una evidente predisposición a solucionar los problemas de todo el mundo, exceptuando de los propios, que se eluden sistemáticamente. El peso de la responsabilidad sobre los actos que pertenecen a otros se asume como propio. La persona codependiente suele estar obsesionada por complacer a cualquier precio. Sus sentimientos verdaderos apenas existen, sus proyectos personales se supeditan a las necesidades de otros y se culpabiliza de todo aquello que sale mal.
Tratamiento de la codependencia
El reconocimiento y el análisis del problema conforman el binomio idóneo para retomar con garantías de éxito el camino que, en la infancia, quedara cortocircuitado a expensas de las necesidades perniciosas del ente familiar.
Autoconfianza, optimismo, perseverancia, introspección para reconocerse sin temor y objetividad para reconocer a los demás, son algunas de las claves para una vida alejada de la codependencia.