¡Vaya!, dude tanto al poner esto aquí. No estuve segura en que subforo colocarlo, creo que ya es muy tarde para tomarlo en la "cafetería", "hoy me siento"... bien, ¿cómo decirlo?; quizás sea el cansancio que me impide sentirme del todo. Y definitivamente no tiene nada que ver con "belleza, moda y accesorios". Entonces...
Debería advertir que esta es una de esas historias largas, larguísimas que suelo narrar, con esos momentos donde mi papel de belucienta sale a relucir, pero como lo escribí arriba, es tarde y otra vez el insomnio ha podido más, eso sumado al ocio. Así que intentaré ser breve.
Pues bien, hace unos días estaba aseando mi habitación, reacomodaba algunos libros cuando de entre estos cayó una nota, tenía varios dobleces por lo que no me pareció lamentable arrojarla a la basura, pero mi mala puntería hizo que cayera fuera de la papelera y con disgusto me acerque para levantarla, un poco de curiosidad le dio una segunda oportunidad y la desdoble para ver de qué se trataba. He escuchado en alguna parte que: "el recordar, es vivir", y precisamente ahí estaba, un trozo de tantos años atrás, y sonreí de la misma forma que ahora lo hago.
Sería aproximadamente por el 2010, que salía tarde de mi última clase, ¡sí!, un verano que se transformaba en otoño rápidamente. Era tarde porque a esas horas los vigilantes revisaban aula tras aula para apresurar a los rezagados, yo venía descendiendo desde el quinto piso y como todo estaba obscuro en aquel edificio, decidí tomar otra pasillo y salir hacia los salones con mayor iluminación, ya iba por el tercer piso cuando un ruido me distrajo.
No es que fuera tan valiente, de hecho aún cosas como estas me causan un poco de temor; así que, vacilante me acerque hasta aquel aula. Había aun luz, y tan solo empuje un poco la puerta para poder observar dentro, los asientos ya ordenados, las pizarras limpias y él de cuclillas en el piso guardando los libros que, (seguro), torpemente resbalaron de sus manos. Sí, nada tenía de especial aquella escena, sin embargo, y quizás al sentirse observado, giró, me miro y sonrió.
Tal vez fue solo eso, el no esperar tal reacción de un desconocido; quizás porque era tarde, estaba cansada. Pudo pasar también, que la luz que ilumino su rostro era tan brillante y él solo estaba situado en el ángulo justo, o quizás ese era el momento que mi corazón decidió para advertirme sobre la terrible arritmia que sufría, y de la cual antes no había sido consiente. Sí, valiente nunca he sido, tan solo recuerdo haber dado medía vuelta para salir huyendo.
Los siguientes días pase recordando aquel suceso, y esa extraña reacción que aunque me costara reconocerlo, fue tan agradable. Ahora me era más sencillo distinguirlo entre la marea de estudiantes, siempre corriendo de un lugar a otro, a veces permanecía en algún pasillo solitario, mirando hacia la nada con aire distraído. Poco a poco me descubrí investigando más sobre él, era dos años mayor, pertenecía al grupo de consejeros eso se traducía a un buen promedio, era bastante sociable, pero solo tenía un mejor amigo quien poseía una voz muy "peculiar", ninguna de sus clases coincidía con las mías, pero salíamos a la misma hora, y pronto me sorprendí corriendo por todo el pasillo para llegar hasta el tercer piso a esa hora.
Un día, él se encontraba mirando hacia el horizonte desde el cuarto piso, (la universidad tiene una hermosa vista desde los pisos superiores) y yo, no pude dejar de mirarlo. Él, él me gustaba...
¡También lo supe!, era una tontería que sintiera algo por un desconocido, no sabía su comida favorita, no sabía que hacia después de clases, sus hobbies, el nombre de sus padres, ¿tendría hermanos?, ¡su voz! solo le había escuchado decir un par de palabras (pero eso no es un buen ejemplo, tenía una voz tan grave que me provocaba el derretirme y envararme por todo el piso), pero entre lo más ridículo, es que no sabía su nombre.
Fue entonces que me idee un plan, ya que era consejero tan solo debía descubrir algún problema, alguna irregularidad, alguna duda que tuviera para ir con él y pedir su "ayuda", ¡claro! lo más seguro es que tuviera aquella expresión soñadora mientras él hablaba, pero no importaba, podía arriesgarme. No, eso no era verdad, tan solo me acerque unos pasos a él y me paralice completamente, no pude hablar. ¡No!, ¡eso no era nada justo! Debía encontrar una forma para comunicarme con él, algo, un medio, lo que fuera...
Y entonces se me ocurrió, (permítanme colocarme una bolsa de papel sobre el rostro en este punto), le escribí una carta. De la forma más infantil y ridícula, le escribí sobre lo que sentía, pero ahora un nuevo problema surgía, ¿cómo se la haría llegar? Fue entonces que una amiga me ofreció sus servicios de mensajería, eso implico que todos nuestros amigos lo supieran, pero para cuando quise arrepentirme, él ya tenía la "famosa" carta en sus manos. Imaginen mi sonrojo cuando lo vi a mitad del pasillo leyendo, peor aun cuando saco su celular y tecleo, e inmediatamente el mío timbro. ¿Cómo?, ¿cuándo?, yo no había escrito mi número telefónico, sin embargo tenía un mensaje suyo. ¡Amigos!, ¡amigos!, ¡benditos amigos que lo vienen a complicar todo!....
Bien, claro que aún hay más pero creo que esto quedo muy largo y ya es muy tarde, comienzo a toser por el frio que se resiente en la habitación. Si alguien leyó esto (¡vaya!, deben estar muy aburridos), a mí me entretiene compartir esto porque, bueno...
