Hay cosas que no salen como desearíamos.
Nos enfrentamos a nuestras carencias.
Estamos llenos de preguntas sin respuesta, tales como: ¿Por qué no pude estudiar en la universidad? ¿Por qué no tengo pareja? ¿Qué pasa que no encuentro trabajo? ¿Por qué no tuve hijos, o por qué ya crecieron y no me consideran imprescindible como antes? ¿Cuándo recobraré la salud? ¿Cómo sobreponerme a ese mal momento? Y muchas más…
No hay persona alguna sobre la tierra que tenga absolutamente todo lo que desea. Claro que se puede tener éxito en muchos aspectos de nuestra existencia, pero siempre habrá algo que nos falte.
Y enseguida nos ensordece una marejada de dudas que no encuentran respuesta. En esas ocasiones, pensamos que tal vez hicimos algo malo por lo que las cosas no salen conforme a lo planeado. Y malgastamos nuestra fuerza y nuestro tiempo culpándonos por situaciones que quedaron en el pasado o intentando elucubrar qué causa externa nos provoca tanto malestar.
No sé si todo lo que pasa en nuestra vida es provocado por una razón que podamos conocer, de lo que sí estoy segura es que cada situación a la que nos enfrentamos representa una oportunidad para aprender, para crecer, para conectarnos con nosotros y con los demás, para desarrollar nuestras capacidades (las que conocemos y otras que tenemos y aún no salieron a la luz).
Si te enfocas en lo que te falta, pues vivirás lamentándote y te perderás todo lo bonito que te rodea. Es tu decisión hacerlo… o no.
Hay gente que sólo busca quedarse atascada en el pasado y rumiar por lo que no tiene, en lugar de usar esa energía para ponerse en acción, provocar un cambio interno y permitir que algunas cosas comiencen a suceder.
Si prefieres centrarte en todo lo que tienes y aceptas que en esta experiencia de vida por la que estás transitando, hay cosas que tendremos y otras que no, intentas cambiar lo modificable y te dedicas a tener una actitud positiva cada día, estarás lo suficientemente abierto y relajada como para que mucho de lo que deseas se transforme en realidad.
Con cariño,
Mel.
Nos enfrentamos a nuestras carencias.
Estamos llenos de preguntas sin respuesta, tales como: ¿Por qué no pude estudiar en la universidad? ¿Por qué no tengo pareja? ¿Qué pasa que no encuentro trabajo? ¿Por qué no tuve hijos, o por qué ya crecieron y no me consideran imprescindible como antes? ¿Cuándo recobraré la salud? ¿Cómo sobreponerme a ese mal momento? Y muchas más…
No hay persona alguna sobre la tierra que tenga absolutamente todo lo que desea. Claro que se puede tener éxito en muchos aspectos de nuestra existencia, pero siempre habrá algo que nos falte.
Y enseguida nos ensordece una marejada de dudas que no encuentran respuesta. En esas ocasiones, pensamos que tal vez hicimos algo malo por lo que las cosas no salen conforme a lo planeado. Y malgastamos nuestra fuerza y nuestro tiempo culpándonos por situaciones que quedaron en el pasado o intentando elucubrar qué causa externa nos provoca tanto malestar.
No sé si todo lo que pasa en nuestra vida es provocado por una razón que podamos conocer, de lo que sí estoy segura es que cada situación a la que nos enfrentamos representa una oportunidad para aprender, para crecer, para conectarnos con nosotros y con los demás, para desarrollar nuestras capacidades (las que conocemos y otras que tenemos y aún no salieron a la luz).
Si te enfocas en lo que te falta, pues vivirás lamentándote y te perderás todo lo bonito que te rodea. Es tu decisión hacerlo… o no.
Hay gente que sólo busca quedarse atascada en el pasado y rumiar por lo que no tiene, en lugar de usar esa energía para ponerse en acción, provocar un cambio interno y permitir que algunas cosas comiencen a suceder.
Si prefieres centrarte en todo lo que tienes y aceptas que en esta experiencia de vida por la que estás transitando, hay cosas que tendremos y otras que no, intentas cambiar lo modificable y te dedicas a tener una actitud positiva cada día, estarás lo suficientemente abierto y relajada como para que mucho de lo que deseas se transforme en realidad.
Con cariño,
Mel.