Hoy, quiero compartirte una reflexión. Hoy voy a comentarte un juego psicológico que debes conocer.
Sé que te ayudará mucho. Verás que te dará una gran luz. Cambiarás al terminar de leer esto, me lo dice algo en mi interior. Yo lo aprendí de un colega psicoterapeuta el Dr.Alejandro, a quien admiro mucho y lo considero un gran amigo. Mira, si existe algo desafiante para muchos es el arte de las relaciones humanas, el convivir. Y el desafío está en detectar lo más rápido posible si estamos entrando en un juego o no. En eso estribará la gran diferencia entre sentirte extraordinariamente bien o sentirte muy, muy mal.
El juego psicológico que te voy a comentar hoy se llama “Triángulo Dramático (TD)”. Es un auténtico drama (género mixto entre tragedia y comedia) sucedido en un juego que se realiza comúnmente entre tres, aunque muchas veces bastan dos para empezar a jugar. Los participantes de este juego son tres jugadores: la Víctima, el Perpetrador y el Salvador.
El papel de Víctima es el que elige sufrir casi inocente por la culpa de otros; el Perpetrador es que elige cometer una culpa grave, el que persigue, el que elige hacer daño; el Salvador es el que elige librar del sufrimiento y hacer justicia. Esos son los tres célebres personajes que arman el triángulo dramático (TD), un juego psicológico que solo produce desgaste, resentimiento, alejamiento, envidias, coraje, odio, enemistad, rencor, y un sin fin de etcéteras que se pueden englobar en algo más sencillo: sentirse mal, muy mal. Te pondré un ejemplo de la vida real . Primero te describiré los hechos y luego te explico (revelo) el juego.
Los hechos: Mujer de 28 años (a quien llamaré Inocencia) que tiene una reciente amiga muy querida (a quien llamaré Dolores) y decide hablarle por teléfono para saludarla. Al contestar Dolores, ésta de inmediato le dice en tono un poco despectivo: “¿Ahora qué es lo que necesitas!”. En ese instante Inocencia se consterna por el modo y le dice: “¡Qué?”. Y ya un poco molesta Inocencia, antes que pedirle explicación ni nada, decide aplicarle la juvenil y le sigue diciendo: “Bueno, ahora que lo dices, necesito mis aretes que te presté el otro día y no me has devuelto”.
A lo que Dolores le dijo que luego se los regresaría con gusto. Inocencia sin decir más, colgó molesta. Se dejaron de hablar poco más de tres días cuando se hablaban diario. Inocencia habló luego con su novio y le comentó los hechos, a lo que el novio contestó: “Voy a hablar con esa amiguita tuya..., ¿qué se cree?, y tú siendo tan buena con ella”. Inocencia al día siguiente fue a consulta y, dentro de otras cosas más importantes, me pedía consejo para salir de esta situación que le parecía embarazosa y que la verdad no entendía.
Ahora mi explicación:
Inocencia habló con la mejor intención para saludar a su amiga. La amiga Dolores le contestó de mala forma y en ese momento, Inocencia entró al juego del Triángulo Dramático y se sintió auténtica “Víctima”, es decir, eligió “sufrir” la forma en que le contestó. ¡No podía creer el maltrato que su amiga le profería con esa forma tan ruda de contestar! La amiga, también sin saber, jugaba el juego de “Perpetrador”.
Y es que no existe víctima sin perpetrador. Dolores le hizo sentir mal exprofesamente con su forma ruda de contestar, y sus motivos tendrá. Y luego Inocencia fue con su novio quien empezó a jugar el papel de “Salvador”. El triángulo dramático se cerraba perfecto. Le expliqué a Inocencia los papeles que cada quien eligió jugar y me miró con ojos de admiración al ver tan claro el juego.
Otro ejemplo: la mamá que le compra una camisa rosa muy fina y hermosa (según ella) a su querido hijo. Cuando el hijo llega a casa, la mamá le enseña su regalo sorpresa y el joven no sabe qué decir. Le agradaba recibir un regalo pero no le gustaba la idea de recibir una camisa rosa. La mamá notó la falta de emoción en su hijo y “eligió” interpretarlo como un desdén.
