Hace unos días estábamos en el chat Tere, Sil y una servidora conversando, y Tere nos platicaba una linda plática que tuvo con su hijo.
Ante eso, me gustaría compartir con ella y con todas ustedes lo siguiente, que me parece muy importante. Es un texto largo, pero a personas como Tere sin duda les interesará leer.
El síndrome de nido vacío se produce cuando los hijos se van del hogar. Me parece importante destacar las dos aristas diferentes que presenta esta problemática.
Por un lado, están los padres que se han quedado solos, después de haber dedicado años largos de su vida al bienestar de sus hijos. Por el otro lado, están los hijos que se fueron de la casa de sus padres, ya sea para formar su propia familia como para enfrentar la vida por sus propios medios.
La menor comunicación de los hijos no se trata de falta de amor, sino de que los intereses de los hijos se han diversificado. Los bebés y los niños pequeños centran toda su vida en sus padres, ¡dependen completamente de ellos! Con el correr del tiempo, van apareciendo otros focos de atención. Al irse de su casa, tal vez lejos, se enamoran y tienen pareja e hijos propios, o viven solos, y suelen tener trabajos exigentes. Por el simple hecho de ser adultos, generalmente tienen menos tiempo libre que cuando eran pequeños.
Me parece importante que los padres que se encuentran en esta situación, primeramente acepten que sus niños han crecido. El trato entre adultos puede ser muy gratificante, y lógicamente, será distinto al que tenían con ellos cuando eran pequeños, pero el amor, el cariño y la relación padres-hijos permanecen intactos (con algunas modificaciones lógicas por las distintas edades y realidades). También, este es un buen momento para hacer cosas que quedaron relegadas por décadas de ocuparse primero de los hijos: aprender algo nuevo, dedicarse a un hobby, viajar, lo que cada uno descubra que tiene ganas de hacer y ahora puede darse el gusto, sin culpas.
Hablando de culpas, los hijos que se van suelen cargar con este sentimiento, en especial ante reclamos de sus padres que ellos no entienden o que incluso consideran desmedidos (como por ejemplo, visitas o llamados muy frecuentes). La mejor manera de llegar a acuerdos es hablando, que cada parte exprese lo que necesita y lo que puede dar, y tener siempre en claro, nuevamente, que el amor que durante toda la vida los ha unido sigue y seguirá en pie, para siempre.
A continuación, quiero compartir con ustedes fragmentos de un artículo escrito por Lara Tarker-Pope y publicado en The New York Times, sobre este tema:
…..
Desde los años setenta, los expertos en relaciones humanas han popularizado la noción de “síndrome del nido vacío”, un momento de depresión y sentimiento de pérdida que afecta a los padres, especialmente a las madres, cuando sus hijos se van del hogar.
Pero una creciente investigación sugiere que el fenómeno ha sido malinterpretado. Si bien la mayoría de los padres extrañan claramente a los hijos que se han ido a la universidad, a trabajar o se han casado, también disfrutan de una mayor libertad y de una responsabilidad más relajada.
Y a pesar de la preocupación habitual de que las parejas de larga data se encuentren con que no tienen nada en común, la nueva investigación, publicada en noviembre en la revista Psychological Science, muestra que la satisfacción conyugal, en realidad, mejora cuando los hijos, finalmente, deciden irse.
“No es que sus vidas fueran desgraciadas”, afirmó Sara Melissa Gorchoff, especialista en relaciones adultas de la Universidad de California, Estados Unidos. “Los padres eran felices con sus hijos. Es sólo que sus matrimonios mejoraron cuando sus hijos se fueron del hogar.”
Si bien eso puede no ser sorprendente para muchos padres, comprender por qué los que se quedan solos tienen mejores relaciones puede ofrecer importantes lecciones sobre la felicidad marital a los padres que aún tienen varios años por delante para tener la casa libre de hijos.
DESCUBRIMIENTO INCÓMODO
Uno de los descubrimientos más incómodos del estudio científico es el efecto negativo que los hijos pueden tener en las relaciones que previamente eran felices. A pesar de la noción popular que los hijos unen a los padres, varios estudios han demostrado que la satisfacción conyugal y la felicidad habitualmente decaen con la llegada del primer bebé.
En junio, la revista The Journal of Advanced Nursing publicó un estudio de la Universidad de Nebraska, que evaluó la felicidad marital en 185 hombres y mujeres. El resultado declinaba al comenzar el embarazo y seguía bajo hasta que los hijos llegaban a los 5-24 meses. Otros estudios muestran que las parejas con dos hijos tienen puntajes más bajos que las que tienen un solo hijo.
Si bien tener un hijo hace felices a los padres, sin lugar a dudas, las limitaciones económicas y de tiempo pueden agregar estrés a la relación. Después del nacimiento de un hijo, las parejas tienen alrededor de un tercio de tiempo menos para estar juntos que el que gozaban cuando no tenían niños, según los investigadores del estado de Ohio.
