El mundo en que vivimos nos impulsa a educarnos cada día más y más. Lo que aprendimos hace 4 años cuando ingresamos a cursar una carrera, ha cambiado a la fecha, y si no nos actualizamos podemos correr el peligro de llegar a ser mediocres en
nuestro trabajo y hasta perderlo, por lo que hoy en día, las
universidades estan cada vez más llenas de personas que quieren estar a la vanguardia en el área que les involucra.
Lastimosamente, no sucede lo mismo con todos los padres o madres de familia. Hoy en día son muy pocos los que toman la decisión de
prepararse para la llegada de su hijo(a), o para la educación de este.
Y no me refiero a un curso de preparación para el parto, que es de
mucha importancia.
Me refiero al hecho de que así como asistimos a clases y leemos
muchos libros para mantenernos actualizados en nuestra carrera,
deberíamos hacerlo con respecto a los ninos, y es que hoy en día no hay razones que nos lo impidan, desde una revista de niños, hasta los mejores libros sobre la etapas de ellos y demás nos hablan clara y
sencillamente de importantes lecciones sobre la educación de nuestros hijos.
Pensamos que la palabra EDUCACIÓN, se refiere únicamente al período escolar, y este es el mayor error, pues la educación inicia en casa, e inicia desde el momento en que nacen.
Se ha demostrado que el cerebro crece más durante los 3 primeros
años de vida, y es que en este período es cuando los niños estan en
todo su potencial de adquirir muchos conocimientos. Pero erróneamente creemos que no son capaces de aprender más que caminar, y unas pocas palabras.
Por esto es que muchas veces encontramos problemas en el área del
lenguaje en nuestros hijos e hijas, no porque no sean capaces de
aprender, por que lo son, y más que nosotros, ya que se ha comprobado que los niños de poca edad, aprenden de manera veloz su idioma materno, más un segundo idioma y a veces hasta tres.
¿Qué sucede entonces con los niños que no hablan bien?
Son muchos los casos que conocemos de niños y niñas que no hablan
bien, ni aún para la edad que tienen, y aunque pocos casos se debe a
problemas reales lingüísticos o en casos más graves neurológicos, la
mayoría de las veces el mayor problema y más común son sus propios padres, que al verlos pequeños y frágiles les hablan con un vocabulario que no les favorece para nada.
¿Es acaso usted uno de estos padres? Estos padres son los que NO
llaman a las cosas por su nombre sino que al tetero o chupon se
refieren como popón, a la leche como tete, a orinar como nines,
pajaritos como papaitos,… y nunca le enseñan a usar el vocabulario
adecuadamente y lo peor No les enseñan vocabulario.
Creen que los niños no son capaces de llamar a las cosas, animales y
personas por su nombre propio, y que cuando el niño ve un perro, lo
único que hacen es decirle wao wao, sin enseñarle que es un perro, que además se clasifica por su raza y que tiene un sonido onomatopeyico (wao , wao), al igual que los carros, comidas, animales y demás.
Esto en lugar de facilitarles el lenguaje esta muy alejado de la
verdad, lo que crean es un abismo entre el mundo real y ellos, que en
un principio provoca ternura, luego hace más bien que crezcan los
complejos en ellos, que muchos niños no son capaces de superar
fácilmente y por lo que otros se burlarán de ellos.
El creer que su hijo(a) no es capaz, es el peor error que usted como
padre de familia puede tener, los niños son capaces muy capaces y
muchas veces más que nosotros mismos, son capaces de adquirir todo el conocimiento necesario para su edad, y aún más, y lo adquieren aún más rápido que nosotros mismos.
Este es el momento de poner un alto al tipo de enseñanza que estamos dándoles, de recapacitar si estamos enseñandoles bien o por el contrario estamos poniéndoles piedras en su camino que en muy poco tiempo les llevará a la frustración personal y que se nos devolverán en angustia y algunas veces hasta monetariamente teniendo que invertir dinero en terapistas de lenguaje por culpa de nosotros mismos.
Piense, que vocabulario le esta llevando a su hijo(a), llama a las
cosas por su nombre, o repite el lenguaje que ha adquirido el niño, que en un principio es débil pero que si usted mismo lo refuerza
positivamente, lo aprenderá adecuadamente.
Por ejemplo: cuando hablamos con los niños en la mayoría de los
casos repetirán lo que les hemos dicho, y estas primeras repeticiones
serán débiles y no bien pronunciadas, si usted sigue pronunciando
correctamente las palabras, el niño o la niña, las llegará a pronunciar
correctamente en un lapso corto, incluso pedirá aprender más sobre
dicha palabra, hablando de niños menores de 3 años, si por el contrario en lugar de corregirle, claro con amor y sin regaños, solamente pronunciando bien, usted lo pronuncia igual que él, por supuesto que el niño seguirá pronunciando la palabra erroneamente y no por culpa de él, sino por quién se la enseñó.