TESTIMONIO: BAJÉ 60 KILOS CON EL BY-PASS GÁSTRICO
“Les debo la vida a mis suegros que me apoyaron para la operación y corrieron con todos los gastos”
Qué mujer tan vital e irónica, fuerte. Ángeles Nebra, o mejor dicho Angie (así le llaman los suyos) se operó hace un año y seis meses de by-pass gástrico en Barcelona. Después de meditarlo varios años por miedo al quirófano, decidió someterse a la intervención, ya que era la única solución para poner punto y final a la obesidad mórbida que padecía. Tal y como ella lo describe, todo ha sido un verdadero milagro y sueño. Tiene 46 años, mide 1,67 y si antes pesaba 151 kilos y 400 gramos, ahora sólo 91. Está feliz y rebosa de alegría junto a su familia y amigas que tanto le han ayudado, pero sobre todo, está eternamente agradecida a sus suegros quienes le han pagado la operación. Se siente una mujer afortunada y al más puro estilo de Amélie Poulain aprecia cada pequeño instante que le brinda la vida. Desde un día soleado hasta poder volver a vestir unos tejanos…
¿Te costó mucho decidir si te operabas?
Me costó 16 años porque me daba mucho miedo.
Y al pasar todo este tiempo, ¿qué te empujó a operarte?
El médico me lo había recomendado, pero me daba mucho miedo y lo dejé correr. Fui al hospital de Bellvitge hace años y al final me borré de la lista de espera, que tenía cuatro años. Pero últimamente, mi hermano sobre todo, me machacó mucho para que lo hiciera y mis amigas también.
Sí porque quizás, si hubieras vuelto a la lista de espera de la seguridad social…
Ya no estaría aquí, y si estuviera estaría empotrada en una silla, segurísimo. Además que me dijeron los médicos que en cinco años estaría en una silla de ruedas.
¿Cuánto te ha costado la intervención?La operación valía 12.900 € y aparte las pruebas que me tenía que hacer antes de operarme.
Durante el tiempo que has sufrido obesidad, ¿qué has echado de menos?
He echado de menos el poder bañarme en la playa sin complejo y sin horror; ir de excursión con mi hijo a andar; ponerme un pantalón que en 17 años no he llevado ninguno; ponerme sandalias… He echado de menos mil cosas.
¿Has tenido problemas para encontrar ropa de tu talla?
Me imagino que hubiera tenido muchos problemas, pero mi madre es modista y siempre me ha hecho ella la ropa.
¿A qué edad empezaste a ganar peso?
Empecé a los 29 años a consecuencia de hipertiroidismo, después de nacer mi hijo. Entonces empecé a engordar a pasos agigantados.
¿Y cómo fue la intervención?
Estaba genial. El médico me miraba como si fuera una extraterrestre. Me subieron de semintensivos, que estuve unas tres horas, e iba hablando como ahora, y es que el médico no se lo podía creer. Vino el equipo médico a verme al cabo de unas horas de haberme operado y yo venga a hablar. Y al final me dijeron que nunca habían visto a nadie subir de un quirófano de esa manera. Me imagino que era la felicidad de saber que había despertado, porque mi miedo era no despertarme. Yo creo que al anestesista lo traumaticé de por vida (risas).
¿Por qué?
Cuando estaba en la mesa de quirófano con todos a mi alrededor, se me acercó el anestesista, un chico joven, se sentó, y le dije “contigo tengo yo que hablar”. Le dije “pobre de ti que no me despierte porque arriba en la calle hay mucha gente que me espera. Piensa que como no me despierte, algún día nos encontraremos” (risas) ¡Pobre hombre, me miraba con una cara de desesperación!
En las primeras visitas, ¿te hicieron una evaluación psicológica?
Sí. La primera pregunta que me hicieron fue si me había intentado suicidar y yo entonces le dije al médico “¿yo?, no se me hubiera ocurrido nunca”. Entonces se me quedó mirando y me dijo que me sorprendería de la de gente que había respondido que sí. Es que te limita para todo en la vida, y el que diga que no, es porque miente. Es como un milagro, un sueño. Para mí es un sueño porque hay veces que pienso que me voy a despertar porque no me he enterado.
Ahora después de la operación, ¿qué tratamiento has de seguir?
Después de la operación me dieron unas vitaminas y normalmente suelen dar hierro contra la anemia.
¿Te han recomendado que hagas ejercicio o deporte?
Me han recomendado hacer deporte y como mínimo andar.
