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Era una pareja de esposos donde podía verse que él era cortés con ella. Casi siempre el esposo tenía el detalle -entre otros más- de abrirle la puerta del carro a su esposa, ella sabía esto y por eso era costumbre esperar tranquilamente que le abran la puerta para bajar.
Un día llegaron de hacer compras junto con sus hijos, ellos bajaron con algunas bolsas y el papá cogió el resto de las pesadas bolsas con el objetivo de que su esposa baje cómodamente sin cargar ninguna bolsa. El esposo se fue raudamente a la cocina y empezaron con los preparativos para el almuerzo familiar.
Pasados diez minutos, la agudeza del esposo se evidenció cuando preguntó a sus hijos: “¿Dónde está su mamá?”. Los chicos se miraron y se encogieron de hombros sin saber qué responder. El papá sintió que la sangre se le subía rápidamente a la cabeza al recordar que por no incomodar a su esposa con las bolsas, había olvidado el detalle de abrir la puerta del carro; es así que corrió rápidamente al garaje y la halló a su esposa sentada tranquilamente.
- Perdóname, por sacar las bolsas y que haya olvidado abrirte la puerta -dijo él, esperando que la situación no tarde en explotar por el descuido.
Después de una breve pausa, ella lo miró con dulzura y le dijo:
- ¡Yo sabía que ibas a regresar, y eso es lo único que importa!
El lenguaje del diablo es la queja, la crítica y la ofensa; el lenguaje de los cielos es la alabanza. Tenemos que alinearnos al lenguaje de Dios. Depende de nosotras si queremos sacar lo mejor o lo peor de los hombres. A los hombres no les gusta que sus esposas se limiten a “quejarse siempre de todo”, es algo que detestan: Mujeres que siempre están en constantes quejas, reclamos y cantaletas. Con este diario estilo de vida, para ellos es sumamente difícil tenerlas contentas.
Son pocas las esposas que esperan a los esposos con algunos detalles, pero son muchas las que tienen una queja reservada para cuando el esposo llegue de trabajar. Es vital que no dejemos que el mundo posmoderno nos robe la esencia del amor y del matrimonio, el matrimonio ha sido diseñado para disfrutarlo, no para aguantarlo.
Honrando a nuestro esposo con un buen trato y con las palabras adecuadas, estamos apuntalando su autoridad en el hogar. Siempre tendremos dos alternativas para decir lo que queremos o necesitamos, como en el siguiente ejemplo:
“Mi amor, ¿por qué no sales con nuestra hija? Ella está necesitando más atención… yo siento que ella necesita estar contigo porque te ama muchísimo... Tú llenas el corazón de nuestra hija, cada vez que ella está contigo ella es tan dulce y tierna…”
Así el esposo se entera de la idea, pero se va dando cuenta del ingrediente adicional y esencial: Él es especial para su hija.
Sin embargo, esta suele ser la opción de muchas mujeres:
“Oye, hace tiempo que no sales con nuestra hija. ¡Qué horror! ¡Eres tan egoísta! ¡Siempre estás pensando en tus cosas! Si algo malo pasa con ella va a ser tu culpa porque tú nunca le dedicas ni un poquito de tu tiempo…”
Proverbios 14:1
Un día llegaron de hacer compras junto con sus hijos, ellos bajaron con algunas bolsas y el papá cogió el resto de las pesadas bolsas con el objetivo de que su esposa baje cómodamente sin cargar ninguna bolsa. El esposo se fue raudamente a la cocina y empezaron con los preparativos para el almuerzo familiar.
Pasados diez minutos, la agudeza del esposo se evidenció cuando preguntó a sus hijos: “¿Dónde está su mamá?”. Los chicos se miraron y se encogieron de hombros sin saber qué responder. El papá sintió que la sangre se le subía rápidamente a la cabeza al recordar que por no incomodar a su esposa con las bolsas, había olvidado el detalle de abrir la puerta del carro; es así que corrió rápidamente al garaje y la halló a su esposa sentada tranquilamente.
- Perdóname, por sacar las bolsas y que haya olvidado abrirte la puerta -dijo él, esperando que la situación no tarde en explotar por el descuido.
Después de una breve pausa, ella lo miró con dulzura y le dijo:
- ¡Yo sabía que ibas a regresar, y eso es lo único que importa!
El lenguaje del diablo es la queja, la crítica y la ofensa; el lenguaje de los cielos es la alabanza. Tenemos que alinearnos al lenguaje de Dios. Depende de nosotras si queremos sacar lo mejor o lo peor de los hombres. A los hombres no les gusta que sus esposas se limiten a “quejarse siempre de todo”, es algo que detestan: Mujeres que siempre están en constantes quejas, reclamos y cantaletas. Con este diario estilo de vida, para ellos es sumamente difícil tenerlas contentas.
Son pocas las esposas que esperan a los esposos con algunos detalles, pero son muchas las que tienen una queja reservada para cuando el esposo llegue de trabajar. Es vital que no dejemos que el mundo posmoderno nos robe la esencia del amor y del matrimonio, el matrimonio ha sido diseñado para disfrutarlo, no para aguantarlo.
Honrando a nuestro esposo con un buen trato y con las palabras adecuadas, estamos apuntalando su autoridad en el hogar. Siempre tendremos dos alternativas para decir lo que queremos o necesitamos, como en el siguiente ejemplo:
“Mi amor, ¿por qué no sales con nuestra hija? Ella está necesitando más atención… yo siento que ella necesita estar contigo porque te ama muchísimo... Tú llenas el corazón de nuestra hija, cada vez que ella está contigo ella es tan dulce y tierna…”
Así el esposo se entera de la idea, pero se va dando cuenta del ingrediente adicional y esencial: Él es especial para su hija.
Sin embargo, esta suele ser la opción de muchas mujeres:
“Oye, hace tiempo que no sales con nuestra hija. ¡Qué horror! ¡Eres tan egoísta! ¡Siempre estás pensando en tus cosas! Si algo malo pasa con ella va a ser tu culpa porque tú nunca le dedicas ni un poquito de tu tiempo…”
Proverbios 14:1
La mujer sabia edifica su casa; Mas la necia con sus manos la derriba
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