Vamos a abordar un problema que afecta especialmente a esos padres para los que el motivo fundamental de su existencia ha sido que sus hijos "progresen como personas y se labren un futuro". Estamos hablando del síndrome del nido vacío, ese gris abismo de ausencias que se abre ante algunos padres (fundamentalmente, las madres) cuando los hijos abandonan el hogar en busca de la independencia y de forjarse su propia vida, normalmente creando a su vez una nueva familia lejos de la presencia (a veces, demasiado absorbente y posesiva) de los padres.
Esta marcha es ley de vida, y todos, padres e hijos, sabemos que alguna vez ocurrirá. pero ello no quita para que algunas madres hayan de recurrir a psicólogos para afrontar con alguna posibilidad de éxito esa crisis emocional que las invade cuando el motivo esencial de sus vidas, los hijos y sus inacabables problemas, se aleja del hogar familiar, dejándolo huérfano de vivencias, de interés, de alicientes. No aprendieron a disfrutar de la vida, a ser felices por sí mismas, a prestarse atención, a divertirse, a buscarse un tiempo de ocio y a llenarlo satisfactoriamente. Se creían (imbuidas del espíritu de sacrificio inculcado por sus madres) suficientemente realizadas en su trabajo hogareño, en la gestión de la familia, en atender a su marido, en educar a los hijos, en asesorarles y animarles en todo momento y muy especialmente, en ayudarles sin contraprestación alguna en los momentos críticos.
Esta marcha es ley de vida, y todos, padres e hijos, sabemos que alguna vez ocurrirá. pero ello no quita para que algunas madres hayan de recurrir a psicólogos para afrontar con alguna posibilidad de éxito esa crisis emocional que las invade cuando el motivo esencial de sus vidas, los hijos y sus inacabables problemas, se aleja del hogar familiar, dejándolo huérfano de vivencias, de interés, de alicientes. No aprendieron a disfrutar de la vida, a ser felices por sí mismas, a prestarse atención, a divertirse, a buscarse un tiempo de ocio y a llenarlo satisfactoriamente. Se creían (imbuidas del espíritu de sacrificio inculcado por sus madres) suficientemente realizadas en su trabajo hogareño, en la gestión de la familia, en atender a su marido, en educar a los hijos, en asesorarles y animarles en todo momento y muy especialmente, en ayudarles sin contraprestación alguna en los momentos críticos.