La grasa es la pesadilla de muchas mujeres. Los michelines, las chaparreras, las cartucheras, los muslos... Los adipocitos crecen y crecen en esas zonas del cuerpo femenino mientras que raro es el varón que exhibe estas imperfecciones.
La culpa la tiene, según un equipo de investigadores australianos, el estrógeno, que atenúa la capacidad del organismo para quemar calorías después de comer, lo que se traduce en más grasa circulante y, por tanto, almacenada.
Por mucho que los tiempos avancen, que exista la ingeniería genética, los paseos por el espacio, las nanopartículas, la desaparición de especies o las primeras ministras, las mujeres no podemos escapar a lo que el ADN viene siglos dictando como un calígrafo: estamos hechas para tener hijos. Y por eso, desde que nacemos, nuestro cuerpo se prepara para ese momento, unos con más éxito que otros. Ensanchamiento de caderas, crecimiento de las mamas y almacenamiento de reservas energéticas.
Las mujeres tienen entre un 6% y un 11% más de grasa corporal que los hombres. Durante años, los especialistas se han preguntado el porqué de este fenómeno, una paradoja si se tiene en cuenta que la ingesta diaria de calorías suele ser superior en los varones. Parecía evidente que detrás había un componente hormonal pero no se había descrito con exactitud.
"La pubertad femenina y los primeros meses de embarazo dos momentos de aumento de los estrógenos- se pueden ver como etapas de preparación para la fertilidad, el desarrollo del feto o la lactancia", ha explicado el autor del principal de este estudio, Anthony O'Sullivan, de la Universidad de Nuevas Gales del Sur (Australia).
La revisión realizada por este especialista, publicada en la revista 'Obesity reviews', sugiere que los estrógenos interfieren en la oxidación de ácidos grasos que tiene lugar en el hígado después de las comidas. Esto se traduce en más grasas circulantes que, al no ser destruidas, se acumulan, "lo que explicaría la mayor parte de la mayor cantidad de grasa que tienen las mujeres en comparación con los hombres", señala O'Sullivan.
No es que los esteroides sexuales estén detrás del origen de la obesidad; sino de que las mujeres, nos guste o no, cuentan con un sistema mucho más eficiente de almacenamiento de energía, en este caso a través de la grasa, que los hombres. Así, durante la pubertad, las chicas ganan una media de un 1 kilogramo de grasa al año mientras que los chicos sólo 200 gramos.
Por si fuera poco, ni el deporte es la salvación. Si bien las mujeres queman más grasas durante el entrenamiento, esos lípidos proceden preferentemente de los acumulados en los propios músculos y no de la grasa corporal.
Además, una vez finalizada la actividad, el organismo femenino entra en un periodo de conservación de la energía en el que la oxidación de ácidos grasos disminuye notablemente, anulando en poco tiempo los efectos del deporte.