Estamos las mujeres listas para ser o tener amantes? Por herencia cultural e histórica, la infidelidad femenina siempre ha sido mal vista. La toleramos en los hombres, pero en nosotros es impensable. Ahora las mujeres encontramos menos satisfacción en el matrimonio que los hombres, de tal modo que la fidelidad es un desafío cada vez más grande para nuestras pulsiones naturales.
Uno de los motivos más frecuentes de ruptura en la pareja es la infidelidad, que puede transformarse en delito si ocurre bigamia y es punible si afecta un contrato legal previamente establecido, en este caso se llama adulterio. Es una causal de divorcio y se define como “el acceso carnal que un casado tiene con una mujer que no sea la legítima, o de una casada con un hombre que no sea su marido”.
El quebrantamiento de la fidelidad conyugal ha sido severamente enjuiciado en todos los tiempos y en la mayoría de las culturas, y ha centrado su rigor punitivo sobre la mujer infiel. En nuestro país, la infidelidad femenina, mucho antes de la llegada de los españoles, ameritaba la muerte, mientras el engaño masculino nunca fue castigado de la misma manera.
El deseo femenino de satisfacer sus necesidades sexuales y afectivas con otra persona que no sea su pareja estable, es mal aceptado por la sociedad. Lo más sorprendente es que las mujeres sean las que con mayor ímpetu segreguen, critiquen y castiguen a “las infieles”. Las mujeres que padecen el engaño de sus maridos se sienten incapaces de retenerlos y consideran malas a las “provocadoras” que se meten con un hombre ajeno, mientras a ellos los disculpan por dejarse llevar por sus necesidades “legítimas, normales y deseables”; los hombres son inocentes víctimas de las “busconas”.
Freud atribuía la rivalidad entre las mujeres a la primitiva rivalidad madre-hija por el amor del esposo-padre. Otros autores afirman que la sociedad patriarcal promueve la desigualdad entre los sexos en detrimento de las mujeres. Lo más lamentable es que hayamos sido adoctrinadas para perpetuar la desigualdad cuando educamos a nuestros hijos e hijas.
Hay estudios que reportan que 50% de los maridos han sido infieles y las mujeres entre 30 a 40%. Ellos buscan el amor perpetuo y pasional y quieren relaciones sin problemas que se ajusten a sus deseos. Para las mexicanas lo importante son las relaciones que les proporcionan apoyo, confianza, amistad y amor. Las mujeres aducen su infidelidad a la falta de comprensión, cariño e insatisfacción económica, mientras los hombres alegan que no están satisfechos sexualmente y se quejan de la apariencia física de la esposa.
Me sorprendió saber que en un pueblo de México el castigo aplicado a una mujer infiel era ejecutado por las mismas mujeres, quienes preparan una pasta hecha con diversos chiles y después la introducen a la fuerza en los genitales de la infractora. El primitivo castigo puede dañar la salud de la “infiel” temporal o definitivamente.
Insatisfacción, principal causa
Un estudio sobre la infidelidad femenina que se hizo con 60 mujeres mexicanas entre 28 y 36 años, en el que no había variables ligadas al nivel educativo de las encuestadas, pero sí en relación con su estado civil, reporta que cuando se preguntó cuáles eran las causas de infidelidad, las casadas respondieron en 37% insatisfacción y 13.3% incomprensión y las solteras 43% insatisfacción en la relación de pareja y 23% por venganza.
En cuanto a los efectos de la infidelidad en la pareja, las casadas consideraron en 33.3% la separación y 16% pérdida de la confianza; las solteras, 37% desintegración familiar y 20% culpa.
Las casadas calificaron a la mujer infiel de mentirosa, poco honesta, egoísta, hipócrita, interesada, insegura, aunque también observadora, que se acepta a sí misma, alegre y dispuesta a todo.
Para las solteras la infiel es astuta, valiente, atrevida, audaz, versátil, intrépida y discreta, pero también hipócrita, superficial, inmadura, egoísta, inestable, con deseo de cariño y baja autoestima.
