Todo lo que sientas que sucede en tu vida, sólo lo sientes dentro de ti por la interpretación que das a todo lo que sucede fuera de ti. Nada del exterior puede afectarte en realidad, sino cómo lo interpretas en tu muy particular y enteramente privado e interior mundo. Pero vamos más allá... esa interpretación estará ligada a tus capacidades intelectuales y emocionales; y esas capacidades dependerán de si las cultivas o no. Está en ti. Si hay algo de afuera que no te gusta, si alguien hace algo que no te agrada, literalmente hablando... es tu problema.
Tarde o temprano uno se llega a dar cuenta, fehacientemente, de esto. El diccionario de la Real Academia Española, define la palabra “problema” asi: Conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún fin. Y yo creo que la definición sería: Problema es el conjunto de hechos o circunstancias dentro de ti, en tus pensamientos, en tu capacidad de percepción e interpretación, que dificultan la consecución de algún fin.
Imagina la siguiente escena (por cierto una muy común): alguien llega tarde a una reunión y sólo alcanza a ver como un pequeño grupo de personas estaban charlando y tomando unos tragos. En algún momento, alguien toma la palabra y empieza a hablar mal de cierto partido político, quizá hasta con fundamento, y en ese momento, aquella persona que llegó tarde empieza a sentir coraje y rechazo contra el que habla, porque el que llega es precisamente un militante apasionado del partido del que aquel estaba hablando mal. Es automático que el militante se sienta ofendido por aquel.
Pero…, si observas con atención y claridad, mucha atención y mucha claridad, se pude notar a todas luces que, en este ejemplo, quien estaba hablando mal de ese partido político ¡ni conocía a ese que entró y llegó tarde! Si no lo conocía, si ni sabe quién era… ¡¿Cómo podría intentar ofenderlo o hacerle daño?! Incluso, muy posiblemente ¡¡¡ni se entero de la llegada o presencia del militante!!! Y sin embargo, aquel se alcanza a sentir ofendido por el que opinaba. Ve la escena claramente... y la ofensa del militante ¡solamente está en sus pensamientos!
El coraje, odio o rechazo que pueda sentir están sucediendo sólo y exclusivamente dentro de sí, porque afuera sólo sucedió y sólo se dijo lo que correspondió decir a quien opinó, sin intención de nada más. En este ejemplo, si el militante me viniera a ver como terapeuta y me platicara su coraje, simplemente le diría: es tu problema.
Imagina otra: el marido que dijo algo despectivo acerca de determinado rasgo físico de ciertas mujeres. Si la esposa lo tiene, se sentirá ofendida. Si esa mujer me viniera a ver quejándose del mal trato que siente de su marido con ese tipo de comentarios, le diría: es tu problema. Y es que es posible que el marido sólo haya hecho una observación por lo que vio en la televisión o le sorprendió en la calle con respecto a ciertas mujeres, y no haya visto que su mujer lo tiene, nunca quizo ofender, pero la ofensa ¡sucedió! Sucedió exclusivamente dentro de la cabeza de ella. Afuera no pasó nada malo.
Ahora bien, si se da el caso en que el marido sí sabe perfectamente que ese tipo de comentarios herirán a su mujer y tiene la franca intención de hacerlo diciéndoselos (como también se sucede mucho donde no hay amor) entonces se abre otra reflexión más profunda pero sobre la misma línea de análisis: Qué fuerte que ella se permita ser ofendida..., porque cuando aún él teniendo la intención de hacerlo, ella se reserva el privilegio de interpretar dentro de su muy privado e interno mundo, todo lo que suceda afuera, donde incluso un comentario con intención de herir, lo podría interpretar como: “…sin duda, mi marido está loco y enfermo. No se pude esperar más de una persona así”. Y se acabó. No hay ofensa ninguna.
