Dicen que es hermosa la convivencia con una pareja.
Pero qué complicado también es, cierto?
Cuando nos casamos o nos vamos a vivir juntos, se hacen realidad nuestras ilusiones: el despertar juntos, el armar un hogar de a dos, el planificar las cosas cotidianas teniendo en cuenta a nuestra pareja… Pero hay cosas que a las mujeres decididamente nos gustaría que fueran distintas, y estas son algunas de ellas:
El control remoto no tiene dueño:
está entre todo el bagaje de cosas compartidas: ¡no tenerlo entre las manos por un rato no hace daño ni significa dar el brazo a torcer en todo! Decidir qué se va a ver en la TV, de común acuerdo, o respetando los días de los programas favoritos de cada uno, contribuye a una mejor convivencia.
El asiento del inodoro, cerrado:
puede parecer algo menor, pero entrar al baño y encontrar el asiento del inodoro bajo, ¡realmente nos hace sentir que nos tienen en cuenta!
Los platos no muerden, la mesa, tampoco:
si los dos trabajamos o tenemos días muy ocupados, ayudar a poner o a sacar de la mesa, proponer voluntariamente lavar los platos o incluso encargarse de lo que se va a comer puede obtener de nosotras una sonrisa más grande que un enorme ramo de rosas… ¡las mujeres somos bastante más simples de lo que parecemos!
No soy tu mamá ni el amigo con quien vivías:
va a haber nuevos códigos y nuevas posibilidades de llegar a lugares comunes en los que los dos nos sintamos cómodos. Si tu mamá cocinaba elaboradas comidas caseras mediodía y noche o el amigo con quien viviste un tiempo nunca dejaba que faltara cerveza en el refri, es más que probable que las cosas cambien. Y también puedes sentirte más que bien con todo lo nuevo que encontrarás en tu hogar.
Si vivías solo… ahora somos dos: es importante que los dos miembros de la pareja tengan bien en cuenta al otro, al momento de tomar decisiones. Claro que hay muchas que se seguirán tomando de manera individual, pero un llamado o un mensaje cuando uno se retrasa en el trabajo, tomando un café con una amiga o, simplemente, para recordarle a la otra persona cuánto la queremos, siempre son bienvenidos.
Puedo entenderte pero no compartir tus pasiones: que te juntes con tus amigos a ver horas interminables de partidos de fútbol o de tenis, o carreras de lo que más te guste, me parece perfecto. De hecho, me queda ese tiempo libre para ver a mis amigas o a mi familia. Pero, querer arrastrarme a mí a lo mismo, ¡no es necesario! Te quiero igual…
Ya estamos en la misma casa… ¿y ahora, qué?: nos ganaron con su manera de tratarnos, con su dulzura, con esos pequeños detalles que nos hacían sentir únicas. ¡Las mujeres esperamos que continúe algo o bastante de todo esto cuando estamos bajo el mismo techo!
Seguir tratando de seducirnos, sin importar los años de convivencia, logrará de nosotras mucho más de lo que los hombres puedan imaginar.
Esto, lógicamente, está escrito desde mi punto de vista como mujer. ¿Tienes algo que agregar?
¿Qué piensan los hombre de todo esto?
Pero qué complicado también es, cierto?
Cuando nos casamos o nos vamos a vivir juntos, se hacen realidad nuestras ilusiones: el despertar juntos, el armar un hogar de a dos, el planificar las cosas cotidianas teniendo en cuenta a nuestra pareja… Pero hay cosas que a las mujeres decididamente nos gustaría que fueran distintas, y estas son algunas de ellas:
El control remoto no tiene dueño:
está entre todo el bagaje de cosas compartidas: ¡no tenerlo entre las manos por un rato no hace daño ni significa dar el brazo a torcer en todo! Decidir qué se va a ver en la TV, de común acuerdo, o respetando los días de los programas favoritos de cada uno, contribuye a una mejor convivencia.
El asiento del inodoro, cerrado:
puede parecer algo menor, pero entrar al baño y encontrar el asiento del inodoro bajo, ¡realmente nos hace sentir que nos tienen en cuenta!
Los platos no muerden, la mesa, tampoco:
si los dos trabajamos o tenemos días muy ocupados, ayudar a poner o a sacar de la mesa, proponer voluntariamente lavar los platos o incluso encargarse de lo que se va a comer puede obtener de nosotras una sonrisa más grande que un enorme ramo de rosas… ¡las mujeres somos bastante más simples de lo que parecemos!
No soy tu mamá ni el amigo con quien vivías:
va a haber nuevos códigos y nuevas posibilidades de llegar a lugares comunes en los que los dos nos sintamos cómodos. Si tu mamá cocinaba elaboradas comidas caseras mediodía y noche o el amigo con quien viviste un tiempo nunca dejaba que faltara cerveza en el refri, es más que probable que las cosas cambien. Y también puedes sentirte más que bien con todo lo nuevo que encontrarás en tu hogar.
Si vivías solo… ahora somos dos: es importante que los dos miembros de la pareja tengan bien en cuenta al otro, al momento de tomar decisiones. Claro que hay muchas que se seguirán tomando de manera individual, pero un llamado o un mensaje cuando uno se retrasa en el trabajo, tomando un café con una amiga o, simplemente, para recordarle a la otra persona cuánto la queremos, siempre son bienvenidos.
Puedo entenderte pero no compartir tus pasiones: que te juntes con tus amigos a ver horas interminables de partidos de fútbol o de tenis, o carreras de lo que más te guste, me parece perfecto. De hecho, me queda ese tiempo libre para ver a mis amigas o a mi familia. Pero, querer arrastrarme a mí a lo mismo, ¡no es necesario! Te quiero igual…
Ya estamos en la misma casa… ¿y ahora, qué?: nos ganaron con su manera de tratarnos, con su dulzura, con esos pequeños detalles que nos hacían sentir únicas. ¡Las mujeres esperamos que continúe algo o bastante de todo esto cuando estamos bajo el mismo techo!
Seguir tratando de seducirnos, sin importar los años de convivencia, logrará de nosotras mucho más de lo que los hombres puedan imaginar.
Esto, lógicamente, está escrito desde mi punto de vista como mujer. ¿Tienes algo que agregar?
¿Qué piensan los hombre de todo esto?