Quizás "mañana" lo concluya, saludos a todos y les deseo un exitoso inicio de semana …
Debería advertir que esta es una de esas historias largas, larguísimas que suelo narrar, con esos momentos donde mi papel de belucienta sale a relucir, pero como lo escribí arriba, es tarde y otra vez el insomnio ha podido más, eso sumado al ocio. Así que intentaré ser breve.
Pues bien, hace unos días estaba aseando mi habitación, reacomodaba algunos libros cuando de entre estos cayó una nota, tenía varios dobleces por lo que no me pareció lamentable arrojarla a la basura, pero mi mala puntería hizo que cayera fuera de la papelera y con disgusto me acerque para levantarla, un poco de curiosidad le dio una segunda oportunidad y la desdoble para ver de qué se trataba. He escuchado en alguna parte que: "el recordar, es vivir", y precisamente ahí estaba, un trozo de tantos años atrás, y sonreí de la misma forma que ahora lo hago.
Sería aproximadamente por el 2010, que salía tarde de mi última clase, ¡sí!, un verano que se transformaba en otoño rápidamente. Era tarde porque a esas horas los vigilantes revisaban aula tras aula para apresurar a los rezagados, yo venía descendiendo desde el quinto piso y como todo estaba obscuro en aquel edificio, decidí tomar otra pasillo y salir hacia los salones con mayor iluminación, ya iba por el tercer piso cuando un ruido me distrajo.
No es que fuera tan valiente, de hecho aún cosas como estas me causan un poco de temor; así que, vacilante me acerque hasta aquel aula. Había aun luz, y tan solo empuje un poco la puerta para poder observar dentro, los asientos ya ordenados, las pizarras limpias y él de cuclillas en el piso guardando los libros que, (seguro), torpemente resbalaron de sus manos. Sí, nada tenía de especial aquella escena, sin embargo, y quizás al sentirse observado, giró, me miro y sonrió.
Tal vez fue solo eso, el no esperar tal reacción de un desconocido; quizás porque era tarde, estaba cansada. Pudo pasar también, que la luz que ilumino su rostro era tan brillante y él solo estaba situado en el ángulo justo, o quizás ese era el momento que mi corazón decidió para advertirme sobre la terrible arritmia que sufría, y de la cual antes no había sido consiente. Sí, valiente nunca he sido, tan solo recuerdo haber dado medía vuelta para salir huyendo.
Los siguientes días pase recordando aquel suceso, y esa extraña reacción que aunque me costara reconocerlo, fue tan agradable. Ahora me era más sencillo distinguirlo entre la marea de estudiantes, siempre corriendo de un lugar a otro, a veces permanecía en algún pasillo solitario, mirando hacia la nada con aire distraído. Poco a poco me descubrí investigando más sobre él, era dos años mayor, pertenecía al grupo de consejeros eso se traducía a un buen promedio, era bastante sociable, pero solo tenía un mejor amigo quien poseía una voz muy "peculiar", ninguna de sus clases coincidía con las mías, pero salíamos a la misma hora, y pronto me sorprendí corriendo por todo el pasillo para llegar hasta el tercer piso a esa hora.
Un día, él se encontraba mirando hacia el horizonte desde el cuarto piso, (la universidad tiene una hermosa vista desde los pisos superiores) y yo, no pude dejar de mirarlo. Él, él me gustaba...
¡También lo supe!, era una tontería que sintiera algo por un desconocido, no sabía su comida favorita, no sabía que hacia después de clases, sus hobbies, el nombre de sus padres, ¿tendría hermanos?, ¡su voz! solo le había escuchado decir un par de palabras (pero eso no es un buen ejemplo, tenía una voz tan grave que me provocaba el derretirme y envararme por todo el piso), pero entre lo más ridículo, es que no sabía su nombre.
Fue entonces que me idee un plan, ya que era consejero tan solo debía descubrir algún problema, alguna irregularidad, alguna duda que tuviera para ir con él y pedir su "ayuda", ¡claro! lo más seguro es que tuviera aquella expresión soñadora mientras él hablaba, pero no importaba, podía arriesgarme. No, eso no era verdad, tan solo me acerque unos pasos a él y me paralice completamente, no pude hablar. ¡No!, ¡eso no era nada justo! Debía encontrar una forma para comunicarme con él, algo, un medio, lo que fuera...
Y entonces se me ocurrió, (permítanme colocarme una bolsa de papel sobre el rostro en este punto), le escribí una carta. De la forma más infantil y ridícula, le escribí sobre lo que sentía, pero ahora un nuevo problema surgía, ¿cómo se la haría llegar? Fue entonces que una amiga me ofreció sus servicios de mensajería, eso implico que todos nuestros amigos lo supieran, pero para cuando quise arrepentirme, él ya tenía la "famosa" carta en sus manos. Imaginen mi sonrojo cuando lo vi a mitad del pasillo leyendo, peor aun cuando saco su celular y tecleo, e inmediatamente el mío timbro. ¿Cómo?, ¿cuándo?, yo no había escrito mi número telefónico, sin embargo tenía un mensaje suyo. ¡Amigos!, ¡amigos!, ¡benditos amigos que lo vienen a complicar todo!....
Bien, claro que aún hay más pero creo que esto quedo muy largo y ya es muy tarde, comienzo a toser por el frio que se resiente en la habitación. Si alguien leyó esto (¡vaya!, deben estar muy aburridos), a mí me entretiene compartir esto porque, bueno...
Quizás "mañana" lo concluya, saludos a todos y les deseo un exitoso inicio de semana …