En ese momento le expresó a su hijo: “Claro, a ti nunca te gusta lo que yo te doy. No fuera esa niña con la que andas porque se lo festejarías”. La mamá se dio media vuelta y salió de la recámara. Cuando la mamá vio que pasaron unos minutos y el hijo no salía de su recámara, le gritó: “¿Qué! ¿No me vas a decir nada hijo? ¿Ni disculpas? (nótese que la víctima cuando no quieren jugar con ella, insiste con este tipo de preguntas para arrancar el juego). Cuando más tarde llegó el papá, la mamá, antes que nada, le urgía platicarle lo sucedido. El papá dijo: “Entiéndelo..., es hombre y no le ha de gustar esa moda”.
La mamá contestó: “¡Caray! Gracias por tu apoyo, mejor dime que soy tonta y no sé que es lo que le gusta a nuestro hijo”. El padre dijo: “No, no. No es para que te pongas así mi amor. Nunca quise decirte eso. Es más, voy a hablar con nuestro hijo ahora mismo para informarle que quizá le faltó tacto”. La madre se quedó esperando (con actitud de víctima, pero ahora también empezando un poco el papel de perpetradora). El padre subió a ver al hijo y le comentó: “Hijo, debes ser más agradecido con tu madre. Quizá no te gustó el color o algo así, pero es un regalo y te recomiendo que vayas y se lo agradezcas”. El hijo contestó: “Ni loco papá. Lo que pasa es que mi mamá la trae conmigo desde hace días y le tiene como envidia a mi novia o no sé qué, y con este regalo solo me quiere molestar”. El papá comentó: “No hijo, no es así”. El hijo respondió: “Claro que lo es. Además tú qué sabes si nunca estás aquí”. El papá ya molesto: “Está bien, como siempre, haz lo que se te pegue la gana”. El papá salió de la habitación y regresó a hablar con la mamá: “Oye, ¿qué traes algo con la novia de nuestro hijo?”. “¡Qué!? A mi esa chamaquita ni me importa!”....,
y así se podría continuar el juego por horas, días, semanas o años. Si ves con atención, ahora sabes que existe este juego, el triángulo dramático, puedes ver clarísimamente cómo todos eligen jugar uno de los papeles y luego, hasta intercambiarlos. La madre elige sentirse víctima por no ser festejada por el hijo frente al regalo. (De hecho, la madre nunca dio un regalo sino lanzó un anzuelo de reconocimiento, mismo que cuando no picó la carnada, la misma madre al lanzar el anzuelo preparó la condición necesaria para elegir sentirse víctima).
El hijo con su aparente desdén era el perpetrador (quien cometió una falta según el juego), y el papá llegó como salvador. Pero luego, el hijo eligió ser víctima al creer que su mamá lo ataca con ese regalo, y el papá siendo salvador, por un momento eligió también eligió ser víctima y prefirió salirse de la habitación molesto por la actitud del hijo. En el instante en que el papá volvió con la mamá, volvió a elegir ser salvador y ahora le pedía cuentas a la madre a quien él veía como posible perpetradora, pero la madre continuó con su papel de víctima y así sucesivamente.
¿Te suenan familiares algunas de estas escenas? Pues porque es el juego que todos jugamos. Todos podemos elegir cualquiera de estos papeles, que de hecho los solemos elegir todo el día, todos los días. Pero existe otra opción. La otra opción: elegir no jugar. Punto.
Así de fácil y sencillo y de hermosas consecuencias. Y además, por no jugar, ¡no nos aburrimos! Sino que permanecemos bien, extraordinariamente bien. Y permanecemos así, para frustración de los que quieren seguir jugando.
