Llega un momento en que todas las parejas experimentan una crisis de aburrimiento. Es entonces que se recurre al lugar común: “la rutina mata el amor”. Ya, hablando en serio: ¿realmente es la rutina la que termina con el amor? Vayamos por partes.
1) Cambiar el ritmo
Nos guste o no, todos amamos nuestras rutinas porque nos hacen sentir seguros y nos dan la sensación de que las cosas están bajo control. La palabra rutina viene de ruta, camino o itinerario. La rutina es el camino que trazamos para organizar la vida cotidiana y que los días rindan para hacer lo que necesitamos. Además, nos permite establecer un ritmo de vida que también regula funciones vitales como el descanso y la alimentación.
Conforme una rutina nos ahorra recursos la vamos perfeccionando. Nos resulta tan práctica, tan cómoda, que la repetimos día tras día… hasta que caemos irremediablemente en la monotonía. Un ejemplo sencillo: aunque nos encante una canción, si la escuchamos repetidamente termina por cansarnos. Nuestra cabeza nos pide algo de variedad, un cambio de ritmo.
Los científicos afirman que cuando nuestro cerebro deja de crear rutas nuevas de pensamiento cae en una especie de letargo. Al igual que las articulaciones, va perdiendo flexibilidad y se vuelve rígido ante nuevos estímulos. Es en ese punto donde se disipa toda sorpresa ante la vida, ya nada provoca nuestra curiosidad (ni siquiera un negligé hipersexy). Nos da flojera imaginar o fantasear, nos aburrimos y dejamos de interesarnos por lo que pasa alrededor, incluyendo los problemas de nuestra pareja.
Por definición, toda ruta, todo camino tiene obstáculos. Sin embargo, para nuestro cerebro éstos no son considerados como estorbos o incomodidades sino como estímulos. En términos científicos, un cerebro sano requiere variedad y genera curiosidad. Así, los obstáculos y los retos que implica una nueva rutina son para el cerebro como el agua, el aire y la luz para una planta.
La próxima vez que tu pareja te plantee un reto o un problema, antes de sentir que las cosas van mal míralo como un estímulo para encontrar soluciones. Y cuando sientas que tu rutina (de fin de semana, por ejemplo) es perfecta, quizás es tiempo de comenzar a idear nuevos planes.
2) El mito del confort
Les propongo un ejercicio. Traten de recordar cuántas veces al día la publicidad nos presenta mensajes como “Vive el confort”, “Disfrútalo desde la comodidad de tu hogar”, “El mundo a tu alcance con un solo clic”. No sé a ustedes, pero a mí me resulta sospechosa tanta insistencia en que la felicidad está fincada en el confort.
Resulta que hasta hace unos años, el problema del aburrimiento no figuraba como una de las principales causas de separación entre las parejas. Sin embargo, en tiempos recientes se ha vuelto un problema generalizado. Es más, ahora se tiende a justificar la infidelidad diciendo que una de las partes “se aburrió” de su pareja y se fue a buscar a otra parte “eso que no tenía en casa”.
Este aburrimiento provocado por la rutina personal va de la mano del discurso aleccionador que predica que la vida debe ser confortable. A nadie le resulta cómodo que su pareja lo confronte y le diga que ya estuvo bueno de echar la hueva, que debería de participar más en la crianza de los hijos o que debería de cambiar sus hábitos de consumo a menos que quiera llevarnos a la quiebra. Pero como tendemos a relacionar la felicidad con el confort, entonces preferimos evadir la confrontación de nuestra pareja; sólo queremos “que nos dejen en paz”.
Y sí, siempre será más cómodo separarse que cambiar de actitud.
Vivir en el imperio de la comodidad hace que nuestras relaciones se vayan derechito a la mierda. Instalarnos en la rutina probada y comprobada para evadir obstáculos, adormece nuestra voluntad.
Refugiarnos en el discurso de “así soy y si no te gusta, se acabó”, es evitar ser confrontados para no cambiar. Buscar relaciones carentes de conflicto es como querer vivir en el vientre materno.
3) ¿Y dónde quedó el amor en todo esto?
Bueno, si uno no quiere ser confrontado, si uno está cómodamente convencido de que no hay necesidad de cambiar, entonces es muy válido optar por la soledad.
Lo que no se vale es responsabilizar a los demás de nuestro aburrimiento y abandonar el barco cuando la vida en pareja apenas comienza a ponerse interesante. El mundo, el ser humano y el amor nada tienen que ver con el confort: son imperfectos, cambiantes, están llenos de obstáculos. Pero están vivos y tienen gratas sorpresas para quien se atreve a descubrirlas.
