La preeclampsia o toxemia, es una enfermedad propia del embarazo. Se manifiesta por hipertensión arterial, retención de líquidos (edemas) y proteína en la orina (proteinuria).
Suele aparecer en un pequeño porcentaje de embarazos (5 % al 8%), después de la semana 20 de gestación (aunque puede aparecer antes). Aunque a veces su progresión es lenta, en otros casos aparece bruscamente al final del embarazo.
La preeclampsia puede ser leve, moderada o severa, según las cifras de presión arterial presentadas y la pérdida de proteínas en la orina.
La preeclampsia impide el crecimiento intrauterino adecuado, favorece la disminución en el volumen de líquido amniótico, y en casos extremos puede provocar el desprendimiento prematuro de la placenta.
No se sabe la causa exacta de este padecimiento, pero se cree que la dieta, los trastornos autoinmunitarios, problemas vasculares o la predisposición genética pueden ser algunas causas posibles
La preeclampsia suele ser más frecuente en primeros embarazos, en mujeres con hermanas o madres que hayan tenido preeclampsia, en embarazos múltiples, embarazos en madres adolescentes o en mujeres mayores de 40 años.
También suele presentarse en mujeres con antecedentes de diabetes, hipertensión arterial o enfermedades renales.
Los síntomas de la preeclampsia pueden incluir dolores de cabeza, hinchazón de manos y cara (edema), aumento brusco de peso. Otros síntomas que pueden aparecer son: dolor abdominal, agitación, disminución del gasto urinario, náuseas y vómitos, cambios en la visión.
La preeclampsia se cura al dar a luz. Si el bebé es muy prematuro, se maneja con reposo en cama y un control exhaustivo de la presión arterial, la orina y el peso.
El parto se puede inducir en casos graves de preeclampsia y si el embarazo está entre las semanas 32 y 34. En embarazos de menos de 24 semanas, se recomienda inducir el parto, pero la probabilidad de supervivencia del feto es muy pequeña.
En este tiempo se trata a la madre con inyecciones de esteroides que ayudan a acelerar la maduración de algunos órganos como los pulmones y se ejerce un control permanente sobre la madre y el bebé para observar complicaciones.
En mujeres que reciben cuidados prenatales regulares, la preeclampsia se detecta tempranamente y la mayoría de problemas pueden prevenirse.
La preeclampsia puede complicarse y progresar a eclampsia, una condición muy seria para la madre y el bebé que suele ser precedida de síntomas como visión borrosa, cefaleas intensas, dolores intensos en el abdomen superior y vómitos.
La mejor forma de prevenir la preeclampsia es realizar un adecuado control prenatal que permitirá al médico detectar y tratar la preeclampsia con prontitud.
Algunos estudios señalan que tomar bajas dosis de aspirina y suplementos con calcio ayudan a prevenir e incluso a tratar la preeclampsia. Otras investigaciones han demostrado que las mujeres que tomaron vitamina C y E tuvieron menor probabilidad de padecer preeclampsia.
El riesgo de padecer nuevamente preeclampsia en embarazos posteriores, es elevado.
Suele aparecer en un pequeño porcentaje de embarazos (5 % al 8%), después de la semana 20 de gestación (aunque puede aparecer antes). Aunque a veces su progresión es lenta, en otros casos aparece bruscamente al final del embarazo.
La preeclampsia puede ser leve, moderada o severa, según las cifras de presión arterial presentadas y la pérdida de proteínas en la orina.
La preeclampsia impide el crecimiento intrauterino adecuado, favorece la disminución en el volumen de líquido amniótico, y en casos extremos puede provocar el desprendimiento prematuro de la placenta.
No se sabe la causa exacta de este padecimiento, pero se cree que la dieta, los trastornos autoinmunitarios, problemas vasculares o la predisposición genética pueden ser algunas causas posibles
La preeclampsia suele ser más frecuente en primeros embarazos, en mujeres con hermanas o madres que hayan tenido preeclampsia, en embarazos múltiples, embarazos en madres adolescentes o en mujeres mayores de 40 años.
También suele presentarse en mujeres con antecedentes de diabetes, hipertensión arterial o enfermedades renales.
Los síntomas de la preeclampsia pueden incluir dolores de cabeza, hinchazón de manos y cara (edema), aumento brusco de peso. Otros síntomas que pueden aparecer son: dolor abdominal, agitación, disminución del gasto urinario, náuseas y vómitos, cambios en la visión.
La preeclampsia se cura al dar a luz. Si el bebé es muy prematuro, se maneja con reposo en cama y un control exhaustivo de la presión arterial, la orina y el peso.
El parto se puede inducir en casos graves de preeclampsia y si el embarazo está entre las semanas 32 y 34. En embarazos de menos de 24 semanas, se recomienda inducir el parto, pero la probabilidad de supervivencia del feto es muy pequeña.
En este tiempo se trata a la madre con inyecciones de esteroides que ayudan a acelerar la maduración de algunos órganos como los pulmones y se ejerce un control permanente sobre la madre y el bebé para observar complicaciones.
En mujeres que reciben cuidados prenatales regulares, la preeclampsia se detecta tempranamente y la mayoría de problemas pueden prevenirse.
La preeclampsia puede complicarse y progresar a eclampsia, una condición muy seria para la madre y el bebé que suele ser precedida de síntomas como visión borrosa, cefaleas intensas, dolores intensos en el abdomen superior y vómitos.
La mejor forma de prevenir la preeclampsia es realizar un adecuado control prenatal que permitirá al médico detectar y tratar la preeclampsia con prontitud.
Algunos estudios señalan que tomar bajas dosis de aspirina y suplementos con calcio ayudan a prevenir e incluso a tratar la preeclampsia. Otras investigaciones han demostrado que las mujeres que tomaron vitamina C y E tuvieron menor probabilidad de padecer preeclampsia.
El riesgo de padecer nuevamente preeclampsia en embarazos posteriores, es elevado.