Hace unos meses recibí una llamada por chat de un querido amigo y me decía que tenía una película que me gustaba. Le comenté que me encantaría me la diera de inmediato. A lo que comentó: “Qué interesado eres, eeeh”. Por supuesto que percibí su broma y le contesté con otra: “No te muerdas la lengua”. En ese momento mi amigo me contestó: “¡Estás diciendo que soy interesado?”. A lo que le dije: “No, solo dije que no te muerdas la lengua”. Contestó: “Pues yo no me siento interesado”. Le dije: “Eso es lo que verdaderamente importa, lo que tú pienses de ti. Y de esa forma qué te importa lo que piense yo o nadie”. Dijo: “Pero tú si estás diciendo que soy interesado y creo que no te conviene tener a un interesado en tu vida”. Contesté: “Ya, ya..., ¿cuándo me vas a dar la película?”. Me contestó: “Ya te dije, no creo que sea bueno que tengas a un interesado en tu vida. Mejor hasta aquí la dejamos. Fue un placer conocerte y te agradezco todo lo que hiciste por mí. Bye”.
En ese instante se desconectó del chat. Me sorprendió y juro que todo el tiempo pensé que bromeaba pero no. Desde aquel día nunca más nos volvimos a hablar. Llevaba casi dos años de conocerlo y platicar con él muy seguido. Siempre le ayudé, siempre. ¿Por qué no lo busqué o por qué no le hablé? Porque decidí no jugar el triángulo dramático desde hace muchos años. A la víctima le encanta que la busquen y hace todo lo necesario para que se dé la búsqueda, pero cuando uno decide no jugar, simplemente no busca y pacíficamente a lo que sigue. Fue impresionante cómo se enfocó mi amigo, bueno examigo, en su papel de víctima. ¡Yo estaba bromeando en consecuencia a la broma que él inició! Pero tal parece que “presioné el botón” y se activó la víctima. De hecho, si repasas el diálogo, yo ya estaba preguntando por la película (otro tema) y él en su mente seguía con su actitud de víctima, seguía con el tema del interesado.
¡Increíble que la gente elija jugar tanto tiempo! Pero así suele ser el papel de “víctima”, siempre elige seguir sufriendo aunque todo se haya arreglado incluso rápido. Y si analizas más, existe una de las más dramáticas incongruencias en su proceder, se molesta porque sintió que le dije interesado (algo que deliberadamente eligió percibir) y luego afirma encolerizado que no lo es. Pero al final me afirma que lo mejor es que un interesado no exista en mi vida y se fue. ¿Entonces es o no es interesado según él mismo?
El juego que todos jugamos, basta con dar pie para que el otro se divierta y siga el juego. Pero aquí se aprende algo valioso del juego: este sólo y exclusivamente sucede si otro quiere jugar, de otra manera, es imposible.
Cuando alguien intenta ofenderte, te está invitando a ser víctima e iniciar un juego. Observa a una ofensa como un regalo. Y qué pasa cuando no aceptas un regalo. ¿De quién es entonces? De quien te lo quiso dar y de ahí no pasó. En esta metáfora, cuando no aceptas el regalo significa que ante una ofensa no haces nada. Absolutamente nada. Eso es no aceptar el regalo y permitir que siga en posesión de aquel quien te lo quiso dar.
En toda esta larga nota he intercalado enseñanzas que creo muy valiosas para saber de este debilitante juego. Sin embargo, aquí te daré 12 reglas que he observado de este absurdo y oscuro juego:
1. El origen del juego es falta de amor.
2. Se requiere vivir un vacío existencial activo con su falta de amor interior para iniciar el juego; ya sea iniciarlo como víctima, como perpetrador o como salvador.
3. Siempre quien inicia el juego necesita tentar a otras personas para arrancar el juego formalmente y por el tiempo que sea necesario, para así sentirse unida a una persona, unida a través del juego aunque sea.
4. El juego puede iniciar con el más mínimo o sutil comentario, incluso con una mera actitud o leve mirada, siempre y cuando haya otro que quiera jugar.
5. El tiempo del juego es indefinido. Desde unos cuantos minutos hasta toda la vida.
6. El juego debe producir dolor, en cualquiera de sus manifestaciones, tanto emocionales como físicas. De hecho, así está diseñada la logística del juego.
7. Si se ha decidido ser un jugador formal y constante, el juego no se acaba nunca, ni con la muerte de uno de los participantes, ya que de inmediato se puede elegir otro jugador o incluso se puede jugar con la memoria del fallecido.
