El otro día iba con una amiga a su casa . Cuando estábamos por llegar, empezó a ponerse tensa, se acabó el diálogo y partió diciendo: “seguro que todo va a estar patas pa’rriba”… “¿habrán regado?”…”seguro que esto, seguro que lo otro..” Esos “seguro que”… salían con tonos de sentencia, con el peso de alguien que sabe muy bien lo que dice.
Como todo eran puras predicciones negativas fatalistas, cada vez me compadecía más de mi pobre amiga. Al llegar a su casa me di cuenta que estaba con ella haciendo frente común, que me sentía absolutamente solidaria y que estaba con el ojo listo para encontrar
todo lo malo. Apenas entró, saludó a la rápida y se fue derecho a
inspeccionarlo todo, a encontrarle los peros a todo, haciendo los
comentarios correspondientes. Menos mal que yo recuperé mis
propios ojos y me di cuenta que su casa era de lo más normal. Sus
habitantes habían hecho todo lo que era necesario para vivir en una
casa limpia, agradable, cómoda y se tomaban sus comentarios con
andina. Parece que estaban acostumbrados…
De vuelta a mi casa empecé a atar puntas y cabos. Claro, ella
siempre le andaba buscando lo malo a las personas, a las situaciones. Consigo misma también era lapidaria. Siempre se exigía y exigía. Nada le parecía suficiente, siempre se podía más y nunca disfrutaba de los pequeños y grandes logros que pudiera tener. Era agotador estar con ella. Me di cuenta también que su familia no era como ella me la había pintado. Era incapaz de apreciarlos en lo que realmente eran.
Miraba a las personas a partir de lo que ella quería o necesitaba que fueran.
Necesitaba un marido super ordenado, meticuloso, que la esperara cada día de corbata y con flores en mano; que le adivinara sus deseos y pensamientos. Como nada de eso ocurría de manera perfecta, sentía que era un patán desconsiderado; que no se interesaba por ella, que era incapaz de comprenderla y que por supuesto no la quería. Y sin embargo en ese rato que estuve con ellos pude percibir que tenía un montón de cualidades, que tenía muy buenas relaciones con sus hijos y que sí estaba atento a ella y que al parecer la quería. Por supuesto que debe tener cosas negativas, como todos las tenemos.
Pero el punto está en que también todos tenemos cosas positivas, y si yo me lo paso sólo mirando lo negativo, mi vida y la de los que me rodean, se van a transformar en un infierno. Voy a terminar echando a perder todas mis relaciones. Además, voy a transmitir a mis hijos esa mirada sobre la vida, las personas. Les crearé una mala imagen sobre ellos mismos porque van a terminar creyendo ser lo que yo les digo que son, y yo sólo les he visto lo malo…
Y así la cadena se transmite de padres a hijos. Seguramente
mi amiga fue educada en la escuela del perfeccionismo, la crítica y del desconocimiento de lo que es verdaderamente el ser humano. Debe también ella haber crecido en un ambiente amargo, infeliz, en donde siempre se pide más y nunca se está contento con nada.