Al principio, vemos la relación como un juego, una experiencia. Algunas veces sabemos que es casado y otras lo imaginamos, disfrutamos sin pensar en el futuro centrando la atención en el tiempo presente.
Poco a poco esos momentos robados, los encuentros furtivos, ya no resultan suficientes. Queremos saber qué somos, a dónde nos dirigimos y exigimos más tiempo. El casado está de acuerdo, le gustaría darnos lo que pedimos porque nos ama. Pero su casa e hijos le demandan, se siente atrapado.
En ese momento, por lógica, debiéramos terminar la relación. Pero eso no sucede porque:
- Sentimos que somos “la especial”;
- Creemos en este mundo propio, único e irrepetible con el otro:
- Pensamos que el destino nos ha unido en una situación adversa, y son estos obstáculos a sortear los que validan la relación y nuestro amor;
- Creemos que si no existiera la esposa, sería nuestro al 100%;
- Sentimos su amor y es la esposa el enemigo a vencer; convertimos su problemática en nuestro estandarte de lucha.
Con las creencias antes descritas, podemos vivir en paz como amantes, hasta que se presenta la otra parte de la realidad: es casado y su familia nos coloca en segundo lugar.
Si decides salirte de la relación:
- Dile a tu amante que mereces ser la primera y que cuando se divorcie, te busque;
- Mantente firme pensando ¿qué merezco de una relación de pareja?;
- Todas tus ideas, creatividad y amor que invertiste en que dejara a la esposa, inviértelas en ti, en tu entorno social, laboral y familiar.
- Recuerda que tu decisión no te exime del dolor que sentirás. Te va a doler. Llóralo y luego sigue adelante, busca a tus amigas, inscríbete en nuevas actividades.
- Si regresa a ti con una nueva propuesta de cambio de estatus en la relación, considérala. Si no propone nada nuevo, piensa que tu posición siempre va a ser de amante.
Tomado de la página de Belleza y Salud de Utilisima
Poco a poco esos momentos robados, los encuentros furtivos, ya no resultan suficientes. Queremos saber qué somos, a dónde nos dirigimos y exigimos más tiempo. El casado está de acuerdo, le gustaría darnos lo que pedimos porque nos ama. Pero su casa e hijos le demandan, se siente atrapado.
En ese momento, por lógica, debiéramos terminar la relación. Pero eso no sucede porque:
- Sentimos que somos “la especial”;
- Creemos en este mundo propio, único e irrepetible con el otro:
- Pensamos que el destino nos ha unido en una situación adversa, y son estos obstáculos a sortear los que validan la relación y nuestro amor;
- Creemos que si no existiera la esposa, sería nuestro al 100%;
- Sentimos su amor y es la esposa el enemigo a vencer; convertimos su problemática en nuestro estandarte de lucha.
Con las creencias antes descritas, podemos vivir en paz como amantes, hasta que se presenta la otra parte de la realidad: es casado y su familia nos coloca en segundo lugar.
Si decides salirte de la relación:
- Dile a tu amante que mereces ser la primera y que cuando se divorcie, te busque;
- Mantente firme pensando ¿qué merezco de una relación de pareja?;
- Todas tus ideas, creatividad y amor que invertiste en que dejara a la esposa, inviértelas en ti, en tu entorno social, laboral y familiar.
- Recuerda que tu decisión no te exime del dolor que sentirás. Te va a doler. Llóralo y luego sigue adelante, busca a tus amigas, inscríbete en nuevas actividades.
- Si regresa a ti con una nueva propuesta de cambio de estatus en la relación, considérala. Si no propone nada nuevo, piensa que tu posición siempre va a ser de amante.
Tomado de la página de Belleza y Salud de Utilisima