El buen samaritano. Lucas 10, 25.-
Un maestro de la Ley, que quería ponerlo a prueba, se levanto y le dijo: “Maestro, ¿Qué debo hacer para conseguir la vida enterna” Jesús le dijo: “¿Que esta escrito en la Escritura? ¿Qué lees en ella?” El hombre contesto: “Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tus fuerzas y con toda tu mente; y amaras a tu prójimo como a ti mismo.” Jesús le dijo: ¡Excelente respuesta! Has eso y vivirás.” El otro, que quería justificar su pregunta, replico: “Y quien es mi prójimo?
Jesús empezó a decir: “Bajaba un hombre por el camino de Jerusalén a Jericó y cayo en manos de unos bandidos, que lo despojaron hasta sus ropas, lo golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto.
Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote; lo vio, tomo el otro lado y siguió. Lo mismo hizo un levita que llego a ese lugar: lo vio, tomo el otro lado y pasó de largo.
Un samaritano también paso por aquel camino y lo vio, pero este se compadeció de el. Se acerco y curo sus heridas con aceite y vino y se las vendo; después lo monto sobre el animal que traía, lo condujo a una posada y se encargo de cuidarlo.
Al día siguiente saco dos monedas y se las dio al posadero diciéndole: “Cuídalo, y si gastas mas, yo te lo pagare a mi vuelta.”
Jesús entonces le pregunto: “Según tu parecer, ¿Cuál de estos tres fue el prójimo del hombre que cayo en manos de los salteadores?” El maestro de la Ley contesto: “El que se mostró compasivo con el.” Y Jesús le dijo: “Vete y haz tu lo mismo.”
EXPLICACION:
EL PROJIMO
¿Quién es mi prójimo? El maestro de Ley esperaba que le asignaran los límites exactos de su deber. ¿A quien tenia que atender? ¿A los de su familia?, ¿a los hermanos de raza?, ¿a otros, tal vez?
Es significativo que Jesús concluye su relato con otra pregunta diferente de la primera: ¿Cuál de estos tres fue el prójimo? Es como si dijera: no calcules para saber quien es tu prójimo, sino déjate llevar por el llamado que sientes en ti y hazte prójimo, próximo a tu hermano que te necesita. Mientras consideremos la Ley del amor como una obligación, no será ese el amor que Dios quiere.
El amor no consiste solamente en conmoverse ante la miseria del otro. Nótese como el samaritano se detuvo a pesar de lo peligroso que era aquel lugar, pago y se comprometió a costear todo lo que fuera necesario. Mas que “hacer una caridad”, se arriesgo sin reserva ni calculo, y esto con un desconocido.
En alguna oportunidad, Martín Luther King señalaba que el amor no se conforma con aliviar al que sufre: “Para empezar, nos toca ser el buen samaritano para aquellos que han caído en el camino. Esto, sin embargo no es más que un comienzo. Pues algún día tenderemos que reconocer a la fuerza que el camino a Jericó debe ser hecho de otra manera, para que hombres y mujeres ya no sigan siendo golpeados y despojados continuamente mientras van avanzando por los caminos de la vida.”
Una vez más Jesús nos hace ver que, muchas veces, los que aparecen ser funcionarios de la religión o los que se creen cumplidores de la ley no saben amar. Fue nada menos que un samaritano, es decir, un extranjero que los judíos consideraban un hereje, quien se hizo cargo del hombre herido.