[b]Mi mamá y el féisbuc[/b
Las arepas ya están listas, termina de poner la mesa hija.
.- Ya estoy casi lista papá.
.-¿Y tu mamá?
.-Sigue metida en el Feisbuk, ya la llamé 3 veces.
.-Que broma chica, bueno, vamos a comer nosotros.
No es que mi mamá no fuera usuaria de Internet antes de la llegada del Feisbuk. Siendo gerente medio en una gran empresa, el correo electrónico, las búsquedas en Google y el uso de los más diversos servicios en Internet, eran parte de su día a día.
Pero cuando la concuñada de Encarnación, su amiga del colegio, la etiquetó en la foto de la graduación de la prima Conchita de la vecina Teresa, todo cambió. Poco a poco, y sin saber cómo, mi papá se vio desplazado de la computadora de la casa, que había sido su campo de juegos y dominio indiscutible, y se vio reducido al uso del televisor y al piazo e’ portatil de la oficina.
Mamá, que peleaba constantemente con mi papá porque al regresar de la oficina se quedaba pegado jugando en la computadora, se vio atrapada en una vorágine de descubrimientos de viejas amigas del colegio, incluso de la primaria, y empezó a pasar cada vez más horas pegada al monitor, el teclado y el ratón, mientras aceptaba cotufas con chocolates virtuales y compartía abrazos binarios con los amigos.
Cada tarde, al regreso del trabajo, mi mamá descubría a 5 amigas del colegio que habían cambiado su vida de forma radical, se devanaba los sesos intentando descubrir quién era esa Magaly con la que tenía 14 amigos en común y despotricaba de la porquería de foto del perfil que hacía imposible identificarla.
Las fotos siempre fueron el mayor motivo de angustia de mi mamá en sus devaneos con el Feisbuk.
.- “¡¿Pero esa será Marisabelita o su mamá?!”, “No, no, no pero es que la Tati Rodríguez tiene que tener mi misma edad, no es posible que se vea así”.
Y ni que decir que consideraba altamente antideportivo publicar fotos con más de 10 años de antigüedad, asunto que la ponía de un humor de perros.
La casa empezó a parecer el manicomio del que tanto despotricara mi mamá, la ropa sucia se acumulaba, mi papá empezó a usar camisas que sólo tenían planchadas la pechera y los puños, y si no empezamos a sufrir de escorbuto fue por el consumo regular de bebidas carbonatadas con sabor a limón.
Pero lo peor aún estaba por venir, yo pensé que nada podía ser peor, hasta que organizaron un rencuentro de la Promoción XXVI del Colegio de Nuestra Madre Santísima de la Aparición a través de Feisbuk.
¡Bárbaro! Era como si un meteorito fuera a impactar la tierra y hubiera que ponerse al día con todo lo que se tenía pendiente en esta vida, y las dos o tres reencarnaciones siguientes.
El viaje a Argentina que tenía un año de planificado se canceló, y los fondos fueron reconvertidos a una indispensable lipoescultura de los codos.
Se declaró una guerra abierta a la celulitis donde la 5ta Brigada de Masajistas Motorizados tuvo una destacada participación.
Las fotos de todas las participantes en el reencuentro de marras fueron ampliadas y mejoradas al mejor estilo CSI con el fin de determinar el número, longitud y profundidad de las patas de gallo, fecharlas y determinar si habían sido alteradas mediante el uso del fotochop.
El historial profesional y familiar de cada una de las excompañeras de liceo de mi mamá fue sujeto a un escrutinio digno del servicio secreto, cualquier inconsistencia sobre la profesión, escalafón, ingresos y nivel de vida era resaltada para el posterior interrogatorio que se esperaba.
Ni siquiera los logros de los hijos escapaban de los planes urdidos para el diabólico reencuentro, y de esta forma me vi inscrita en clases de Kárate y Escultura.
Afortunadamente mis notas eran buenas, porque hasta un dieciocho era visto feo en comparación con las mentes prodigiosas de los hijos de las “muchachas”.
Finalmente después de hacerse un velo de novia en una exclusiva estética, mi mamá se vistió con sus mejores galas y se lanzó a su reencuentro de la Promoción XXVI del Colegio de Nuestra Madre Santísima de la Aparición, lo que yo sospechaba que iba a ser algo así como terminar destacada en Iraq.
Al día siguiente nos enteramos de que lo que había empezado como una inocente reunión con café y pastas secas terminó en una especie de terapia de grupo.
Susanita la portuguesa se peleó con Maríita (que retiró en 3ro) porque ella le había quitado su novio de 2do, mientras que Maritza “La Morocha” aprovechó que la Tati se quedó dormida y le pintó los cachetes como siempre lo hacía en su época.
Entre llantos, risas y conversaciones cuchicheadas y abrazos todo lo que había quedado pendiente hace treinta años siguió su curso. Sólo faltó que se firmaran las blusas y los vestidos con marcador, y el tradicional “No cambies nunca”.
Mi papá compró una computadora nueva para la casa a raíz de que su ahijado Manuel lo invitó al grupo “Caraquistas, Caraquistas y Caraquistas”, y ahora chatea con mi mamá a través del Feisbuk, y además le manda flores (virtuales) a cada rato, cosa que tenía tiempo que no hacía.
Ahora como comida más sana, siempre tengo ropa limpia y disfruto de la compañía de mi familia, y todo esto desde que me refugié en casa de la tía Jacinta, que vive en los Totoros de Pampán donde no llega Internet de ninguna forma.
TOMADO DE INTERNET, DESCONOZCO EL AUTOR.