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Ruperto, un flamante abogado recién egresado de la Universidad, llegó a su primer día de trabajo.
Afuera de su despacho estaba una guapérrrima secretaria, a quien había contratado para alegrar la vista de sus posibles clientes.
Sus expectativas eran muy halagüeñas. Creía que en muy poco tiempo su bufete sería conocido en toda la ciudad y, con un poco de suerte, tendría el reconocimiento en todo el país.
En esas estaba, levantando castillos en el aire, pensando en su futuro profesional, cuando la secretaria entró al despacho y le dijo que tenía una visita.
Ruperto ordena que le haga pasar enseguida, que no podía hacer esperar a su primer cliente. De inmediato, coge el teléfono para impresionarlo y empieza a decir:
-...Entonces, dígale al señor Martínez que no estaremos dispuestos a aceptar menos de 5 millones de pesos por este asunto, que no vamos a negociar una cantidad menor a la que le estoy diciendo y que si no está de acuerdo con este monto, entonces que ni se moleste en llamar, porque no llevaré su caso. ¿Le quedó claro?
Ruperto colgó el teléfono y, dirigiéndose a la persona que entró al despacho, pone su mejor sonrisa y le dice:
-Muy buenas tardes caballero, ¿en qué puedo ayudarlo?
-Buenas, vengo de la compañía telefónica a conectarle el teléfono.
Afuera de su despacho estaba una guapérrrima secretaria, a quien había contratado para alegrar la vista de sus posibles clientes.
Sus expectativas eran muy halagüeñas. Creía que en muy poco tiempo su bufete sería conocido en toda la ciudad y, con un poco de suerte, tendría el reconocimiento en todo el país.
En esas estaba, levantando castillos en el aire, pensando en su futuro profesional, cuando la secretaria entró al despacho y le dijo que tenía una visita.
Ruperto ordena que le haga pasar enseguida, que no podía hacer esperar a su primer cliente. De inmediato, coge el teléfono para impresionarlo y empieza a decir:
-...Entonces, dígale al señor Martínez que no estaremos dispuestos a aceptar menos de 5 millones de pesos por este asunto, que no vamos a negociar una cantidad menor a la que le estoy diciendo y que si no está de acuerdo con este monto, entonces que ni se moleste en llamar, porque no llevaré su caso. ¿Le quedó claro?
Ruperto colgó el teléfono y, dirigiéndose a la persona que entró al despacho, pone su mejor sonrisa y le dice:
-Muy buenas tardes caballero, ¿en qué puedo ayudarlo?
-Buenas, vengo de la compañía telefónica a conectarle el teléfono.