8. Una vez que se elige un papel en el juego (Víctima, Perpetrador o Salvador), se puede cambiar a otro papel en cualquier momento y a voluntad, para continuar jugando todo el tiempo.
9. Con la práctica y la habilidad aprendida para jugar, se pueden jugar varios de estos a la vez.
10. Si el juego (o los juegos) parece que se acerca a su final, se pueden volver a intercambiar los papeles para que el juego continúe o se puede iniciar otro juego con nuevos participantes.
11. El juego lo puedes jugar consciente o inconscientemente.
12. En este juego nadie puede ganar nunca.
Pues bien, estas son las reglas del juego que todos jugamos cuando así lo elegimos. Creo que es valioso habértelas nombrado y quizá te haya puesto a pensar profundamente. Ojalá así sea. Se trata de salir del juego.
Ahora bien, ¿te gustaría que te diera trascendentes recomendaciones para no jugar este juego? ¿Sí? Pues anota en tu corazón la más poderosa recomendación que te doy:
1. Elige no jugar. Punto.
Mi más sincero deseo es que este conocimiento mostrado en mi versión, te sirva para seguir en el apasionante despertar. Para que entiendas que sin jugar el TD, es como es nuestro estado natural de ser. Lo normal es estar bien. Y solo cuando eliges jugar es cuando empiezas a sentirte mal. Quizá, cuando pases más y más tiempo sin jugar, descubras una impresionante verdad: no hay que decir nada. Nada. Es cuando comprendes que un poderoso origen de la paz interior es la aceptación.
Todo está bien. Y si no te sientes bien, acepta que las cosas suceden como suceden y simplemente aléjate de aquella persona o circunstancia que te afecta. Pero nada más. Sin decir nada, sin de hacer alharacas, sin quejarse (eso es aceptación). Simplemente retirarse y seguir tu propio camino de amor. Pronto sabrás que ni frases hay que decir. Pronto sabrás que en el silencio hay total ausencia de este juego. Pronto sabrás que hay un silencio tal en donde ni tú ya te dices nada a ti mismo. Nada. Ese lugar existe. Esa paz existe.
Con cariño
Mel.
Sé que te ayudará mucho. Verás que te dará una gran luz. Cambiarás al terminar de leer esto, me lo dice algo en mi interior. Yo lo aprendí de un colega psicoterapeuta el Dr.Alejandro, a quien admiro mucho y lo considero un gran amigo. Mira, si existe algo desafiante para muchos es el arte de las relaciones humanas, el convivir. Y el desafío está en detectar lo más rápido posible si estamos entrando en un juego o no. En eso estribará la gran diferencia entre sentirte extraordinariamente bien o sentirte muy, muy mal.
El juego psicológico que te voy a comentar hoy se llama “Triángulo Dramático (TD)”. Es un auténtico drama (género mixto entre tragedia y comedia) sucedido en un juego que se realiza comúnmente entre tres, aunque muchas veces bastan dos para empezar a jugar. Los participantes de este juego son tres jugadores: la Víctima, el Perpetrador y el Salvador.
El papel de Víctima es el que elige sufrir casi inocente por la culpa de otros; el Perpetrador es que elige cometer una culpa grave, el que persigue, el que elige hacer daño; el Salvador es el que elige librar del sufrimiento y hacer justicia. Esos son los tres célebres personajes que arman el triángulo dramático (TD), un juego psicológico que solo produce desgaste, resentimiento, alejamiento, envidias, coraje, odio, enemistad, rencor, y un sin fin de etcéteras que se pueden englobar en algo más sencillo: sentirse mal, muy mal. Te pondré un ejemplo de la vida real . Primero te describiré los hechos y luego te explico (revelo) el juego.
Los hechos: Mujer de 28 años (a quien llamaré Inocencia) que tiene una reciente amiga muy querida (a quien llamaré Dolores) y decide hablarle por teléfono para saludarla. Al contestar Dolores, ésta de inmediato le dice en tono un poco despectivo: “¿Ahora qué es lo que necesitas!”. En ese instante Inocencia se consterna por el modo y le dice: “¡Qué?”. Y ya un poco molesta Inocencia, antes que pedirle explicación ni nada, decide aplicarle la juvenil y le sigue diciendo: “Bueno, ahora que lo dices, necesito mis aretes que te presté el otro día y no me has devuelto”.
