Controlar la ira no es algo fácil, pero tampoco imposible. La clave está en cuánto y con qué frecuencia podemos enfadarnos y cómo hacerlo. Hoy en día la respuesta de supervivencia que consistía en luchar o huir ante los hechos ya no sirve, porque estamos continuamente expuestos.
Un gran problema que caracteriza a nuestros tiempos es que reaccionamos de forma exagerada. Reaccionamos ante frustraciones y críticas de poca importancia como si se tratase de situaciones límite o de emergencias. Polarizamos todo, viéndolo blanco o negro, sin término medio.
Nos enfadamos por un hecho particular y luego transferimos nuestra rabia a otra circunstancia, la cual se convierte también, en causante de frustración, empeorando la situación aún más.
Nuestra rabia inunda nuestro cuerpo con hormonas de estrés. Esto debilita nuestra salud y no soluciona el problema, sino que incluso puede agravarlo.
Afortunadamente la esperanza es lo último que se pierde.
Respire profundamente y tómese un momento para pensar sobre lo que pasa. La ira es un sentimiento natural, y hay cosas que enojan a cualquiera. Es una reacción instintiva que a uno le hace saber que algo anda mal y que es necesario reparar. De modo que, acepte su furia, pero no arremeta contra otros. Deje que el calor pase antes de buscar soluciones.
Tal vez sea difícil hacerlo, pero con algo de práctica se hace más fácil cada vez. El desahogo físico es bueno para esto. Si la ira le tiene ofuscado, camine o corra, pase un par de horas practicando algún deporte. Eso le pone en una condición más serena y más lúcida para tomar una decisión y adoptar una actitud, sin tener que lamentar las consecuencias.
Que debemos hacer
¿Debería expresar su ira dejándola salir, o es preferible reprimirse de expresarla?
Las investigaciones científicas sugieren que la gente que expresa su ira, se enfada aún más, y no al contrario. Reprimirla, sin embargo, tampoco es la solución adecuada. Los sentimientos de rabia permanecerán en estado de latencia por eso brotarán más adelante al mínimo incidente. Contenerla o dejarla salir, no son las dos únicas opciones a nuestra disposición. Aquí tiene dos opciones, aún mejores:
Puede elevar su tolerancia respecto a los acontecimientos que provocan su ira. Vea el aspecto positivo o la solución del asunto en lugar de enfadarse.
Cuando se enfade, pasado el primer momento, piense que no vale la pena seguir enfadado, porque la adrenalina segregada por su cuerpo envenenará todo su sistema.
Lo que se está modificando es nuestra tendencia a concebir la ira como un factor ajeno a nosotros, como algo que nos llega desde fuera y sobre lo que no tenemos apenas control. Nos vemos como víctimas sin salida.
Culpamos a los demás y decimos: “¡Me has puesto de muy mal humor!”. Sin embargo, no son los demás quienes nos perturban, sino nosotros quienes lo hemos permitido. Uno puede tomar control sobre la situación y decidir que hacer.
Un gran problema que caracteriza a nuestros tiempos es que reaccionamos de forma exagerada. Reaccionamos ante frustraciones y críticas de poca importancia como si se tratase de situaciones límite o de emergencias. Polarizamos todo, viéndolo blanco o negro, sin término medio.
Nos enfadamos por un hecho particular y luego transferimos nuestra rabia a otra circunstancia, la cual se convierte también, en causante de frustración, empeorando la situación aún más.
Nuestra rabia inunda nuestro cuerpo con hormonas de estrés. Esto debilita nuestra salud y no soluciona el problema, sino que incluso puede agravarlo.
Afortunadamente la esperanza es lo último que se pierde.
Respire profundamente y tómese un momento para pensar sobre lo que pasa. La ira es un sentimiento natural, y hay cosas que enojan a cualquiera. Es una reacción instintiva que a uno le hace saber que algo anda mal y que es necesario reparar. De modo que, acepte su furia, pero no arremeta contra otros. Deje que el calor pase antes de buscar soluciones.
Tal vez sea difícil hacerlo, pero con algo de práctica se hace más fácil cada vez. El desahogo físico es bueno para esto. Si la ira le tiene ofuscado, camine o corra, pase un par de horas practicando algún deporte. Eso le pone en una condición más serena y más lúcida para tomar una decisión y adoptar una actitud, sin tener que lamentar las consecuencias.
Que debemos hacer
¿Debería expresar su ira dejándola salir, o es preferible reprimirse de expresarla?
Las investigaciones científicas sugieren que la gente que expresa su ira, se enfada aún más, y no al contrario. Reprimirla, sin embargo, tampoco es la solución adecuada. Los sentimientos de rabia permanecerán en estado de latencia por eso brotarán más adelante al mínimo incidente. Contenerla o dejarla salir, no son las dos únicas opciones a nuestra disposición. Aquí tiene dos opciones, aún mejores:
Puede elevar su tolerancia respecto a los acontecimientos que provocan su ira. Vea el aspecto positivo o la solución del asunto en lugar de enfadarse.
Cuando se enfade, pasado el primer momento, piense que no vale la pena seguir enfadado, porque la adrenalina segregada por su cuerpo envenenará todo su sistema.
Lo que se está modificando es nuestra tendencia a concebir la ira como un factor ajeno a nosotros, como algo que nos llega desde fuera y sobre lo que no tenemos apenas control. Nos vemos como víctimas sin salida.
Culpamos a los demás y decimos: “¡Me has puesto de muy mal humor!”. Sin embargo, no son los demás quienes nos perturban, sino nosotros quienes lo hemos permitido. Uno puede tomar control sobre la situación y decidir que hacer.