Nunca se sabe qué personalidad se esconde detrás de una persona muy agradable a quién se acaba de conocer. Si resulta ser obsesiva, la relación puede convertirse en algo muy asfixiante y tener unos efectos nefastos. Escapar de estas relaciones es más que recomendable. El desarrollar una personalidad obsesiva y dominante no es predominio de uno u otro sexo. Tanto hombres como mujeres pueden convertirse en un auténtico problema para su respectiva pareja. Pero, en la realidad, por cada mujer obsesiva que actúa como piensa, hay diez hombres que ya lo han hecho antes. Una mujer rechazada tiene sentimientos de dolor y despecho. El hombre, por el contrario, tiene un papel más activo en la conquista. Por ello desarrolla más el instinto de dominio y es más dado a las reacciones violentas. Es difícil no darse cuenta de que se está sufriendo con demasiada frecuencia obsesiones de mayor o menor grado o, por el contrario, sentirse dominado por alguien demasiado posesivo y obsesionado. Cómo reconocer al obsesivo Los comportamientos obsesivos no surgen esporádicamente. Muchos de ellos se ven venir desde el primer momento en que la relación echa a andar. El ansia de información es el punto de partida. Desde el primer momento exige el teléfono de casa, el móvil y el del trabajo. También pregunta dónde está el lugar de trabajo o estudio y dónde vive la otra persona. El asedio, a partir de entonces, puede llegar a ser obsesivo con un número exagerado de llamadas diarias. Además, cuando consigue entablar el contacto está molesto por la tardanza en conseguirlo. No es el mismo síntoma que el amor a primera vista pues en este caso no existen los reproches. Los celos, protagonistas Desde el primer día el obsesivo pretende establecer un calendario de citas y quiere evitar la vida social sin su participación. El afán de control viene motivado por encontrar algún detalle de la supuesta infidelidad de la pareja. Asimismo, les molesta totalmente no controlar cualquier situación. Por ello no les gusta hablar de personas o acontecimientos importantes para la otra persona si él no participa en los mismos. Respecto a la vida sentimental pasada, suelen criticar duramente a sus antiguas parejas. Se interesan vivamente por el número de novios y amantes, y por las razones por las que mantuvo esa relación. Pero por su parte no explican casi nada de ellos mismos. El punto más negativo y extremo llega cuando muestran su faceta más agresiva. Tras una discusión banal (ya sea por celos o por manías) pueden llegar a empujar o golpear a su pareja. Huir de estas parejas Como el razonar puede no llevar a ninguna parte y no tener sentido, hay que intentar dejar de gustarle a la otra persona. Sus fijaciones no son lógicas y la indiferencia puede herir su orgullo e incrementar su agresividad y persistencia. Es recomendable no ser quien él o ella quiere. Ganar unos kilos o descuidar la presencia física pueden ayudar a conseguirlo. También es posible hacerlo todo mal. Fingir dolencias para no verle o ridiculizarlo indirectamente (por medio de un amigo). Estas personas no soportan la crítica, ni siquiera la indirecta por relacionarse con una persona que no está a su altura. Plantarle cara es una solución algo arriesgada pues puede desatar su ira. Para ello no hay más que insultarle públicamente, evitar su acercamiento y hablar de lo que está sucediendo con sus familiares y amigos. Es importante hacerle ver que se tiene un relevo rápido, otra pareja con la que rehacer la vida sin él. Pero si nada de esto funciona, lo mejor es huir de esa persona. Nunca hay que mantener el problema en secreto. Es importante frecuentar otros lugares, cambiar de dirección o iniciar una nueva vida. Todo ello, por supuesto, sin que la otra persona llegue a enterarse de donde se ha comenzado la nueva etapa sin su compañía. |