A lo que Dolores le dijo que luego se los regresaría con gusto. Inocencia sin decir más, colgó molesta. Se dejaron de hablar poco más de tres días cuando se hablaban diario. Inocencia habló luego con su novio y le comentó los hechos, a lo que el novio contestó: “Voy a hablar con esa amiguita tuya..., ¿qué se cree?, y tú siendo tan buena con ella”. Inocencia al día siguiente fue a consulta y, dentro de otras cosas más importantes, me pedía consejo para salir de esta situación que le parecía embarazosa y que la verdad no entendía.
Ahora mi explicación:
Inocencia habló con la mejor intención para saludar a su amiga. La amiga Dolores le contestó de mala forma y en ese momento, Inocencia entró al juego del Triángulo Dramático y se sintió auténtica “Víctima”, es decir, eligió “sufrir” la forma en que le contestó. ¡No podía creer el maltrato que su amiga le profería con esa forma tan ruda de contestar! La amiga, también sin saber, jugaba el juego de “Perpetrador”.
Y es que no existe víctima sin perpetrador. Dolores le hizo sentir mal exprofesamente con su forma ruda de contestar, y sus motivos tendrá. Y luego Inocencia fue con su novio quien empezó a jugar el papel de “Salvador”. El triángulo dramático se cerraba perfecto. Le expliqué a Inocencia los papeles que cada quien eligió jugar y me miró con ojos de admiración al ver tan claro el juego.
Otro ejemplo: la mamá que le compra una camisa rosa muy fina y hermosa (según ella) a su querido hijo. Cuando el hijo llega a casa, la mamá le enseña su regalo sorpresa y el joven no sabe qué decir. Le agradaba recibir un regalo pero no le gustaba la idea de recibir una camisa rosa. La mamá notó la falta de emoción en su hijo y “eligió” interpretarlo como un desdén.
En ese momento le expresó a su hijo: “Claro, a ti nunca te gusta lo que yo te doy. No fuera esa niña con la que andas porque se lo festejarías”. La mamá se dio media vuelta y salió de la recámara. Cuando la mamá vio que pasaron unos minutos y el hijo no salía de su recámara, le gritó: “¿Qué! ¿No me vas a decir nada hijo? ¿Ni disculpas? (nótese que la víctima cuando no quieren jugar con ella, insiste con este tipo de preguntas para arrancar el juego). Cuando más tarde llegó el papá, la mamá, antes que nada, le urgía platicarle lo sucedido. El papá dijo: “Entiéndelo..., es hombre y no le ha de gustar esa moda”.
La mamá contestó: “¡Caray! Gracias por tu apoyo, mejor dime que soy tonta y no sé que es lo que le gusta a nuestro hijo”. El padre dijo: “No, no. No es para que te pongas así mi amor. Nunca quise decirte eso. Es más, voy a hablar con nuestro hijo ahora mismo para informarle que quizá le faltó tacto”. La madre se quedó esperando (con actitud de víctima, pero ahora también empezando un poco el papel de perpetradora). El padre subió a ver al hijo y le comentó: “Hijo, debes ser más agradecido con tu madre. Quizá no te gustó el color o algo así, pero es un regalo y te recomiendo que vayas y se lo agradezcas”. El hijo contestó: “Ni loco papá. Lo que pasa es que mi mamá la trae conmigo desde hace días y le tiene como envidia a mi novia o no sé qué, y con este regalo solo me quiere molestar”. El papá comentó: “No hijo, no es así”. El hijo respondió: “Claro que lo es. Además tú qué sabes si nunca estás aquí”. El papá ya molesto: “Está bien, como siempre, haz lo que se te pegue la gana”. El papá salió de la habitación y regresó a hablar con la mamá: “Oye, ¿qué traes algo con la novia de nuestro hijo?”. “¡Qué!? A mi esa chamaquita ni me importa!”....,
y así se podría continuar el juego por horas, días, semanas o años. Si ves con atención, ahora sabes que existe este juego, el triángulo dramático, puedes ver clarísimamente cómo todos eligen jugar uno de los papeles y luego, hasta intercambiarlos. La madre elige sentirse víctima por no ser festejada por el hijo frente al regalo. (De hecho, la madre nunca dio un regalo sino lanzó un anzuelo de reconocimiento, mismo que cuando no picó la carnada, la misma madre al lanzar el anzuelo preparó la condición necesaria para elegir sentirse víctima).