La barrera más difícil ya la has pasado…
Sí, para mí lo más importante era mi salud, el encontrarme bien. La sensación de poder andar sin dolores no me lo puedo creer. He pasado de tomar calmantes diarios a no tomar ni uno en 15 meses, ni después de la operación. Me inyectaban, me imagino, los calmantes a través del suero cuando estuve ingresada. Me dieron gelocatil de recetas cuando salí al tercer día y pensaba que me moriría del dolor, pero no me llegué a tomar ninguno porque no he tenido ningún dolor. La verdad es que les debo la vida a mis suegros y al equipo médico. Es que he nacido dos veces.
Por tus problemas de peso, ¿crees que has tenido problemas para encontrar trabajo?
No lo he buscado, pero sé que hubiera tenido problemas. En la familia de mi marido, una prima de él, estuvo muchos años sin operar y nadie le dio trabajo. Te marca la vida. Mi hijo Javier, por ejemplo, jamás me ha visto bajar las escaleras de forma normal. Cuando me vio hacerlo por primera vez, no se lo podía creer, y le hacía una ilusión que se moría. Es volver a vivir.
Para sentirse bien por dentro, ¿hay que sentirse bien por fuera?
Sí, totalmente, al menos yo, porque además de limitarte físicamente en todo, psicológicamente te machaca. Tú sientes que la gente te mira. Por ejemplo no podía ir al cine porque no cabía en el asiento, me clavaba en los lados del asiento. Tampoco me atrevía a coger un avión en estos años porque sabía que tendría que coger dos asientos; en el metro no me podía sentar. Luego, cuando mi hijo era más pequeño los niños en el colegio se metían con él atacándole conmigo. Javier nunca me lo dijo, porque es así, pero ha sufrido. Yo lo he sabido por otras mamás.
Además de la obesidad mórbida, ¿sufrías otras comorbilidades?
Sí, tenía amena, ataques de ansiedad brutales, y aparte de la movilidad, tenía mucho dolor de estómago. Según que comidas me provocaban ardor de estómago. Me sacaron una hernia de hiato en las pruebas y pensé que no me podían operar, pero era muy pequeña. Todo lo que antes me provocaba ardor de estómago, ahora no me lo provoca para nada. Es muy curioso pero no podía comer tomates y desde que me operaron, no puedo pasar ni un día sin comer tomates.
¿Comes lo que quieres?
Sí. Como absolutamente de todo, pero menos cantidad porque no te coge. Lo mejor de esta operación es poder comer de todo sin quedarte nunca con hambre y encima seguir perdiendo peso.
“Les debo la vida a mis suegros que me apoyaron para la operación y corrieron con todos los gastos”
Angie después, 60 kilos menos |
Qué mujer tan vital e irónica, fuerte. Ángeles Nebra, o mejor dicho Angie (así le llaman los suyos) se operó hace un año y seis meses de by-pass gástrico en Barcelona. Después de meditarlo varios años por miedo al quirófano, decidió someterse a la intervención, ya que era la única solución para poner punto y final a la obesidad mórbida que padecía. Tal y como ella lo describe, todo ha sido un verdadero milagro y sueño. Tiene 46 años, mide 1,67 y si antes pesaba 151 kilos y 400 gramos, ahora sólo 91. Está feliz y rebosa de alegría junto a su familia y amigas que tanto le han ayudado, pero sobre todo, está eternamente agradecida a sus suegros quienes le han pagado la operación. Se siente una mujer afortunada y al más puro estilo de Amélie Poulain aprecia cada pequeño instante que le brinda la vida. Desde un día soleado hasta poder volver a vestir unos tejanos…
¿Te costó mucho decidir si te operabas?
Me costó 16 años porque me daba mucho miedo.
Y al pasar todo este tiempo, ¿qué te empujó a operarte?
El médico me lo había recomendado, pero me daba mucho miedo y lo dejé correr. Fui al hospital de Bellvitge hace años y al final me borré de la lista de espera, que tenía cuatro años. Pero últimamente, mi hermano sobre todo, me machacó mucho para que lo hiciera y mis amigas también.
Sí porque quizás, si hubieras vuelto a la lista de espera de la seguridad social…
Ya no estaría aquí, y si estuviera estaría empotrada en una silla, segurísimo. Además que me dijeron los médicos que en cinco años estaría en una silla de ruedas.
¿Cuánto te ha costado la intervención?La operación valía 12.900 € y aparte las pruebas que me tenía que hacer antes de operarme.
Angie antes, de 151 kilos |
Durante el tiempo que has sufrido obesidad, ¿qué has echado de menos?
He echado de menos el poder bañarme en la playa sin complejo y sin horror; ir de excursión con mi hijo a andar; ponerme un pantalón que en 17 años no he llevado ninguno; ponerme sandalias… He echado de menos mil cosas.
¿Has tenido problemas para encontrar ropa de tu talla?