El poder económico no las exime de la dependencia, las casadas se sienten comprometidas a conservar el vínculo y no están libres de angustia y dependencia, en cambio las solteras son más abiertas y la infidelidad puede parecerles un juego divertido. Para casadas y solteras el primer motivo de engaño fue la insatisfacción conyugal, prueba de que son conscientes de su derecho a satisfacer sus necesidades sexuales, eróticas, amorosas, económicas y piensan que pueden encontrar alguien más para satisfacerlas.
Lo que se pone en juego
Cuando hay infidelidad femenina, la desintegración familiar ocurre irremediablemente. Es interesante que 10% de mujeres casadas considerara que el engaño femenino podría mejorar la relación de pareja, y el amante pudiera complementar los vacíos dejados por un marido insensible a sus requerimientos. La literatura se ha encargado de darnos ejemplos dramáticos de lo que les sucede a las esposas infieles, recordemos a Emma Bovary y Ana Karenina; acaban locas o se tiran a las vías del tren. Por eso cuando escribí “A fuego lento”, me propuse darle un final distinto a la historia de la Emma mexicana, heroína de mi novela publicada por Océano en 1999.
Sabemos que las mujeres han estado acostumbradas a dejar de lado su placer para satisfacer las necesidades de los demás. La fidelidad es un desafío para nuestras pulsiones naturales. Las que no han sido infieles al menos han sentido el deseo de serlo, y algunas son fieles aun sin estar casadas. No es fácil admitir que la pareja sea temporal y no para toda la vida, como señalan los cuentos de hadas. En nuestro tiempo las mujeres encontramos menos satisfacción en el matrimonio que los hombres, por esa razón cuando logramos nuestra independencia económica solicitamos el divorcio con más frecuencia que los hombres.
A las mujeres nos importa mucho saber si nuestro hombre quiere más a la otra sin darle tanta importancia a las relaciones físicas que tuvieron con ella. Ellos no soportan que tengamos relaciones sexuales con otros hombres, tienen miedo de las comparaciones en las que podrían salir perdiendo. ¿Acaso el otro hace el amor mejor que yo?
* Patricia Rodríguez Saravia es médica psiquiatra, psicoterapeuta, maestra de la especialidad de Psiquiatría de la Facultad de
Medicina de la UNAM, autora de La mujer bonsái, De armas tomar, ¿En dónde están los hombres? y cinco títulos más.
Uno de los motivos más frecuentes de ruptura en la pareja es la infidelidad, que puede transformarse en delito si ocurre bigamia y es punible si afecta un contrato legal previamente establecido, en este caso se llama adulterio. Es una causal de divorcio y se define como “el acceso carnal que un casado tiene con una mujer que no sea la legítima, o de una casada con un hombre que no sea su marido”.
El quebrantamiento de la fidelidad conyugal ha sido severamente enjuiciado en todos los tiempos y en la mayoría de las culturas, y ha centrado su rigor punitivo sobre la mujer infiel. En nuestro país, la infidelidad femenina, mucho antes de la llegada de los españoles, ameritaba la muerte, mientras el engaño masculino nunca fue castigado de la misma manera.
El deseo femenino de satisfacer sus necesidades sexuales y afectivas con otra persona que no sea su pareja estable, es mal aceptado por la sociedad. Lo más sorprendente es que las mujeres sean las que con mayor ímpetu segreguen, critiquen y castiguen a “las infieles”. Las mujeres que padecen el engaño de sus maridos se sienten incapaces de retenerlos y consideran malas a las “provocadoras” que se meten con un hombre ajeno, mientras a ellos los disculpan por dejarse llevar por sus necesidades “legítimas, normales y deseables”; los hombres son inocentes víctimas de las “busconas”.
Freud atribuía la rivalidad entre las mujeres a la primitiva rivalidad madre-hija por el amor del esposo-padre. Otros autores afirman que la sociedad patriarcal promueve la desigualdad entre los sexos en detrimento de las mujeres. Lo más lamentable es que hayamos sido adoctrinadas para perpetuar la desigualdad cuando educamos a nuestros hijos e hijas.
