Las crisis que afectan a las parejas en determinados momentos y las decisiones y cambios que suponen en su vida. Todos estos cambios también modifican los estados de ánimo y pueden crear conflictos internos y transtornos físicos.
Del modo en que se superen los problemas va a depender que una pareja hable de una crisis más o la perciba como el principio del fin y el desencadenante de una ruptura definitiva. Para afrontar estos problemas cada miembro de la pareja cuenta con una serie de herramientas como son la la madurez emocional, la habilidad para gestionar el conflicto, el momento personal en el que se encuentre, las personas que lo rodean. Todo ello hará más o menos fácil de asumir la decisión que se va a tomar.
Miedo al cambio
El miedo al cambio es el freno más potente para decirdir si una relación se ha terminado. Además de los hijos, que son el argumento que muchas personas utilizan para seguir conviviendo a pesar de la crisis. El miedo a lo que supone el cambio tanto económica como socialmente hace que muchas personas sigan conviviendo y no tomen la decisión de romper.
Reconocer si se está atravesando una época con dificultades graves o si estamos ante el principio del fin de la relación, es una tarea muy dura para los miembros de la pareja. Las emociones, sentimientos, sensaciones no dejan a ambos tranquilizarse y ver la situación con perspectiva para poder reflexionar y darse cuenta de si realmente no hay vuelta atrás o por el contrario la situación tiene arreglo. No es extraño que ante la visión de la ruptura también se produzcan autoengaños como resistencia al cambio.
El momento en el que una relación deja de aportar a los miembros de la pareja ese conjunto de elementos que la creo tales como afectividad, complicidad, emoción, pasión, disfrute sexual, es cuando se debe pensar en que se tiene que producir el cambio, por muy doloroso que resulte o por mucho que cueste aceptarlo.
¿Simple crisis o separación definitiva?
Ante una etapa conflictiva de la pareja la pregunta no es "¿es esto el fin?", sino "¿quiero que sea el fin?". Es decir, preguntarse a uno mismo que es lo que realmente quiere hacer con su vida y con esa relación, no esperar a que pase la crisis sin actuar, porque al final más tarde o más temprano dejará de ser una crisis para convertirse en una ruptura.
La respuesta a algunas preguntas nos dará pistas que nos ayuden a tomar una decisión en esa difícil coyuntura: ¿Le amo? ¿Me siento segura a su lado? ¿Tenemos los mismos intereses en la relación? ¿Le deseo? ¿Confío en él? ¿Que puedo aportar a la otra persona? ¿Qué me aporta el a mi?.
Realizar una lista con los aspectos positivos y los negativos de la relación y de nuestra actitud y la de nuestra pareja nos ayudará a evaluar la situación y a ver más claro en que punto nos encontramos.
¿Cómo podemos mejorar la relación ante una crisis?
Del modo en que se superen los problemas va a depender que una pareja hable de una crisis más o la perciba como el principio del fin y el desencadenante de una ruptura definitiva. Para afrontar estos problemas cada miembro de la pareja cuenta con una serie de herramientas como son la la madurez emocional, la habilidad para gestionar el conflicto, el momento personal en el que se encuentre, las personas que lo rodean. Todo ello hará más o menos fácil de asumir la decisión que se va a tomar.
Miedo al cambio
El miedo al cambio es el freno más potente para decirdir si una relación se ha terminado. Además de los hijos, que son el argumento que muchas personas utilizan para seguir conviviendo a pesar de la crisis. El miedo a lo que supone el cambio tanto económica como socialmente hace que muchas personas sigan conviviendo y no tomen la decisión de romper.
Reconocer si se está atravesando una época con dificultades graves o si estamos ante el principio del fin de la relación, es una tarea muy dura para los miembros de la pareja. Las emociones, sentimientos, sensaciones no dejan a ambos tranquilizarse y ver la situación con perspectiva para poder reflexionar y darse cuenta de si realmente no hay vuelta atrás o por el contrario la situación tiene arreglo. No es extraño que ante la visión de la ruptura también se produzcan autoengaños como resistencia al cambio.
El momento en el que una relación deja de aportar a los miembros de la pareja ese conjunto de elementos que la creo tales como afectividad, complicidad, emoción, pasión, disfrute sexual, es cuando se debe pensar en que se tiene que producir el cambio, por muy doloroso que resulte o por mucho que cueste aceptarlo.
¿Simple crisis o separación definitiva?
Ante una etapa conflictiva de la pareja la pregunta no es "¿es esto el fin?", sino "¿quiero que sea el fin?". Es decir, preguntarse a uno mismo que es lo que realmente quiere hacer con su vida y con esa relación, no esperar a que pase la crisis sin actuar, porque al final más tarde o más temprano dejará de ser una crisis para convertirse en una ruptura.
La respuesta a algunas preguntas nos dará pistas que nos ayuden a tomar una decisión en esa difícil coyuntura: ¿Le amo? ¿Me siento segura a su lado? ¿Tenemos los mismos intereses en la relación? ¿Le deseo? ¿Confío en él? ¿Que puedo aportar a la otra persona? ¿Qué me aporta el a mi?.
Realizar una lista con los aspectos positivos y los negativos de la relación y de nuestra actitud y la de nuestra pareja nos ayudará a evaluar la situación y a ver más claro en que punto nos encontramos.
¿Cómo podemos mejorar la relación ante una crisis?
- Aceptar que nuestra vida es enteramente responsabilidad nuestra. No esperemos que el otro miembro de la pareja nos haga feliz.
- No debemos resolver la vida de la otra persona ni dándole consejos ni marcándole las pautas de como debe vivir su vida.
- Aprender a escuchar al otro, intentando ponernos en su lugar para entender cómo se siente.
- Aprender a dialogar. Nuestra opinión, forma de entender y ver la realidad no son la verdad absoluta, sino sólo nuestra verdad.
- Aprender a consensuar: lo mio y lo tuyo deben ponerse en común para conseguir que sean lo nuestro.
- Aprender a compartir y a entregarse.
- Aprender pedir. No debemos presuponer que saben lo que queremos, hay que decirlo.
- Dedicar tiempo específico para la pareja, compartiendo aficiones, fantasías e ilusiones.
- Compartir la economía.
- Aprender a utilizar los conflictos y las crisis para reforzar la relación.
- Mimar a tu pareja. Decir, "ya sabes que te quiero", no es lo mismo que decir "te quiero". No demos nada por sabido, confirmémoslo.