El hijo con su aparente desdén era el perpetrador (quien cometió una falta según el juego), y el papá llegó como salvador. Pero luego, el hijo eligió ser víctima al creer que su mamá lo ataca con ese regalo, y el papá siendo salvador, por un momento eligió también eligió ser víctima y prefirió salirse de la habitación molesto por la actitud del hijo. En el instante en que el papá volvió con la mamá, volvió a elegir ser salvador y ahora le pedía cuentas a la madre a quien él veía como posible perpetradora, pero la madre continuó con su papel de víctima y así sucesivamente.
¿Te suenan familiares algunas de estas escenas? Pues porque es el juego que todos jugamos. Todos podemos elegir cualquiera de estos papeles, que de hecho los solemos elegir todo el día, todos los días. Pero existe otra opción. La otra opción: elegir no jugar. Punto.
Así de fácil y sencillo y de hermosas consecuencias. Y además, por no jugar, ¡no nos aburrimos! Sino que permanecemos bien, extraordinariamente bien. Y permanecemos así, para frustración de los que quieren seguir jugando.
Hace unos meses recibí una llamada por chat de un querido amigo y me decía que tenía una película que me gustaba. Le comenté que me encantaría me la diera de inmediato. A lo que comentó: “Qué interesado eres, eeeh”. Por supuesto que percibí su broma y le contesté con otra: “No te muerdas la lengua”. En ese momento mi amigo me contestó: “¡Estás diciendo que soy interesado?”. A lo que le dije: “No, solo dije que no te muerdas la lengua”. Contestó: “Pues yo no me siento interesado”. Le dije: “Eso es lo que verdaderamente importa, lo que tú pienses de ti. Y de esa forma qué te importa lo que piense yo o nadie”. Dijo: “Pero tú si estás diciendo que soy interesado y creo que no te conviene tener a un interesado en tu vida”. Contesté: “Ya, ya..., ¿cuándo me vas a dar la película?”. Me contestó: “Ya te dije, no creo que sea bueno que tengas a un interesado en tu vida. Mejor hasta aquí la dejamos. Fue un placer conocerte y te agradezco todo lo que hiciste por mí. Bye”.
En ese instante se desconectó del chat. Me sorprendió y juro que todo el tiempo pensé que bromeaba pero no. Desde aquel día nunca más nos volvimos a hablar. Llevaba casi dos años de conocerlo y platicar con él muy seguido. Siempre le ayudé, siempre. ¿Por qué no lo busqué o por qué no le hablé? Porque decidí no jugar el triángulo dramático desde hace muchos años. A la víctima le encanta que la busquen y hace todo lo necesario para que se dé la búsqueda, pero cuando uno decide no jugar, simplemente no busca y pacíficamente a lo que sigue. Fue impresionante cómo se enfocó mi amigo, bueno examigo, en su papel de víctima. ¡Yo estaba bromeando en consecuencia a la broma que él inició! Pero tal parece que “presioné el botón” y se activó la víctima. De hecho, si repasas el diálogo, yo ya estaba preguntando por la película (otro tema) y él en su mente seguía con su actitud de víctima, seguía con el tema del interesado.
¡Increíble que la gente elija jugar tanto tiempo! Pero así suele ser el papel de “víctima”, siempre elige seguir sufriendo aunque todo se haya arreglado incluso rápido. Y si analizas más, existe una de las más dramáticas incongruencias en su proceder, se molesta porque sintió que le dije interesado (algo que deliberadamente eligió percibir) y luego afirma encolerizado que no lo es. Pero al final me afirma que lo mejor es que un interesado no exista en mi vida y se fue. ¿Entonces es o no es interesado según él mismo?