Me imagino que hubiera tenido muchos problemas, pero mi madre es modista y siempre me ha hecho ella la ropa.
¿A qué edad empezaste a ganar peso?
Empecé a los 29 años a consecuencia de hipertiroidismo, después de nacer mi hijo. Entonces empecé a engordar a pasos agigantados.
¿Y cómo fue la intervención?
Estaba genial. El médico me miraba como si fuera una extraterrestre. Me subieron de semintensivos, que estuve unas tres horas, e iba hablando como ahora, y es que el médico no se lo podía creer. Vino el equipo médico a verme al cabo de unas horas de haberme operado y yo venga a hablar. Y al final me dijeron que nunca habían visto a nadie subir de un quirófano de esa manera. Me imagino que era la felicidad de saber que había despertado, porque mi miedo era no despertarme. Yo creo que al anestesista lo traumaticé de por vida (risas).
¿Por qué?
Cuando estaba en la mesa de quirófano con todos a mi alrededor, se me acercó el anestesista, un chico joven, se sentó, y le dije “contigo tengo yo que hablar”. Le dije “pobre de ti que no me despierte porque arriba en la calle hay mucha gente que me espera. Piensa que como no me despierte, algún día nos encontraremos” (risas) ¡Pobre hombre, me miraba con una cara de desesperación!
En las primeras visitas, ¿te hicieron una evaluación psicológica?
Sí. La primera pregunta que me hicieron fue si me había intentado suicidar y yo entonces le dije al médico “¿yo?, no se me hubiera ocurrido nunca”. Entonces se me quedó mirando y me dijo que me sorprendería de la de gente que había respondido que sí. Es que te limita para todo en la vida, y el que diga que no, es porque miente. Es como un milagro, un sueño. Para mí es un sueño porque hay veces que pienso que me voy a despertar porque no me he enterado.
Ahora después de la operación, ¿qué tratamiento has de seguir?
Después de la operación me dieron unas vitaminas y normalmente suelen dar hierro contra la anemia.
¿Te han recomendado que hagas ejercicio o deporte?
Me han recomendado hacer deporte y como mínimo andar.
La barrera más difícil ya la has pasado…
Sí, para mí lo más importante era mi salud, el encontrarme bien. La sensación de poder andar sin dolores no me lo puedo creer. He pasado de tomar calmantes diarios a no tomar ni uno en 15 meses, ni después de la operación. Me inyectaban, me imagino, los calmantes a través del suero cuando estuve ingresada. Me dieron gelocatil de recetas cuando salí al tercer día y pensaba que me moriría del dolor, pero no me llegué a tomar ninguno porque no he tenido ningún dolor. La verdad es que les debo la vida a mis suegros y al equipo médico. Es que he nacido dos veces.
Por tus problemas de peso, ¿crees que has tenido problemas para encontrar trabajo?
No lo he buscado, pero sé que hubiera tenido problemas. En la familia de mi marido, una prima de él, estuvo muchos años sin operar y nadie le dio trabajo. Te marca la vida. Mi hijo Javier, por ejemplo, jamás me ha visto bajar las escaleras de forma normal. Cuando me vio hacerlo por primera vez, no se lo podía creer, y le hacía una ilusión que se moría. Es volver a vivir.
Para sentirse bien por dentro, ¿hay que sentirse bien por fuera?
Sí, totalmente, al menos yo, porque además de limitarte físicamente en todo, psicológicamente te machaca. Tú sientes que la gente te mira. Por ejemplo no podía ir al cine porque no cabía en el asiento, me clavaba en los lados del asiento. Tampoco me atrevía a coger un avión en estos años porque sabía que tendría que coger dos asientos; en el metro no me podía sentar. Luego, cuando mi hijo era más pequeño los niños en el colegio se metían con él atacándole conmigo. Javier nunca me lo dijo, porque es así, pero ha sufrido. Yo lo he sabido por otras mamás.
Además de la obesidad mórbida, ¿sufrías otras comorbilidades?
Sí, tenía amena, ataques de ansiedad brutales, y aparte de la movilidad, tenía mucho dolor de estómago. Según que comidas me provocaban ardor de estómago. Me sacaron una hernia de hiato en las pruebas y pensé que no me podían operar, pero era muy pequeña. Todo lo que antes me provocaba ardor de estómago, ahora no me lo provoca para nada. Es muy curioso pero no podía comer tomates y desde que me operaron, no puedo pasar ni un día sin comer tomates.
¿Comes lo que quieres?
Sí. Como absolutamente de todo, pero menos cantidad porque no te coge. Lo mejor de esta operación es poder comer de todo sin quedarte nunca con hambre y encima seguir perdiendo peso.