Hay… comprensión. Y la comprensión es la llave que abre las puertas de entrada a la compasión. En este ejemplo sería ya tan fácil que ella pudiera elegir (1) dejar a su marido pacíficamente y sin aspavientos debido a la clara intención de ofenderla en forma constante y preferir seguir por su pacífico camino, o (2) entender que vive con un enfermo de padecimiento irremediable al que no hay que tomarlo nunca en serio por lo mismo. Aunque... se abre para muchas, una tercera opción interpretada así en su interior: mi marido me odia y me ofende y me tengo que aguantar no se hasta cuándo y ni sé por qué.
Si eliges sufrir y sentirte ofendida u ofendido, es tu problema. De nadie más. De nadie.
Y si algo es tu problema, es tan tuyo, pero tanto, que eres la única persona capaz de resolverlo. Nadie lo podemos resolver por ti. Ni el terapeuta, ni el sacerdote, ni la bruja hechicera, ni el psiquiatra, ni el consejero matrimonial, ni el autor de superación personal, ni la religión, ni la pastilla, ni tu mamá, ni tu papá, ni el gobierno. Simplemente es tu problema, y todo problema lo puede resolver exclusivamente su dueño.
En verdad, si algo no te gusta, es tu problema, no de lo que no te gusta. Si alguien te desagrada, es tu problema, no de ese alguien. Todo está en tu cabecita Y si logras darte cuenta de esto…. ¡En ese mismísimo instante se te abren frente a ti las puertas del paraíso, donde gobierna un solo rey y soberano absoluto: Tú. Ese fantástico lugar donde todo sucede como tú lo ordenes. Tú eres el rey, la reina. Ahí ya nada te afecta sin tu consentimiento. Ahí ya nada te ofende sin tu autorización expresa. Ahí empiezas a ser consciente de tu parte divina creadora. Ahí puedes llegar a descubrir con asombro que, sí, efectivamente, todo era tu problema creado sólo y exclusivamente por ti y por nadie más. Entonces, ahí decides dejarlo de crear. Se acabó todo sufrimiento. Se acabó todo.
Y desde ese lugar, se puede ver hacia fuera con impresionante capacidad de comprensión. Entonces desde ahí se empieza a sentir profunda compasión por quien no ha entrado a donde tú acabas de ingresar. Y no..., ni intentes invitarlos a pasar. Nadie pasa por invitación. Solo se ingresa a ese paraíso por decisión propia.
Con cariño
Mel.
Tarde o temprano uno se llega a dar cuenta, fehacientemente, de esto. El diccionario de la Real Academia Española, define la palabra “problema” asi: Conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún fin. Y yo creo que la definición sería: Problema es el conjunto de hechos o circunstancias dentro de ti, en tus pensamientos, en tu capacidad de percepción e interpretación, que dificultan la consecución de algún fin.
Imagina la siguiente escena (por cierto una muy común): alguien llega tarde a una reunión y sólo alcanza a ver como un pequeño grupo de personas estaban charlando y tomando unos tragos. En algún momento, alguien toma la palabra y empieza a hablar mal de cierto partido político, quizá hasta con fundamento, y en ese momento, aquella persona que llegó tarde empieza a sentir coraje y rechazo contra el que habla, porque el que llega es precisamente un militante apasionado del partido del que aquel estaba hablando mal. Es automático que el militante se sienta ofendido por aquel.
Pero…, si observas con atención y claridad, mucha atención y mucha claridad, se pude notar a todas luces que, en este ejemplo, quien estaba hablando mal de ese partido político ¡ni conocía a ese que entró y llegó tarde! Si no lo conocía, si ni sabe quién era… ¡¿Cómo podría intentar ofenderlo o hacerle daño?! Incluso, muy posiblemente ¡¡¡ni se entero de la llegada o presencia del militante!!! Y sin embargo, aquel se alcanza a sentir ofendido por el que opinaba. Ve la escena claramente... y la ofensa del militante ¡solamente está en sus pensamientos!
El coraje, odio o rechazo que pueda sentir están sucediendo sólo y exclusivamente dentro de sí, porque afuera sólo sucedió y sólo se dijo lo que correspondió decir a quien opinó, sin intención de nada más. En este ejemplo, si el militante me viniera a ver como terapeuta y me platicara su coraje, simplemente le diría: es tu problema.