El juego que todos jugamos, basta con dar pie para que el otro se divierta y siga el juego. Pero aquí se aprende algo valioso del juego: este sólo y exclusivamente sucede si otro quiere jugar, de otra manera, es imposible.
Cuando alguien intenta ofenderte, te está invitando a ser víctima e iniciar un juego. Observa a una ofensa como un regalo. Y qué pasa cuando no aceptas un regalo. ¿De quién es entonces? De quien te lo quiso dar y de ahí no pasó. En esta metáfora, cuando no aceptas el regalo significa que ante una ofensa no haces nada. Absolutamente nada. Eso es no aceptar el regalo y permitir que siga en posesión de aquel quien te lo quiso dar.
En toda esta larga nota he intercalado enseñanzas que creo muy valiosas para saber de este debilitante juego. Sin embargo, aquí te daré 12 reglas que he observado de este absurdo y oscuro juego:
1. El origen del juego es falta de amor.
2. Se requiere vivir un vacío existencial activo con su falta de amor interior para iniciar el juego; ya sea iniciarlo como víctima, como perpetrador o como salvador.
3. Siempre quien inicia el juego necesita tentar a otras personas para arrancar el juego formalmente y por el tiempo que sea necesario, para así sentirse unida a una persona, unida a través del juego aunque sea.
4. El juego puede iniciar con el más mínimo o sutil comentario, incluso con una mera actitud o leve mirada, siempre y cuando haya otro que quiera jugar.
5. El tiempo del juego es indefinido. Desde unos cuantos minutos hasta toda la vida.
6. El juego debe producir dolor, en cualquiera de sus manifestaciones, tanto emocionales como físicas. De hecho, así está diseñada la logística del juego.
7. Si se ha decidido ser un jugador formal y constante, el juego no se acaba nunca, ni con la muerte de uno de los participantes, ya que de inmediato se puede elegir otro jugador o incluso se puede jugar con la memoria del fallecido.
8. Una vez que se elige un papel en el juego (Víctima, Perpetrador o Salvador), se puede cambiar a otro papel en cualquier momento y a voluntad, para continuar jugando todo el tiempo.
9. Con la práctica y la habilidad aprendida para jugar, se pueden jugar varios de estos a la vez.
10. Si el juego (o los juegos) parece que se acerca a su final, se pueden volver a intercambiar los papeles para que el juego continúe o se puede iniciar otro juego con nuevos participantes.
11. El juego lo puedes jugar consciente o inconscientemente.
12. En este juego nadie puede ganar nunca.
Pues bien, estas son las reglas del juego que todos jugamos cuando así lo elegimos. Creo que es valioso habértelas nombrado y quizá te haya puesto a pensar profundamente. Ojalá así sea. Se trata de salir del juego.
Ahora bien, ¿te gustaría que te diera trascendentes recomendaciones para no jugar este juego? ¿Sí? Pues anota en tu corazón la más poderosa recomendación que te doy:
1. Elige no jugar. Punto.
Mi más sincero deseo es que este conocimiento mostrado en mi versión, te sirva para seguir en el apasionante despertar. Para que entiendas que sin jugar el TD, es como es nuestro estado natural de ser. Lo normal es estar bien. Y solo cuando eliges jugar es cuando empiezas a sentirte mal. Quizá, cuando pases más y más tiempo sin jugar, descubras una impresionante verdad: no hay que decir nada. Nada. Es cuando comprendes que un poderoso origen de la paz interior es la aceptación.
Todo está bien. Y si no te sientes bien, acepta que las cosas suceden como suceden y simplemente aléjate de aquella persona o circunstancia que te afecta. Pero nada más. Sin decir nada, sin de hacer alharacas, sin quejarse (eso es aceptación). Simplemente retirarse y seguir tu propio camino de amor. Pronto sabrás que ni frases hay que decir. Pronto sabrás que en el silencio hay total ausencia de este juego. Pronto sabrás que hay un silencio tal en donde ni tú ya te dices nada a ti mismo. Nada. Ese lugar existe. Esa paz existe.
Con cariño
Mel.
Última edición por Mel el Dom 01 Mar 2009, 12:49, editado 1 vez