¿Cuando fue la última vez que te detuviste a contemplar el cielo lleno de estrellas, en una noche si nubes? ¿ Te has imaginado cómo sería viajar a través de los cielos, ente las estrellas? ¿Que habrá más allá de lo que nuestros ojos físicos pueden observar?
Jamie Buckingham, describió una nohe centelleante en las montañas nevadas de Carolina del Norte:
“Caminé por el oscuro sendero cubierto de nieve hacia Cowee Bald. El cielo se había despejado, revelando millones de estrellas que resplandecían en la noche fría. Solo escuchaba el gorgoteo de una pequeña quebrada al lado el camino y el suave crujir de mis zapatos sobre la nieve. Los demás ruidos nocturnos quedaron ahogados, y tuve la impresión de estar solo sobre la faz de la tierra.
»Me pregunté qué hora sería, pero echarle un vistazo a mi reloj sería un sacrilegio. Relojes, calendarios, automóviles y aviones, instrumentos de tiempo y velocidad, quedaron todos sepultados bajo el manto de quietud de la naturaleza. Removí la nieve sobre mis botas, y parado en medio del camino, eché mi cabeza hacia atrás y respiré con profundidad el aroma a pino impregnado en el aire. Miré hacia el cielo, pude ver estrellas que alumbraban con luz milenaria y reconocí que tan solo vislumbraba el margen del espacio. Más allá… el infinito y por encima de todo… el Creador.
»Recordé una cita de Kant, el filósofo alemán. Algo relacionado con dos evidencias irrefutables de la existencia de Dios: en el interior, la ley moral y en el exterior, el universo saturado de estrellas. En un suspiro susurré Su nombre: ‘Dios’
»Entonces, impactado ante su presencia, lo llamé como había aprendido a través de la experiencia: ‘Padre’
Esta noche, contempla las estrellas en el firmamento. Percibirás un destello de eternidad. ¡Qué impresionante pensamiento:
El Creador del Universo me invita a disfrutar una relación personal con Él!
Fuente: Al Atardecer con Dios.
Jamie Buckingham, describió una nohe centelleante en las montañas nevadas de Carolina del Norte:
“Caminé por el oscuro sendero cubierto de nieve hacia Cowee Bald. El cielo se había despejado, revelando millones de estrellas que resplandecían en la noche fría. Solo escuchaba el gorgoteo de una pequeña quebrada al lado el camino y el suave crujir de mis zapatos sobre la nieve. Los demás ruidos nocturnos quedaron ahogados, y tuve la impresión de estar solo sobre la faz de la tierra.
»Me pregunté qué hora sería, pero echarle un vistazo a mi reloj sería un sacrilegio. Relojes, calendarios, automóviles y aviones, instrumentos de tiempo y velocidad, quedaron todos sepultados bajo el manto de quietud de la naturaleza. Removí la nieve sobre mis botas, y parado en medio del camino, eché mi cabeza hacia atrás y respiré con profundidad el aroma a pino impregnado en el aire. Miré hacia el cielo, pude ver estrellas que alumbraban con luz milenaria y reconocí que tan solo vislumbraba el margen del espacio. Más allá… el infinito y por encima de todo… el Creador.
»Recordé una cita de Kant, el filósofo alemán. Algo relacionado con dos evidencias irrefutables de la existencia de Dios: en el interior, la ley moral y en el exterior, el universo saturado de estrellas. En un suspiro susurré Su nombre: ‘Dios’
»Entonces, impactado ante su presencia, lo llamé como había aprendido a través de la experiencia: ‘Padre’
Esta noche, contempla las estrellas en el firmamento. Percibirás un destello de eternidad. ¡Qué impresionante pensamiento:
El Creador del Universo me invita a disfrutar una relación personal con Él!
Fuente: Al Atardecer con Dios.