Es importante el rol que juegan las personas más allegadas en la aparición y mantenimiento de la obesidad. Estas son habitualmente el cónyuge y los padres, pero también puede tratarse de hermanos y amigos. Estos, pueden tener interés consciente o inconsciente en que continúe con sus kilos sobrantes.
Entre cónyuges, es común encontrar que se potencia la obesidad del otro por:
Necesidad de justificar, ante la pareja, y/o ante uno mismo, la inapetencia sexual.
Deseo de no dar la posibilidad de que haya un nuevo episodio de impotencia eréctil.
Miedo al abandono por otra persona más joven, o simplemente más atractiva, o por ambas cosas.
Deseo de castigar a la pareja por supuestas o reales ofensas recibidas.
Deseo de “compensar” defectos físicos que se posean, de manera que la obesidad de uno equilibra los defectos físicos del otro (su fealdad, minusvalía...)
Deseo de compensar la superioridad intelectual o académica del obeso.
Dependencia, buscando la seguridad de no ser abandonado, fomentando aquello que es una limitación en su pareja.
Etc.
Este deseo de potenciar la obesidad del esposo o de la esposa puede llevarse a cabo de varias maneras:
• Cocinando, o proponiendo, las más apetitosas comidas justo cuando inicia un régimen.
• Creando, una fuerte expectativa en torno a la bajada de peso, de manera que la persona sucumba en un mar de ansiedad y tensión. Esta forma tiene la ventaja de que no es fácilmente demostrable, ya que siempre se puede argumentar que lo único que hace es demostrar interés porque la persona adelgace.
• Creando o exagerando problemas que hagan sentir al cónyuge que no es momento oportuno de concentrarse en la lucha por perder peso, pues de otro modo tendría la molesta sensación de ser una persona egoísta, que desatiende otros asuntos, como los hijos, el negocio, etc.
• Provocando recuerdos o sensaciones que lleven al cónyuge a sentirse fuertemente ansioso o desanimado, con lo que su necesidad de comer, aumenta.
• Minusvalorando la importancia de los kilos perdidos al inicio del régimen, por ejemplo usando frases del tipo “no se te nota nada que hayas bajado de peso”, “tanto esfuerzo y nada, no sé si vale la pena”, etc.
• Exagerando las dificultades que tiene la pérdida de peso, tal vez usando frases como “tu hermana lo intentó, y a pesar de la gran fuerza de voluntad que tiene no lo consiguió”, “al principio se empieza con muchas ganas, pero luego...”, etc. O simplemente señalando los inconvenientes, tal como la molestia de cocinar cosas al margen de los demás, el costo económico del tratamiento, etc.
• Planteando en ese momento cuestiones pendientes que causen ansiedad o depresión, tal como la imperiosa necesidad de cambiar el piso de la cocina, o la ortodoncia de la hija, etc.
• Etc.
Este comportamiento no se da en todas las parejas, solo en algunas, y es muy dificultoso darse cuenta ya que es sutil y suele pasar desapercibido.
Además, al margen del boicot que puede existir por parte de la pareja en el proceso de adelgazamiento, cuando el obeso consigue suprimir, de manera estable, un problema de obesidad, sobre todo si esta obesidad ya existía en el momento de formarse la pareja, la estabilidad de la relación puede estar en peligro.
Esto puede ocurrir en muchas ocasiones por varias razones posibles:
1. Porque la persona que ha adelgazado puede, lógicamente, sentir una fuerte subida de autoestima, y con ello hacerse más exigente respecto de su vida en pareja (tener una vida social más intensa, relaciones sexuales más frecuentes o variadas, un comportamiento más atento y considerado, destinar más gastos a ropa, viajes, etc son cambios que pueden abocar a la pareja a una etapa de crisis).
2. Porque la obesidad, ahora superada, estuviera “compensando” alguna carencia por parte de la pareja, tal como sus modales menos refinados, su menor grado de iniciativa, un nivel intelectual menor, etc, que ahora ya no se tolera. (Es decir, ambos cónyuges pueden sentir que “valen lo mismo”, ya que los defectos de uno de ellos sean equiparables a los defectos del otro.
Así, mientras el esposo nota que no está muy dotado intelectualmente, puede sentir que esto no lo deja en inferioridad de condiciones, ya que ella, debido a su obesidad no tiene demasiado atractivo físico. Al adelgazar eficazmente y mantenerse en el peso correcto, de alguna forma rompe el “equilibrio de valor” entre uno y otro. Y restablecerlo no es fácil.)
3. Por el hecho de que, una vez superada la obesidad, la persona que ha obtenido tan importante logro se lance a la consecución de nuevas metas largamente soñadas, tal como estudiar, actividades sindicales, artísticas, etc.
Se produce en estos casos, un despegue personal que puede desequilibrar la pareja si el cónyuge no tiene una evolución equivalente y/o si no existen fuertes puntos de anclaje entre ambos.
Muchas parejas logran adaptarse a estos cambios y encuentran un nuevo y satisfactorio equilibrio. Otras se enfrentan a la ruptura o mantienen un matrimonio devaluado.
En algunas otras, la incapacidad para superar estos “efectos secundarios” del adelgazamiento lleva a la recuperación del peso perdido, con lo que se restablece el equilibrio, eso si, pagando el precio de una fuerte insatisfacción personal de quien logra adelgazar y ahora vuelve a engordar.
SALUDOS
MEL.