La llegada de los hijos también representa una carga desproporcionada en las obligaciones de las mujeres, fuente habitual de conflicto marital.
Después de tener hijos, el trabajo de la casa aumenta tres veces más para las mujeres que para los varones, según los estudios del Centro de Población en Igualdad Social y de Género de la Universidad de Maryland.
Pero gran parte de la investigación en felicidad marital e hijos se concentra en los primeros años. Para comprender los efectos con el paso del tiempo, los investigadores de Berkeley rastrearon la felicidad marital entre 72 mujeres, en un estudio llamado Mills Longitudinal Study, que siguió a un grupo del alumnado del Mills College durante 50 años.
El estudio es importante porque rastreó la generación de mujeres que cambiaron las tradicionales responsabilidades familiares por trabajos fuera del hogar. Los investigadores compararon la felicidad marital de dichas mujeres cuando tenían 40 años, es decir, cuando muchas aún tenían los hijos en la casa, a principios de sus 50 años, cuando algunas ya tenían hijos mayores que se fueron del hogar y cuando cumplieron 60 años, cuando virtualmente todas tenían el nido vacío.
En todos los rubros, las que no tenían hijos en casa obtuvieron mejor puntaje en felicidad conyugal que las que los tenían. El estudio se asemeja al informe presentado el año pasado en la Asociación Norteamericana de Psicología en el que se rastreó a una docena de padres que habían sido entrevistados cuando los hijos se graduaron en la escuela secundaria, y luego diez años más tarde. Ese pequeño estudio también demostró que la mayoría de los padres obtuvieron mejor puntaje en satisfacción conyugal luego de que los hijos dejaron el hogar.
Si bien los investigadores de Berkeley elaboraron la hipótesis de que la mejoría en la felicidad conyugal provenía de la posibilidad de pasar más tiempo juntos, las mujeres de ese mismo estudio informaron que pasaban la misma cantidad de tiempo con sus parejas ya fuera que sus hijos vivieran en la casa o no. Pero agregaron que la calidad de ese tiempo era mejor.
“Hay menos interrupciones y menos estrés cuando los chicos están fuera de la casa”, aseguró la doctora Gorchoff, de Berkeley. “No era que pasaban más tiempo juntos luego de que los hijos se fueran. Es la calidad del tiempo compartido lo que mejoraba.”
Saludos
Mel.
Ante eso, me gustaría compartir con ella y con todas ustedes lo siguiente, que me parece muy importante. Es un texto largo, pero a personas como Tere sin duda les interesará leer.
El síndrome de nido vacío se produce cuando los hijos se van del hogar. Me parece importante destacar las dos aristas diferentes que presenta esta problemática.
Por un lado, están los padres que se han quedado solos, después de haber dedicado años largos de su vida al bienestar de sus hijos. Por el otro lado, están los hijos que se fueron de la casa de sus padres, ya sea para formar su propia familia como para enfrentar la vida por sus propios medios.
La menor comunicación de los hijos no se trata de falta de amor, sino de que los intereses de los hijos se han diversificado. Los bebés y los niños pequeños centran toda su vida en sus padres, ¡dependen completamente de ellos! Con el correr del tiempo, van apareciendo otros focos de atención. Al irse de su casa, tal vez lejos, se enamoran y tienen pareja e hijos propios, o viven solos, y suelen tener trabajos exigentes. Por el simple hecho de ser adultos, generalmente tienen menos tiempo libre que cuando eran pequeños.
Me parece importante que los padres que se encuentran en esta situación, primeramente acepten que sus niños han crecido. El trato entre adultos puede ser muy gratificante, y lógicamente, será distinto al que tenían con ellos cuando eran pequeños, pero el amor, el cariño y la relación padres-hijos permanecen intactos (con algunas modificaciones lógicas por las distintas edades y realidades). También, este es un buen momento para hacer cosas que quedaron relegadas por décadas de ocuparse primero de los hijos: aprender algo nuevo, dedicarse a un hobby, viajar, lo que cada uno descubra que tiene ganas de hacer y ahora puede darse el gusto, sin culpas.
Hablando de culpas, los hijos que se van suelen cargar con este sentimiento, en especial ante reclamos de sus padres que ellos no entienden o que incluso consideran desmedidos (como por ejemplo, visitas o llamados muy frecuentes). La mejor manera de llegar a acuerdos es hablando, que cada parte exprese lo que necesita y lo que puede dar, y tener siempre en claro, nuevamente, que el amor que durante toda la vida los ha unido sigue y seguirá en pie, para siempre.
A continuación, quiero compartir con ustedes fragmentos de un artículo escrito por Lara Tarker-Pope y publicado en The New York Times, sobre este tema:
…..
