Experiencias sobre las que puedo recordar nombres. Quizá algunas me hayan lanzado a una aventura para sacar algo de mi y despertar mi “yo dormido”, conseguir aquello que me parecía imposible, cambiar, crecer y madurar.
Descubrir en mi las huellas de “otras amigas” encontradas a lo largo
del camino, todo esto motivo de alegría y gratitud. Es motivo de
gratitud el que haya podido experimentar a Dios, creer en la vida y en mi capacidad de encuentro, creer que alguien haya podido ayudarme a descubrir lo mejor que existe dentro de mi.
Agradezco a:
Aquellas que desde su manera de ser, me ayudaron a ser más humana, más sencilla, más sensible a las cosas de Dios.
Aquella que inesperada y oportuna supo escucharme comprensiva.
Aquellas con quienes compartí sus ratos de juego.
Aquella que me ayuda a revelar mi riqueza interior.
Aquella que con su gran bondad me hizo ser sencilla.
Aquella que descubrí un día y “se quedó en mi”.
Aquella que corrigiéndome con cariño me hizo caminar.
Aquella que con su vida incansable me animó a luchar.
Aquella que sin cansancio siempre esperó lo mejor de mi.
Aquella que me exigía siempre haciéndome crecer en la grandeza.
Aquella que me hace sentir importante cuando necesita de mi.
Aquella que estando lejos la sentí cerca.
Aquella que con su desacuerdo me hace descubrir su verdad.
Aquella que sé que me quiere y siempre me espera.
Aquella que siempre me anima a ver lo positivo.
Aquella que me quiere como soy animándome a crecer.
Aquella que con su necesidad de mi hizo que me sintiera “única”
Aquellas que con su experiencia interior me ayudaron a conocer a Dios y me anunciaron la buena noticia de que:
DIOS ES MI MEJOR AMIGO Y ME AMA.
Esto incluye a mi madre y mis hermanas.
Agradecimiento es una nota del alma que produce el mejor concierto en el espíritu.
Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo
fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. Col 3:15
Para exclamar con voz de acción de gracias, Y para contar todas tus maravillas. Sal 26:7