Es sorprendente ver hasta dónde pueden llegar algunas personas para conseguir su comodidad y satisfacer sus intereses. La actitud y el comportamiento egoísta, agresivo e indiferente hacia los demás que, por lo general, caracterizan a estas personas, hace que perdamos el balance y que terminemos respondiéndoles también de manera egoísta y agresiva.
Pero, ¿será que tienen un poder tan grande como para desequilibrarnos, hacernos reaccionar y ponernos a pensar en qué podríamos hacer para que cambien y asuman otro comportamiento de una vez por todas?
Fácilmente olvidamos que cada quien es responsable de su comportamiento en la vida, y que no podemos justificar nuestro comportamiento equivocado en el de otros. Este es el momento apropiado para recordar el significado práctico y liberador de la frase que dice: nada ni nadie puede afectarte, a menos que tú se lo permitas.
Y es que si alguien lograra hacerlo, sería porque le concedemos el poder o porque es el reflejo de alguna experiencia pasada en la que nos vimos enfrentados a la misma situación sin que pudiéramos hacer algo concreto para evitarlo o resolverlo.
Siempre me han molestado las personas egoístas que sólo piensan en ellas, que procuran todo el tiempo satisfacer sus necesidades o intereses, montadas en el sacrificio, el trabajo o el derecho de los demás. Pero, ¿podemos realmente hacer algo para cambiarlos, para evitar que nos afecten como lo han hecho?
Lo primero es no perder nuestro balance ni renunciar a nuestra forma de actuar o de ser, y, después, expresarles abiertamente y sin emoción lo que pensamos acerca de su comportamiento y actitud. Proteger nuestros intereses y derechos y preservar nuestra salud emocional y hasta nuestra dignidad también forman parte del trabajo que debemos realizar para evitar que esas mismas personas u otras parecidas continúen abusando de nuestra buena voluntad y buenos sentimientos.
Si aun después de haber realizado todo el análisis de la situación, en busca de los elementos que pudieran mantenerte afectado, continúas reaccionando de la misma manera en presencia de los involucrados o, simplemente, al recordar lo sucedido, puedes estar seguro de que todavía, sigue siendo un asunto pendiente por enfrentar, resolver y superar.
Para tener presente...
• Vamos, suelta lo pasado y recupera el control de tu vida emocional, no permitas que el comportamiento egoísta o inconsciente de otros te haga perder la tranquilidad y tu forma de ver la vida.
• No te corresponde juzgarlos o tratar de cambiarlos, ese es el trabajo de la vida que se ocupa de que cada uno de nosotros reciba exactamente lo que merece, a cambio de lo que entrega.
• Nada es lo suficientemente grave como para hacerte perder la calma y la claridad que necesitas para analizar la situación objetivamente y tomar las decisiones y acciones que te permitan afrontarla de la mejor manera.
• No podemos cambiar a otros, pero sí podemos cambiar la forma en la que vamos a reaccionar a su presencia en nuestra vida.
Con cariño,
Mel.
Pero, ¿será que tienen un poder tan grande como para desequilibrarnos, hacernos reaccionar y ponernos a pensar en qué podríamos hacer para que cambien y asuman otro comportamiento de una vez por todas?
Fácilmente olvidamos que cada quien es responsable de su comportamiento en la vida, y que no podemos justificar nuestro comportamiento equivocado en el de otros. Este es el momento apropiado para recordar el significado práctico y liberador de la frase que dice: nada ni nadie puede afectarte, a menos que tú se lo permitas.
Y es que si alguien lograra hacerlo, sería porque le concedemos el poder o porque es el reflejo de alguna experiencia pasada en la que nos vimos enfrentados a la misma situación sin que pudiéramos hacer algo concreto para evitarlo o resolverlo.
Siempre me han molestado las personas egoístas que sólo piensan en ellas, que procuran todo el tiempo satisfacer sus necesidades o intereses, montadas en el sacrificio, el trabajo o el derecho de los demás. Pero, ¿podemos realmente hacer algo para cambiarlos, para evitar que nos afecten como lo han hecho?
Lo primero es no perder nuestro balance ni renunciar a nuestra forma de actuar o de ser, y, después, expresarles abiertamente y sin emoción lo que pensamos acerca de su comportamiento y actitud. Proteger nuestros intereses y derechos y preservar nuestra salud emocional y hasta nuestra dignidad también forman parte del trabajo que debemos realizar para evitar que esas mismas personas u otras parecidas continúen abusando de nuestra buena voluntad y buenos sentimientos.
Si aun después de haber realizado todo el análisis de la situación, en busca de los elementos que pudieran mantenerte afectado, continúas reaccionando de la misma manera en presencia de los involucrados o, simplemente, al recordar lo sucedido, puedes estar seguro de que todavía, sigue siendo un asunto pendiente por enfrentar, resolver y superar.
Para tener presente...
• Vamos, suelta lo pasado y recupera el control de tu vida emocional, no permitas que el comportamiento egoísta o inconsciente de otros te haga perder la tranquilidad y tu forma de ver la vida.
• No te corresponde juzgarlos o tratar de cambiarlos, ese es el trabajo de la vida que se ocupa de que cada uno de nosotros reciba exactamente lo que merece, a cambio de lo que entrega.
• Nada es lo suficientemente grave como para hacerte perder la calma y la claridad que necesitas para analizar la situación objetivamente y tomar las decisiones y acciones que te permitan afrontarla de la mejor manera.
• No podemos cambiar a otros, pero sí podemos cambiar la forma en la que vamos a reaccionar a su presencia en nuestra vida.
Con cariño,
Mel.