Y tú, ¿estás dispuesto a descubrir lo que el amor tiene para ti?
1) Cambiar el ritmo
Nos guste o no, todos amamos nuestras rutinas porque nos hacen sentir seguros y nos dan la sensación de que las cosas están bajo control. La palabra rutina viene de ruta, camino o itinerario. La rutina es el camino que trazamos para organizar la vida cotidiana y que los días rindan para hacer lo que necesitamos. Además, nos permite establecer un ritmo de vida que también regula funciones vitales como el descanso y la alimentación.
Conforme una rutina nos ahorra recursos la vamos perfeccionando. Nos resulta tan práctica, tan cómoda, que la repetimos día tras día… hasta que caemos irremediablemente en la monotonía. Un ejemplo sencillo: aunque nos encante una canción, si la escuchamos repetidamente termina por cansarnos. Nuestra cabeza nos pide algo de variedad, un cambio de ritmo.
Los científicos afirman que cuando nuestro cerebro deja de crear rutas nuevas de pensamiento cae en una especie de letargo. Al igual que las articulaciones, va perdiendo flexibilidad y se vuelve rígido ante nuevos estímulos. Es en ese punto donde se disipa toda sorpresa ante la vida, ya nada provoca nuestra curiosidad (ni siquiera un negligé hipersexy). Nos da flojera imaginar o fantasear, nos aburrimos y dejamos de interesarnos por lo que pasa alrededor, incluyendo los problemas de nuestra pareja.
Por definición, toda ruta, todo camino tiene obstáculos. Sin embargo, para nuestro cerebro éstos no son considerados como estorbos o incomodidades sino como estímulos. En términos científicos, un cerebro sano requiere variedad y genera curiosidad. Así, los obstáculos y los retos que implica una nueva rutina son para el cerebro como el agua, el aire y la luz para una planta.
La próxima vez que tu pareja te plantee un reto o un problema, antes de sentir que las cosas van mal míralo como un estímulo para encontrar soluciones. Y cuando sientas que tu rutina (de fin de semana, por ejemplo) es perfecta, quizás es tiempo de comenzar a idear nuevos planes.
2) El mito del confort
Les propongo un ejercicio. Traten de recordar cuántas veces al día la publicidad nos presenta mensajes como “Vive el confort”, “Disfrútalo desde la comodidad de tu hogar”, “El mundo a tu alcance con un solo clic”. No sé a ustedes, pero a mí me resulta sospechosa tanta insistencia en que la felicidad está fincada en el confort.
Resulta que hasta hace unos años, el problema del aburrimiento no figuraba como una de las principales causas de separación entre las parejas. Sin embargo, en tiempos recientes se ha vuelto un problema generalizado. Es más, ahora se tiende a justificar la infidelidad diciendo que una de las partes “se aburrió” de su pareja y se fue a buscar a otra parte “eso que no tenía en casa”.
Este aburrimiento provocado por la rutina personal va de la mano del discurso aleccionador que predica que la vida debe ser confortable. A nadie le resulta cómodo que su pareja lo confronte y le diga que ya estuvo bueno de echar la hueva, que debería de participar más en la crianza de los hijos o que debería de cambiar sus hábitos de consumo a menos que quiera llevarnos a la quiebra. Pero como tendemos a relacionar la felicidad con el confort, entonces preferimos evadir la confrontación de nuestra pareja; sólo queremos “que nos dejen en paz”.
Y sí, siempre será más cómodo separarse que cambiar de actitud.
Vivir en el imperio de la comodidad hace que nuestras relaciones se vayan derechito a la mierda. Instalarnos en la rutina probada y comprobada para evadir obstáculos, adormece nuestra voluntad.
Refugiarnos en el discurso de “así soy y si no te gusta, se acabó”, es evitar ser confrontados para no cambiar. Buscar relaciones carentes de conflicto es como querer vivir en el vientre materno.
3) ¿Y dónde quedó el amor en todo esto?
Bueno, si uno no quiere ser confrontado, si uno está cómodamente convencido de que no hay necesidad de cambiar, entonces es muy válido optar por la soledad.
Lo que no se vale es responsabilizar a los demás de nuestro aburrimiento y abandonar el barco cuando la vida en pareja apenas comienza a ponerse interesante. El mundo, el ser humano y el amor nada tienen que ver con el confort: son imperfectos, cambiantes, están llenos de obstáculos. Pero están vivos y tienen gratas sorpresas para quien se atreve a descubrirlas.
Y tú, ¿estás dispuesto a descubrir lo que el amor tiene para ti?