Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre honorable fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer.
En realidad, el verdadero asesino era una persona muy influyente del
reino y por eso, desde el primer momento, se procuró buscar un chivo
expiatorio para encubrir al culpable, así que el hombre honesto e
inocente fue llevado a juicio, conociendo de antemano que tendría
escasas o nulas oportunidades de escapar al terrible veredicto: ¡la
horca!.
El juez cuidó, no obstante, de dar al juicio todo el aspecto de justicia, y por ello le dijo al acusado:
Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor vamos a dejar en
manos de Él tu destino. Vamos a escribir en dos papeles separados las
palabras culpable o inocente. Tú escogerás una y será la mano de Dios
la que decida tu destino.
Por supuesto, los manejos corruptos habían escrito en los dos papeles
la palabra 'CULPABLE', y la pobre víctima, aún sin conocer los
detalles, se daba
cuenta de que el sistema propuesto era una trampa.
No había escapatoria.
El juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados. El
hombre respiró profundamente, quedó en silencio por unos segundos, con
los ojos
cerrados y, cuando la sala comenzaba a impacientarse, abrió los ojos y
con una extraña sonrisa hizo su elección: tomó uno de los papeles y,
llevándolo a su boca, ¡se lo tragó rápidamente!.
Sorprendidos e indignados, los presentes protestaron airadamente:
-¿Pero qué hizo? Y ahora, ¿cómo vamos a saber el veredicto?"
Es muy sencillo -respondió el hombre-. Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que yo elegí.
Con rezongos y enojo mal disimulado debieron liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo.
Cuando todo parezca perdido, usa la imaginación.
"En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento".
Albert Einstein
Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé
el Espíritu* de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor.
Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que
sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su
gloriosa herencia entre los santos. Efesios 1:17,18
www.RenuevoDePlenitud.com
En realidad, el verdadero asesino era una persona muy influyente del
reino y por eso, desde el primer momento, se procuró buscar un chivo
expiatorio para encubrir al culpable, así que el hombre honesto e
inocente fue llevado a juicio, conociendo de antemano que tendría
escasas o nulas oportunidades de escapar al terrible veredicto: ¡la
horca!.
El juez cuidó, no obstante, de dar al juicio todo el aspecto de justicia, y por ello le dijo al acusado:
Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor vamos a dejar en
manos de Él tu destino. Vamos a escribir en dos papeles separados las
palabras culpable o inocente. Tú escogerás una y será la mano de Dios
la que decida tu destino.
Por supuesto, los manejos corruptos habían escrito en los dos papeles
la palabra 'CULPABLE', y la pobre víctima, aún sin conocer los
detalles, se daba
cuenta de que el sistema propuesto era una trampa.
No había escapatoria.
El juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados. El
hombre respiró profundamente, quedó en silencio por unos segundos, con
los ojos
cerrados y, cuando la sala comenzaba a impacientarse, abrió los ojos y
con una extraña sonrisa hizo su elección: tomó uno de los papeles y,
llevándolo a su boca, ¡se lo tragó rápidamente!.
Sorprendidos e indignados, los presentes protestaron airadamente:
-¿Pero qué hizo? Y ahora, ¿cómo vamos a saber el veredicto?"
Es muy sencillo -respondió el hombre-. Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que yo elegí.
Con rezongos y enojo mal disimulado debieron liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo.
Cuando todo parezca perdido, usa la imaginación.
"En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento".
Albert Einstein
Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé
el Espíritu* de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor.
Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que
sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su
gloriosa herencia entre los santos. Efesios 1:17,18
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