Por: Maribel Belaval, el 07 de julio de 2009, 11:26 AM
Estamos
diseñados para conectarnos unos con otros. De cerebro a cerebro existen
unos "radares" inter-personales que nos dicen cuándo acercarnos y
cuándo alejarnos de los demás. Los niños pequeños se asustan con los
payasos cuando tienen los rostros pintados; intuitivamente no pueden
descifrar si son de confiar o no. Cuando nos interconectamos,
ocurre una danza emocional en nuestros cerebros que envía cataratas de
hormonas que regulan nuestro sistema biológico, desde el corazón hasta
las células inmunológicas. Cuando estamos enamoradas, una mirada del
ser amado cambia el ritmo del corazón; la excitación altera las
secreciones del cuerpo.Nuestras relaciones, no solo moldean
nuestra experiencia afectiva, sino hasta nuestra biología. Hay
relaciones tóxicas que impactan nuestra salud con toxinas que deprimen
el sistema de defensa de nuestro cuerpo. Nos volvemos más vulnerables
a las enfermedades. Así lo afirman los estudios en un campo de
la medicina que se llama: la neurociencia social. El cerebro dirige el
comportamiento social y a su vez el mundo social influye en nuestro
cerebro y en nuestra biología.Convivir o trabajar con una
persona negativa, desmotivada, hostil e infeliz, impacta nuestro
bienestar total: cuerpo-mente-emociones. Aún más crea un déficit
espiritual porque es inconcebible el amor en una convivencia donde
existe el maltrato verbal, psicológico o físico. La invasión de la tecnología ha aumentado la desconexión de unos con otros. Daniel Goleman en su libro Inteligencia Social
llama a este fenómeno: autismo social. Estamos diseñados para vivir en
comunidad; somos seres en continua conexión que nos influenciamos y
complementamos unos y otros. Hoy, para llenar esa "necesidad"
de conexión, hemos encontrado en el ordenador al prójimo "virtual".
Como no podemos confirmar la confiabilidad de esas relacione en el
trato directo intuitivo, es importante usar nuestra inteligencia
social para reconocer si éstas son relaciones constructivas o son
destructivas.Inteligencia social es la destreza interna para
percibir e identificar los diferentes estados de ánimo de las personas
con quienes interactuamos. Es posible aprender a descifrar intenciones,
sentimientos detrás del disimulo y el respeto a la individualidad de
cada cual. Con esa información podemos relacionarnos adecuadamenteEsta
inteligencia social esta cimentada en la conexión intra-personal,
cuando estamos sintonizados con nuestro ser. No es de índole biológica
ni genética. Es una compresión empática que no se aprende en el
desarrollo académico sino en el desarrollo personal. Cuando sentimos
empatía y respeto incondicional hacia los demás y mantenemos límites
saludables de acercamiento y privacidad, estamos desarrollando nuestra
inteligencia social. Toda buena relación comienza con la
conexión íntima con una misma. Desde nuestro ser nos sintonizamos con
los demás a través de los mensajes verbales y no verbales que
comunicamos. Si nuestro centro interno proyecta al cerebro de las
otras personas mensajes positivos de quienes somos, atraeremos
relaciones nutritivas.¿Con cuáles te sientes más identificada?
Vibraciones negativas:
inseguridad, desconfianza, dependencia emocional, falta de
alegría, conciencia de víctima, incongruencias, hostilidad, búsqueda damor cargante ante la propia impotencia de amarse a sí misma. Vibraciones positivas:
seguridad en sí misma, auto valor, independencia de
criterio, esperanza, aprecio a la vida, paz, felicidad, responsable de
sí misma y capacitada para el amor acompañante.
Estamos
diseñados para conectarnos unos con otros. De cerebro a cerebro existen
unos "radares" inter-personales que nos dicen cuándo acercarnos y
cuándo alejarnos de los demás. Los niños pequeños se asustan con los
payasos cuando tienen los rostros pintados; intuitivamente no pueden
descifrar si son de confiar o no. Cuando nos interconectamos,
ocurre una danza emocional en nuestros cerebros que envía cataratas de
hormonas que regulan nuestro sistema biológico, desde el corazón hasta
las células inmunológicas. Cuando estamos enamoradas, una mirada del
ser amado cambia el ritmo del corazón; la excitación altera las
secreciones del cuerpo.Nuestras relaciones, no solo moldean
nuestra experiencia afectiva, sino hasta nuestra biología. Hay
relaciones tóxicas que impactan nuestra salud con toxinas que deprimen
el sistema de defensa de nuestro cuerpo. Nos volvemos más vulnerables
a las enfermedades. Así lo afirman los estudios en un campo de
la medicina que se llama: la neurociencia social. El cerebro dirige el
comportamiento social y a su vez el mundo social influye en nuestro
cerebro y en nuestra biología.Convivir o trabajar con una
persona negativa, desmotivada, hostil e infeliz, impacta nuestro
bienestar total: cuerpo-mente-emociones. Aún más crea un déficit
espiritual porque es inconcebible el amor en una convivencia donde
existe el maltrato verbal, psicológico o físico. La invasión de la tecnología ha aumentado la desconexión de unos con otros. Daniel Goleman en su libro Inteligencia Social
llama a este fenómeno: autismo social. Estamos diseñados para vivir en
comunidad; somos seres en continua conexión que nos influenciamos y
complementamos unos y otros. Hoy, para llenar esa "necesidad"
de conexión, hemos encontrado en el ordenador al prójimo "virtual".
Como no podemos confirmar la confiabilidad de esas relacione en el
trato directo intuitivo, es importante usar nuestra inteligencia
social para reconocer si éstas son relaciones constructivas o son
destructivas.Inteligencia social es la destreza interna para
percibir e identificar los diferentes estados de ánimo de las personas
con quienes interactuamos. Es posible aprender a descifrar intenciones,
sentimientos detrás del disimulo y el respeto a la individualidad de
cada cual. Con esa información podemos relacionarnos adecuadamenteEsta
inteligencia social esta cimentada en la conexión intra-personal,
cuando estamos sintonizados con nuestro ser. No es de índole biológica
ni genética. Es una compresión empática que no se aprende en el
desarrollo académico sino en el desarrollo personal. Cuando sentimos
empatía y respeto incondicional hacia los demás y mantenemos límites
saludables de acercamiento y privacidad, estamos desarrollando nuestra
inteligencia social. Toda buena relación comienza con la
conexión íntima con una misma. Desde nuestro ser nos sintonizamos con
los demás a través de los mensajes verbales y no verbales que
comunicamos. Si nuestro centro interno proyecta al cerebro de las
otras personas mensajes positivos de quienes somos, atraeremos
relaciones nutritivas.¿Con cuáles te sientes más identificada?
Vibraciones negativas:
inseguridad, desconfianza, dependencia emocional, falta de
alegría, conciencia de víctima, incongruencias, hostilidad, búsqueda damor cargante ante la propia impotencia de amarse a sí misma. Vibraciones positivas:
seguridad en sí misma, auto valor, independencia de
criterio, esperanza, aprecio a la vida, paz, felicidad, responsable de
sí misma y capacitada para el amor acompañante.