El amor representa la continuidad de la vida y tiene una fuerza arrolladora. Sin embargo, a pesar de estar presente en toda nuestra vida de distintas maneras, suele estar ausente cuando se trata del amor a si mismo; y esta diferencia hace que expresemos el amor a los demás en forma desmedida y descontrolada.
Todos son dignos se ser amados y respetados por los demás; y todos también tienen que amarse y respetarse a si mismos para lograr relaciones armoniosas y felices.
Cuando no existe la autoestima tampoco existe la posibilidad de amar genuinamente a otros y esta condición suele ser la principal razón de tantos amores contrariados, dificultades de parejas, separaciones, divorcios, peleas, luchas por el poder, celos, desconfianza, dependencias, obsesiones e infidelidades.
Una persona insegura tiene baja autoestima, no se acepta a si misma y pretende ser lo que no es. De esta manera su personalidad no está integrada y su conducta es errática, inesperada, cambiante e inestable.
La duda y la desconfianza se suele instalar en cada oportunidad que logre una nueva relación y cada conducta o actitud del otro será interpretada como el preludio de una traición.
La persona que no se ama a si misma ni se respeta, pretende tener al otro en su poder, como un objeto de su pertenencia sin vida propia que sólo disfrute de su compañía y no necesite otra cosa.
Esas personas no conciben ninguna actividad que no incluya al otro, no le interesa su propio crecimiento y desarrollo, y concentran su energía en la relación de pareja.
Si el otro es igual, se crea automáticamente una relación simbiótica, donde en lugar de ser dos personas que se aman y crecen, son una sola.
Vivir un amor apasionado y romántico es una experiencia maravillosa, siempre que una persona no decida alienarse en el otro y perder su propia identidad. Además hay que saber que ese estado de ensoñación no es para siempre, y es normal y saludable que así sea, para dejar paso a un sentimiento más profundo que incluya al sujeto total en desarrollo.
Una persona sin una identidad integrada y sin proyectos propios, que no crece y madura, pierde el encanto de ser la persona única que es ella misma como ser humano, y está destinada a perder sus relaciones.
Este tipo de amor, manipulador y absorbente, produce mucho sufrimiento, porque se pretende tener el control y la certidumbre de que le correspondan en la misma medida como principal condición.
Ninguna persona tiene dueño porque todos tenemos derecho a ser libres. Esa es la condición primera para que el amor pueda ser verdadero.
El que está seguro de si mismo no es celoso, porque los celos representan precisamente inseguridad, además de expresar baja autoestima que trae como consecuencia actitudes de desconfianza, demandas de atención, y conductas persecutoria y controladoras que generan situaciones de tensión en una pareja.
El que pretende tener la certidumbre de una pareja estable y se aferra, producirá el efecto contrario y es muy probable que lo aleje. La idea que subyace es forzar al otro a que nos quiera.
¿Qué valor puede tener una relación a la fuerza? ¿Acaso se puede obligar a otro que nos ame? No, solamente podemos hacer que nos amen atreviéndonos a ser nosotros mismos.
El amor duele cuando el otro se convierte en alguien más importante que uno mismo, cuando dejamos de lado nuestras necesidades para que nos quieran, objetivo manipulador que nos hace perder de vista nuestro propio camino.
El otro tiene que ser tan importante como nosotros, ni más ni menos, alguien que tiene el mismo derecho que nosotros a ser una persona libre