Incluso antes de nacer ya estamos unidos a nuestras madres en un hecho tan importante como es la supervivencia, una vez salimos del vientre materno seguimos uniendo eslabones a esta cadena que parece no tener fin.
Pasa el tiempo y puede que no nos acordemos pero ¿qué fue para nosotros la separación de nuestro preciado tesoro “el chupete”?. Que tremendo paso aquel que dimos y que disgustos más grandes cada vez que nuestros padres nos lo sacaban de la boca diciendo: “ya eres grande y los niños grandes no llevan chupete”. El mundo parecía caerse ante nuestros píes, pero ¿quién se acuerda de aquello?. Lo mismo ocurre con casi todo, en el momento es una hecatombe la separación que estamos viviendo, pero con el tiempo nos resulta increíble aquel disgusto y aquella pena que nos produjo o incluso ni la recordemos o esbocemos una sonrisa al mirar hacia atrás. La mayoría de las separaciones con el tiempo las vemos así y esto es porque el camino ya avanzó lo suficiente como para verlo pequeñito. Ya hemos superado los obstáculos, ya se nos ha producido el cambio en nuestras vidas, ya hemos pasado una etapa para abrir camino a la nueva.
Parece mentira que aunque estemos toda la vida experimentando separaciones, ya sean buenas o malas, no terminamos de habituarnos a ellas y en realidad tiene una clara explicación. Hay algo curioso que seguro que todos hemos vivido o en un primer plano o en la distancia, pero quién no ha conocido una relación entre dos personas que lo mejor que podía pasar era que se separaran y siguieran sus caminos, e incomprensiblemente hay siguen como siameses, sufriendo y sin tomar la decisión. Pues bien, nuestro cerebro se rige por una serie de principios y uno de ellos es el llamado economía psíquica.
Este principio consiste en que cuando tu te unes a algo proyectas unas energías y unos esfuerzos, apuestas por ello, por esa unión. El romper esa unión implica una pérdida de energía, no sólo la que necesitar para llevarla a cabo sino la que has estado aportando mientras la relación duraba y eso para el cerebro es negativo ya que no sólo pierdes por este lado sino que debes invertir más para poder adaptarte a la nueva situación que surja tras la ruptura, con lo que lo único que ve el cerebro es desgaste y desgaste, de ahí que no nos sea nada fácil llevarla a término. Todo esto que parece ilógico, en realidad lo es porque entran en juego los sentimiento y cuando estos entran en juego la lógica cambia por completo ya no parece que sea útil ser calculador. Cuando nos unimos a algo emocionalmente, lo queremos y esto conlleva el no querer separarse.
CON CARIÑO
MEL