CINCO CAMPANAS
Érase una vez una posada llamada "La Estrella de Plata".
Su dueño hacía todo cuanto podía por su clientela. Se esforzaba por hacer de su posada un lugar confortable, por atender cordialmente a los clientes y cobrar precios razonables. Sin embargo, el dinero no alcanzaba.
Desesperado, acudió a un sabio. Éste, tras escuchar su sincera preocupación, le dijo:
- La forma en que puedes revertir esta situación es muy sencilla. Cámbiale el nombre a la posada.
- ¡Imposible! - dijo el posadero. ¡Se ha llamado "La Estrella de Plata" durante generaciones, y así la conoce todo el país!
El sabio continuó diciendo:
- A partir de ahora debes llamarla "Las Cinco Campanas".
- ¿Las cinco campanas? -preguntó sorprendido el dueño-. ¿Qué clase de nombre es ese?
El sabio prosiguió con sus instrucciones:
- Debes, además, colgar seis campanas en la entrada.
- ¿Seis campanas? ¡Eso es absurdo! ¿Para qué va a servir?
El sabio no dijo nada más.
Eran tan pobres y débiles las esperanzas que tenía, que el posadero decidió hacer exactamente lo pedido por el sabio.
Y esto fue lo que sucedió…
No había ningún viajero que, al pasar por delante de la posada, resistiera la tentación de hacer notar el terrible error que el dueño de la posada había cometido. ¡Llamar a un lugar “Las Cinco Campanas” y colgar seis en la entrada era una garrafal equivocación que no podía pasarse por alto!
Una vez que el viajero ingresaba al lugar, quedaba tan impresionado por la cordialidad, calidez y esmerado servicio, que decidía alojarse en la posada.
Y así fue cómo con el tiempo, el dueño consiguió saldar todas sus deudas y ahorrar una pequeña fortuna, recordando siempre que no hay nada que le brinde tanto placer al ego como corregir los errores de los demás.
Érase una vez una posada llamada "La Estrella de Plata".
Su dueño hacía todo cuanto podía por su clientela. Se esforzaba por hacer de su posada un lugar confortable, por atender cordialmente a los clientes y cobrar precios razonables. Sin embargo, el dinero no alcanzaba.
Desesperado, acudió a un sabio. Éste, tras escuchar su sincera preocupación, le dijo:
- La forma en que puedes revertir esta situación es muy sencilla. Cámbiale el nombre a la posada.
- ¡Imposible! - dijo el posadero. ¡Se ha llamado "La Estrella de Plata" durante generaciones, y así la conoce todo el país!
El sabio continuó diciendo:
- A partir de ahora debes llamarla "Las Cinco Campanas".
- ¿Las cinco campanas? -preguntó sorprendido el dueño-. ¿Qué clase de nombre es ese?
El sabio prosiguió con sus instrucciones:
- Debes, además, colgar seis campanas en la entrada.
- ¿Seis campanas? ¡Eso es absurdo! ¿Para qué va a servir?
El sabio no dijo nada más.
Eran tan pobres y débiles las esperanzas que tenía, que el posadero decidió hacer exactamente lo pedido por el sabio.
Y esto fue lo que sucedió…
No había ningún viajero que, al pasar por delante de la posada, resistiera la tentación de hacer notar el terrible error que el dueño de la posada había cometido. ¡Llamar a un lugar “Las Cinco Campanas” y colgar seis en la entrada era una garrafal equivocación que no podía pasarse por alto!
Una vez que el viajero ingresaba al lugar, quedaba tan impresionado por la cordialidad, calidez y esmerado servicio, que decidía alojarse en la posada.
Y así fue cómo con el tiempo, el dueño consiguió saldar todas sus deudas y ahorrar una pequeña fortuna, recordando siempre que no hay nada que le brinde tanto placer al ego como corregir los errores de los demás.