Hoy quiero escribirles sobre la violencia femenina.
Ese carácter tan
fuerte que muchas veces hace infelices a nuestra familia y a nuestro
entorno.
Sabemos que muchas veces ese estrés vivido, el circulo tan cerrado en
que nos desenvolvemos algunas mujeres, nos hace tener arranques
de violencia ante tal o cual situación en el hogar, algún
juguete tirado en medio de la sala, la ropa sucia sobre la cama, el
armario desarreglado, en fin, hasta la música que escuchan nuestros
hijos con volumen alto nos basta para empezar a gritar en medio de
regaños y demás.
Esa violencia que desahogamos con gritos, en lugar
de ayudarnos nos perjudica a tal grado que nuestros nervios estallan
ante la menor provocación y ni que decir de nuestra pareja que le vemos
infinidad de defectos por el simple hecho de sentirnos mal con una
misma.
Los hijos son quienes
más resienten esta actitud, los que sufren estos gritos, la
incomprensión, quienes no saben a ciencia cierta qui sucede, que hacen
mal.
Cuando llega la noche, ya calmada, acostada en tu cama, piensas una y
otra vez el porque de esta actitud tuya tan negativa, de donde proviene
ese coraje contra la vida que llevas en ti, lloras de arrepentimiento,
por esos castigos o gritos empleados a tus hijos, vas a su recamara y
los contemplas dormidos, los remordimientos llegan a ti y sólo quieres
abrazarlos y pedirles perdón por tu proceder, pero se te hace tan difícil que
solamente cierras la puerta y regresas a tu cama a seguir lamentándote
por lo sucedido.
Cuantas mujeres habremos en el mundo que recurrimos a la violencia
ante cualquier situación en lugar de arreglar las cosas con paciencia y
cariño, en lugar de hablar nos limitamos a gritar a regañar, en lugar de
enseñarles con amor a ser ordenados les criticamos su proceder.
Y ni que decir de las mujeres que aún acostumbran los golpes en lugar de
reprender, los insultos en lugar de orientar. Piensen cuanto daña una
palabra mas que un golpe, piensen como lastiman cuando deberían amar.
Imaginen que la manera en que sus hijos van creciendo dentro de este
tipo de violencia, generaran esa misma conducta cuando sean mayores,
cuando tengan su propio hogar, claro no en todos, pero si en algunos
casos, porque los hijos van tomando ejemplo de los padres en
determinadas actitudes.
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Ese carácter tan
fuerte que muchas veces hace infelices a nuestra familia y a nuestro
entorno.
Sabemos que muchas veces ese estrés vivido, el circulo tan cerrado en
que nos desenvolvemos algunas mujeres, nos hace tener arranques
de violencia ante tal o cual situación en el hogar, algún
juguete tirado en medio de la sala, la ropa sucia sobre la cama, el
armario desarreglado, en fin, hasta la música que escuchan nuestros
hijos con volumen alto nos basta para empezar a gritar en medio de
regaños y demás.
Esa violencia que desahogamos con gritos, en lugar
de ayudarnos nos perjudica a tal grado que nuestros nervios estallan
ante la menor provocación y ni que decir de nuestra pareja que le vemos
infinidad de defectos por el simple hecho de sentirnos mal con una
misma.
Los hijos son quienes
más resienten esta actitud, los que sufren estos gritos, la
incomprensión, quienes no saben a ciencia cierta qui sucede, que hacen
mal.
Cuando llega la noche, ya calmada, acostada en tu cama, piensas una y
otra vez el porque de esta actitud tuya tan negativa, de donde proviene
ese coraje contra la vida que llevas en ti, lloras de arrepentimiento,
por esos castigos o gritos empleados a tus hijos, vas a su recamara y
los contemplas dormidos, los remordimientos llegan a ti y sólo quieres
abrazarlos y pedirles perdón por tu proceder, pero se te hace tan difícil que
solamente cierras la puerta y regresas a tu cama a seguir lamentándote
por lo sucedido.
Cuantas mujeres habremos en el mundo que recurrimos a la violencia
ante cualquier situación en lugar de arreglar las cosas con paciencia y
cariño, en lugar de hablar nos limitamos a gritar a regañar, en lugar de
enseñarles con amor a ser ordenados les criticamos su proceder.
Y ni que decir de las mujeres que aún acostumbran los golpes en lugar de
reprender, los insultos en lugar de orientar. Piensen cuanto daña una
palabra mas que un golpe, piensen como lastiman cuando deberían amar.
Imaginen que la manera en que sus hijos van creciendo dentro de este
tipo de violencia, generaran esa misma conducta cuando sean mayores,
cuando tengan su propio hogar, claro no en todos, pero si en algunos
casos, porque los hijos van tomando ejemplo de los padres en
determinadas actitudes.
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