Apenas se casaron, a ella le resultaba sexy y varonil su pasión por el futbol. Sus reuniones con amigos reflejaban lo querido y valorado que era. A él le parecían curiosas y hasta divertidas sus interminables recorridas por el shopping o las visitas inesperadas de sus amigas con románticas historias a cuesta.
Pero el tiempo pasó, las rutinas se instalaron y aquello que a los veintipico los seducía, hoy, años más tarde, puede resultar no tan seductor. Es una realidad, las parejas que cuentan con muchos años de convivencia atraviesan momentos cruciales de sus vidas, crisis que no siempre, como generalmente se cree, tiene que estar ligada a una infidelidad. Lo fundamental es no entrar en pánico. Muchas veces las dificultades refuerzan la pareja y la hacen evolucionar.
Pero, ¿por qué se llega a estas crisis? ¿Qué es lo que hace que dos personas que se amaron y tuvieron hijos juntas ya no sientan lo mismo que antes? Si no es un tercero en discordia, ¿qué puede llegar a desencadenar una crisis luego de años de convivencia?
Si bien el abanico es amplio, a mi modo de ver, el generador de todas las crisis conyugales tiene que ver con haber puesto la relación en 'piloto automático'. Esto quiere decir pensar que, si alguna vez los proyectos vitales y emocionales coincidieron, eso sería para siempre. Y no es así, toda relación necesita la permanente mirada sobre el otro y el no dejar de escucharlo. Muchas veces lo que ocurre es que las parejas
vuelven a mirarse cuando cambia algo de lo que era considerado habitual: uno inicia una carrera nueva o se reinserta luego de haber criado a los hijos, o bien muere algún
pariente muy cercano. Si no existió este trabajo de mirarse y escucharse mutuamente, al volver a mirarse, se encontrarán con un extraño.
Escuchar y negociar
Lo bueno es saber que estas crisis se pueden superar. Si alguna vez pudimos hablar,
si alguna vez estuvimos de acuerdo, ¿por qué pensar que ahora no podremos congeniar otra vez?. Para salir adelante es fundamental tener en cuenta tres pasos:
1. Estar atentos a lo que me pasa a mí con la otra persona.
2. Poder comunicar con claridad lo que me sucede.
3. Estar abierto a lo que el otro me responde. Hay que tener confianza en que el diálogo es más trabajoso que el monólogo, pero es lo más eficaz para conservar la pareja.
La posibilidad de superar las crisis está íntimamente ligada a la capacidad de recontratar y poner en juego otros aspectos de la pareja. Creo importante a la hora de reformular la pareja y volver a apostar a ella, preguntarse cada tanto y a sí mismo -como un trabajo interno- para qué quiero estar con la otra persona. El para qué seguramente irá cambiando con el tiempo, pero también le dará razones más profundas que las cotidianas para seguir juntos.
Dialogar, saber escucharse, dedicarse tiempo para estar juntos o proponerse nuevos objetivos son buenas actitudes para reconstruir el amor. Las crisis conyugales no son sinónimo de divorcio, sólo es cuestión de no dejarse estar. Las crisis, conflictos o contradicciones no tienen que llevar a la ruptura: la pareja puede salir fortalecida y reiniciar un nuevo camino, siempre y cuando se mantengan los afectos. Hay crisis temporales que no necesariamente deben llevarnos a ver sólo los errores ni mucho menos ser motivo para romper el vínculo. Pensar en lo que se ha vivido y luchado juntos y en todo lo que queda por delante es un buen antídoto para contrarrestar los conflictos.
Pero el tiempo pasó, las rutinas se instalaron y aquello que a los veintipico los seducía, hoy, años más tarde, puede resultar no tan seductor. Es una realidad, las parejas que cuentan con muchos años de convivencia atraviesan momentos cruciales de sus vidas, crisis que no siempre, como generalmente se cree, tiene que estar ligada a una infidelidad. Lo fundamental es no entrar en pánico. Muchas veces las dificultades refuerzan la pareja y la hacen evolucionar.
Pero, ¿por qué se llega a estas crisis? ¿Qué es lo que hace que dos personas que se amaron y tuvieron hijos juntas ya no sientan lo mismo que antes? Si no es un tercero en discordia, ¿qué puede llegar a desencadenar una crisis luego de años de convivencia?
Si bien el abanico es amplio, a mi modo de ver, el generador de todas las crisis conyugales tiene que ver con haber puesto la relación en 'piloto automático'. Esto quiere decir pensar que, si alguna vez los proyectos vitales y emocionales coincidieron, eso sería para siempre. Y no es así, toda relación necesita la permanente mirada sobre el otro y el no dejar de escucharlo. Muchas veces lo que ocurre es que las parejas
vuelven a mirarse cuando cambia algo de lo que era considerado habitual: uno inicia una carrera nueva o se reinserta luego de haber criado a los hijos, o bien muere algún
pariente muy cercano. Si no existió este trabajo de mirarse y escucharse mutuamente, al volver a mirarse, se encontrarán con un extraño.
Escuchar y negociar
Lo bueno es saber que estas crisis se pueden superar. Si alguna vez pudimos hablar,
si alguna vez estuvimos de acuerdo, ¿por qué pensar que ahora no podremos congeniar otra vez?. Para salir adelante es fundamental tener en cuenta tres pasos:
1. Estar atentos a lo que me pasa a mí con la otra persona.
2. Poder comunicar con claridad lo que me sucede.
3. Estar abierto a lo que el otro me responde. Hay que tener confianza en que el diálogo es más trabajoso que el monólogo, pero es lo más eficaz para conservar la pareja.
La posibilidad de superar las crisis está íntimamente ligada a la capacidad de recontratar y poner en juego otros aspectos de la pareja. Creo importante a la hora de reformular la pareja y volver a apostar a ella, preguntarse cada tanto y a sí mismo -como un trabajo interno- para qué quiero estar con la otra persona. El para qué seguramente irá cambiando con el tiempo, pero también le dará razones más profundas que las cotidianas para seguir juntos.
Dialogar, saber escucharse, dedicarse tiempo para estar juntos o proponerse nuevos objetivos son buenas actitudes para reconstruir el amor. Las crisis conyugales no son sinónimo de divorcio, sólo es cuestión de no dejarse estar. Las crisis, conflictos o contradicciones no tienen que llevar a la ruptura: la pareja puede salir fortalecida y reiniciar un nuevo camino, siempre y cuando se mantengan los afectos. Hay crisis temporales que no necesariamente deben llevarnos a ver sólo los errores ni mucho menos ser motivo para romper el vínculo. Pensar en lo que se ha vivido y luchado juntos y en todo lo que queda por delante es un buen antídoto para contrarrestar los conflictos.