Desde los años setenta, los expertos en relaciones humanas han popularizado la noción de “síndrome del nido vacío”, un momento de depresión y sentimiento de pérdida que afecta a los padres, especialmente a las madres, cuando sus hijos se van del hogar.
Pero una creciente investigación sugiere que el fenómeno ha sido malinterpretado. Si bien la mayoría de los padres extrañan claramente a los hijos que se han ido a la universidad, a trabajar o se han casado, también disfrutan de una mayor libertad y de una responsabilidad más relajada.
Y a pesar de la preocupación habitual de que las parejas de larga data se encuentren con que no tienen nada en común, la nueva investigación, publicada en noviembre en la revista Psychological Science, muestra que la satisfacción conyugal, en realidad, mejora cuando los hijos, finalmente, deciden irse.
“No es que sus vidas fueran desgraciadas”, afirmó Sara Melissa Gorchoff, especialista en relaciones adultas de la Universidad de California, Estados Unidos. “Los padres eran felices con sus hijos. Es sólo que sus matrimonios mejoraron cuando sus hijos se fueron del hogar.”
Si bien eso puede no ser sorprendente para muchos padres, comprender por qué los que se quedan solos tienen mejores relaciones puede ofrecer importantes lecciones sobre la felicidad marital a los padres que aún tienen varios años por delante para tener la casa libre de hijos.
DESCUBRIMIENTO INCÓMODO
Uno de los descubrimientos más incómodos del estudio científico es el efecto negativo que los hijos pueden tener en las relaciones que previamente eran felices. A pesar de la noción popular que los hijos unen a los padres, varios estudios han demostrado que la satisfacción conyugal y la felicidad habitualmente decaen con la llegada del primer bebé.
En junio, la revista The Journal of Advanced Nursing publicó un estudio de la Universidad de Nebraska, que evaluó la felicidad marital en 185 hombres y mujeres. El resultado declinaba al comenzar el embarazo y seguía bajo hasta que los hijos llegaban a los 5-24 meses. Otros estudios muestran que las parejas con dos hijos tienen puntajes más bajos que las que tienen un solo hijo.
Si bien tener un hijo hace felices a los padres, sin lugar a dudas, las limitaciones económicas y de tiempo pueden agregar estrés a la relación. Después del nacimiento de un hijo, las parejas tienen alrededor de un tercio de tiempo menos para estar juntos que el que gozaban cuando no tenían niños, según los investigadores del estado de Ohio.
La llegada de los hijos también representa una carga desproporcionada en las obligaciones de las mujeres, fuente habitual de conflicto marital.
Después de tener hijos, el trabajo de la casa aumenta tres veces más para las mujeres que para los varones, según los estudios del Centro de Población en Igualdad Social y de Género de la Universidad de Maryland.
Pero gran parte de la investigación en felicidad marital e hijos se concentra en los primeros años. Para comprender los efectos con el paso del tiempo, los investigadores de Berkeley rastrearon la felicidad marital entre 72 mujeres, en un estudio llamado Mills Longitudinal Study, que siguió a un grupo del alumnado del Mills College durante 50 años.
El estudio es importante porque rastreó la generación de mujeres que cambiaron las tradicionales responsabilidades familiares por trabajos fuera del hogar. Los investigadores compararon la felicidad marital de dichas mujeres cuando tenían 40 años, es decir, cuando muchas aún tenían los hijos en la casa, a principios de sus 50 años, cuando algunas ya tenían hijos mayores que se fueron del hogar y cuando cumplieron 60 años, cuando virtualmente todas tenían el nido vacío.
En todos los rubros, las que no tenían hijos en casa obtuvieron mejor puntaje en felicidad conyugal que las que los tenían. El estudio se asemeja al informe presentado el año pasado en la Asociación Norteamericana de Psicología en el que se rastreó a una docena de padres que habían sido entrevistados cuando los hijos se graduaron en la escuela secundaria, y luego diez años más tarde. Ese pequeño estudio también demostró que la mayoría de los padres obtuvieron mejor puntaje en satisfacción conyugal luego de que los hijos dejaron el hogar.
Si bien los investigadores de Berkeley elaboraron la hipótesis de que la mejoría en la felicidad conyugal provenía de la posibilidad de pasar más tiempo juntos, las mujeres de ese mismo estudio informaron que pasaban la misma cantidad de tiempo con sus parejas ya fuera que sus hijos vivieran en la casa o no. Pero agregaron que la calidad de ese tiempo era mejor.
“Hay menos interrupciones y menos estrés cuando los chicos están fuera de la casa”, aseguró la doctora Gorchoff, de Berkeley. “No era que pasaban más tiempo juntos luego de que los hijos se fueran. Es la calidad del tiempo compartido lo que mejoraba.”
Saludos
Mel.