En una plática con mis amigas surgió una polémica sobre las relaciones con los hombres a partir de las diferencias o similitudes profesionales. Algunas decían que sus mejores parejas eran aquellas con las que compartían ciertas afinidades vocacionales; por ejemplo, Tina es arquitecta y su mejor pareja ha sido un diseñador industrial. Sin embargo, otras chicas argumentaron a favor de la diferencia profesional; por ejemplo, la Pelirroja es dramaturga y su alma gemela es un abogado penalista.
Para tratar de explicar ambas situaciones, utilizaré un término culinario tomado del vocabulario social: el maridaje, que consiste en combinar armónicamente el sabor de los alimentos y las bebidas. Existen dos tipos de maridaje: el de contraste y el de complemento. En el primero nos enfrentamos a olores y sabores que parecerían radicalmente distintos, sin embargo, cuando los conjuntamos en la boca, los sabores de una bebida detonan la intensidad de ciertos ingredientes en el platillo o viceversa. En el segundo, los sabores del alimento y la bebida son similares, por lo tanto, se acompañan, se complementan hasta el final de la experiencia culinaria sin que unos dominen o hagan resaltar al otro. Ambas experiencias resultan igualmente placenteras, pero son elegidas por cada persona según su temperamento, la compañía, el lugar, el momento, etcétera.
A partir de las experiencias de cada una de las chicas, encontramos ciertas ventajas y desventajas que generalmente se presentan en los distintos “maridajes”:
Complemento
Ventajas: cuando la pareja se desarrolla en el mismo campo profesional, puede convertirse en una bomba de creatividad y estímulo. Al hablar en el mismo idioma laboral, podrán acompañarse y comunicarse mejor; se motivarán para alcanzar mayores logros, retroalimentándose y compartiendo experiencias al respecto de temas similares. Además, existe la posibilidad de crear proyectos entre los dos y así pasar más tiempo juntos compartiendo sus pasiones profesionales.
Desventajas: la madre de todas las discusiones entre parejas que maridan por complemento son los celos profesionales. Por un lado, existe la posibilidad de que a nosotras nos vaya mejor, y eso -en general- les disgusta a ellos porque nos convertimos en “su competencia”. A veces no ocurre conscientemente, pero el sistema machista o patriarcal en el que fuimos criados no deja de meter ruido en estos casos. Y para nosotras, aun cuando fuimos educadas en la desventaja y nuestro inconsciente presenta menores resistencias al éxito profesional de nuestra pareja, no deja de haber cierta frustración callada que tiende a “aliviarse” o a incrementarse a través de aspectos como la maternidad. Cuando los celos profesionales
alimentan al ego durante una discusión de pareja, resulta mucho más difícil encontrar la solución a los problemas.
Contraste
Ventajas: el horizonte de experiencias profesionales se vuelve más diverso y colorido. Cada uno conserva cierta independencia en el desarrollo de su trabajo y esto puede evitar los celos profesionales. Debido a la distancia entre un oficio y otro, la retroalimentación llega a ser más objetiva y las críticas son menos viscerales. Si el amor es sólido, siempre habrá una admiración natural por los logros del otro.
Desventajas: la diferencia de vocaciones también puede convertirse en un abismo de incomunicación, incluso de indiferencia hacia el otro. En las discusiones o en medio del ácido de la ira, se tiende a menospreciar el trabajo del otro o a considerarlo como una “diferencia irreconciliable”. Y ni hablar de las cuestiones monetarias o de estatus; si el oficio de uno es mal pagado o poco reconocido en el círculo social de la pareja, esto puede añadir mucha tensión y desequilibrio donde no los había.
Está visto que en ambos casos existen pros y contras, lo interesante es identificar en qué tipo de relación estamos. Así, en vez de pedirle “peras al olmo” podremos aprovechar lo mejor de cada maridaje.
Y tú, ¿en qué tipo de relación te sientes mejor? ¿Prefieres el contraste o el complemento?
Para tratar de explicar ambas situaciones, utilizaré un término culinario tomado del vocabulario social: el maridaje, que consiste en combinar armónicamente el sabor de los alimentos y las bebidas. Existen dos tipos de maridaje: el de contraste y el de complemento. En el primero nos enfrentamos a olores y sabores que parecerían radicalmente distintos, sin embargo, cuando los conjuntamos en la boca, los sabores de una bebida detonan la intensidad de ciertos ingredientes en el platillo o viceversa. En el segundo, los sabores del alimento y la bebida son similares, por lo tanto, se acompañan, se complementan hasta el final de la experiencia culinaria sin que unos dominen o hagan resaltar al otro. Ambas experiencias resultan igualmente placenteras, pero son elegidas por cada persona según su temperamento, la compañía, el lugar, el momento, etcétera.
A partir de las experiencias de cada una de las chicas, encontramos ciertas ventajas y desventajas que generalmente se presentan en los distintos “maridajes”:
Complemento
Ventajas: cuando la pareja se desarrolla en el mismo campo profesional, puede convertirse en una bomba de creatividad y estímulo. Al hablar en el mismo idioma laboral, podrán acompañarse y comunicarse mejor; se motivarán para alcanzar mayores logros, retroalimentándose y compartiendo experiencias al respecto de temas similares. Además, existe la posibilidad de crear proyectos entre los dos y así pasar más tiempo juntos compartiendo sus pasiones profesionales.
Desventajas: la madre de todas las discusiones entre parejas que maridan por complemento son los celos profesionales. Por un lado, existe la posibilidad de que a nosotras nos vaya mejor, y eso -en general- les disgusta a ellos porque nos convertimos en “su competencia”. A veces no ocurre conscientemente, pero el sistema machista o patriarcal en el que fuimos criados no deja de meter ruido en estos casos. Y para nosotras, aun cuando fuimos educadas en la desventaja y nuestro inconsciente presenta menores resistencias al éxito profesional de nuestra pareja, no deja de haber cierta frustración callada que tiende a “aliviarse” o a incrementarse a través de aspectos como la maternidad. Cuando los celos profesionales
alimentan al ego durante una discusión de pareja, resulta mucho más difícil encontrar la solución a los problemas.
Contraste
Ventajas: el horizonte de experiencias profesionales se vuelve más diverso y colorido. Cada uno conserva cierta independencia en el desarrollo de su trabajo y esto puede evitar los celos profesionales. Debido a la distancia entre un oficio y otro, la retroalimentación llega a ser más objetiva y las críticas son menos viscerales. Si el amor es sólido, siempre habrá una admiración natural por los logros del otro.
Desventajas: la diferencia de vocaciones también puede convertirse en un abismo de incomunicación, incluso de indiferencia hacia el otro. En las discusiones o en medio del ácido de la ira, se tiende a menospreciar el trabajo del otro o a considerarlo como una “diferencia irreconciliable”. Y ni hablar de las cuestiones monetarias o de estatus; si el oficio de uno es mal pagado o poco reconocido en el círculo social de la pareja, esto puede añadir mucha tensión y desequilibrio donde no los había.
Está visto que en ambos casos existen pros y contras, lo interesante es identificar en qué tipo de relación estamos. Así, en vez de pedirle “peras al olmo” podremos aprovechar lo mejor de cada maridaje.
Y tú, ¿en qué tipo de relación te sientes mejor? ¿Prefieres el contraste o el complemento?