Imagina otra: el marido que dijo algo despectivo acerca de determinado rasgo físico de ciertas mujeres. Si la esposa lo tiene, se sentirá ofendida. Si esa mujer me viniera a ver quejándose del mal trato que siente de su marido con ese tipo de comentarios, le diría: es tu problema. Y es que es posible que el marido sólo haya hecho una observación por lo que vio en la televisión o le sorprendió en la calle con respecto a ciertas mujeres, y no haya visto que su mujer lo tiene, nunca quizo ofender, pero la ofensa ¡sucedió! Sucedió exclusivamente dentro de la cabeza de ella. Afuera no pasó nada malo.
Ahora bien, si se da el caso en que el marido sí sabe perfectamente que ese tipo de comentarios herirán a su mujer y tiene la franca intención de hacerlo diciéndoselos (como también se sucede mucho donde no hay amor) entonces se abre otra reflexión más profunda pero sobre la misma línea de análisis: Qué fuerte que ella se permita ser ofendida..., porque cuando aún él teniendo la intención de hacerlo, ella se reserva el privilegio de interpretar dentro de su muy privado e interno mundo, todo lo que suceda afuera, donde incluso un comentario con intención de herir, lo podría interpretar como: “…sin duda, mi marido está loco y enfermo. No se pude esperar más de una persona así”. Y se acabó. No hay ofensa ninguna.
Hay… comprensión. Y la comprensión es la llave que abre las puertas de entrada a la compasión. En este ejemplo sería ya tan fácil que ella pudiera elegir (1) dejar a su marido pacíficamente y sin aspavientos debido a la clara intención de ofenderla en forma constante y preferir seguir por su pacífico camino, o (2) entender que vive con un enfermo de padecimiento irremediable al que no hay que tomarlo nunca en serio por lo mismo. Aunque... se abre para muchas, una tercera opción interpretada así en su interior: mi marido me odia y me ofende y me tengo que aguantar no se hasta cuándo y ni sé por qué.
Si eliges sufrir y sentirte ofendida u ofendido, es tu problema. De nadie más. De nadie.
Y si algo es tu problema, es tan tuyo, pero tanto, que eres la única persona capaz de resolverlo. Nadie lo podemos resolver por ti. Ni el terapeuta, ni el sacerdote, ni la bruja hechicera, ni el psiquiatra, ni el consejero matrimonial, ni el autor de superación personal, ni la religión, ni la pastilla, ni tu mamá, ni tu papá, ni el gobierno. Simplemente es tu problema, y todo problema lo puede resolver exclusivamente su dueño.
En verdad, si algo no te gusta, es tu problema, no de lo que no te gusta. Si alguien te desagrada, es tu problema, no de ese alguien. Todo está en tu cabecita Y si logras darte cuenta de esto…. ¡En ese mismísimo instante se te abren frente a ti las puertas del paraíso, donde gobierna un solo rey y soberano absoluto: Tú. Ese fantástico lugar donde todo sucede como tú lo ordenes. Tú eres el rey, la reina. Ahí ya nada te afecta sin tu consentimiento. Ahí ya nada te ofende sin tu autorización expresa. Ahí empiezas a ser consciente de tu parte divina creadora. Ahí puedes llegar a descubrir con asombro que, sí, efectivamente, todo era tu problema creado sólo y exclusivamente por ti y por nadie más. Entonces, ahí decides dejarlo de crear. Se acabó todo sufrimiento. Se acabó todo.
Y desde ese lugar, se puede ver hacia fuera con impresionante capacidad de comprensión. Entonces desde ahí se empieza a sentir profunda compasión por quien no ha entrado a donde tú acabas de ingresar. Y no..., ni intentes invitarlos a pasar. Nadie pasa por invitación. Solo se ingresa a ese paraíso por decisión propia.
Con cariño
Mel.