Hay estudios que reportan que 50% de los maridos han sido infieles y las mujeres entre 30 a 40%. Ellos buscan el amor perpetuo y pasional y quieren relaciones sin problemas que se ajusten a sus deseos. Para las mexicanas lo importante son las relaciones que les proporcionan apoyo, confianza, amistad y amor. Las mujeres aducen su infidelidad a la falta de comprensión, cariño e insatisfacción económica, mientras los hombres alegan que no están satisfechos sexualmente y se quejan de la apariencia física de la esposa.
Me sorprendió saber que en un pueblo de México el castigo aplicado a una mujer infiel era ejecutado por las mismas mujeres, quienes preparan una pasta hecha con diversos chiles y después la introducen a la fuerza en los genitales de la infractora. El primitivo castigo puede dañar la salud de la “infiel” temporal o definitivamente.
Insatisfacción, principal causa
Un estudio sobre la infidelidad femenina que se hizo con 60 mujeres mexicanas entre 28 y 36 años, en el que no había variables ligadas al nivel educativo de las encuestadas, pero sí en relación con su estado civil, reporta que cuando se preguntó cuáles eran las causas de infidelidad, las casadas respondieron en 37% insatisfacción y 13.3% incomprensión y las solteras 43% insatisfacción en la relación de pareja y 23% por venganza.
En cuanto a los efectos de la infidelidad en la pareja, las casadas consideraron en 33.3% la separación y 16% pérdida de la confianza; las solteras, 37% desintegración familiar y 20% culpa.
Las casadas calificaron a la mujer infiel de mentirosa, poco honesta, egoísta, hipócrita, interesada, insegura, aunque también observadora, que se acepta a sí misma, alegre y dispuesta a todo.
Para las solteras la infiel es astuta, valiente, atrevida, audaz, versátil, intrépida y discreta, pero también hipócrita, superficial, inmadura, egoísta, inestable, con deseo de cariño y baja autoestima.
El poder económico no las exime de la dependencia, las casadas se sienten comprometidas a conservar el vínculo y no están libres de angustia y dependencia, en cambio las solteras son más abiertas y la infidelidad puede parecerles un juego divertido. Para casadas y solteras el primer motivo de engaño fue la insatisfacción conyugal, prueba de que son conscientes de su derecho a satisfacer sus necesidades sexuales, eróticas, amorosas, económicas y piensan que pueden encontrar alguien más para satisfacerlas.
Lo que se pone en juego
Cuando hay infidelidad femenina, la desintegración familiar ocurre irremediablemente. Es interesante que 10% de mujeres casadas considerara que el engaño femenino podría mejorar la relación de pareja, y el amante pudiera complementar los vacíos dejados por un marido insensible a sus requerimientos. La literatura se ha encargado de darnos ejemplos dramáticos de lo que les sucede a las esposas infieles, recordemos a Emma Bovary y Ana Karenina; acaban locas o se tiran a las vías del tren. Por eso cuando escribí “A fuego lento”, me propuse darle un final distinto a la historia de la Emma mexicana, heroína de mi novela publicada por Océano en 1999.
Sabemos que las mujeres han estado acostumbradas a dejar de lado su placer para satisfacer las necesidades de los demás. La fidelidad es un desafío para nuestras pulsiones naturales. Las que no han sido infieles al menos han sentido el deseo de serlo, y algunas son fieles aun sin estar casadas. No es fácil admitir que la pareja sea temporal y no para toda la vida, como señalan los cuentos de hadas. En nuestro tiempo las mujeres encontramos menos satisfacción en el matrimonio que los hombres, por esa razón cuando logramos nuestra independencia económica solicitamos el divorcio con más frecuencia que los hombres.
A las mujeres nos importa mucho saber si nuestro hombre quiere más a la otra sin darle tanta importancia a las relaciones físicas que tuvieron con ella. Ellos no soportan que tengamos relaciones sexuales con otros hombres, tienen miedo de las comparaciones en las que podrían salir perdiendo. ¿Acaso el otro hace el amor mejor que yo?
* Patricia Rodríguez Saravia es médica psiquiatra, psicoterapeuta, maestra de la especialidad de Psiquiatría de la Facultad de
Medicina de la UNAM, autora de La mujer bonsái, De armas tomar, ¿En dónde están los hombres? y cinco títulos más.