Es cada vez más común encontrar mujeres que ganan más dinero que sus parejas.
Aunque aún no recibimos igual paga por igual trabajo, tenemos la posibilidad de acceder, cada vez más, a puestos directivos o a ocupaciones que nos permiten generar buenos ingresos, dependiendo, lógicamente, de nuestra capacidad y de nuestra preparación académica y profesional. En este sentido, los roles sociales tienden a mutar.
Entonces, es bien habitual el caso de mujeres que perciben mayores ingresos que sus parejas. Esto en países anglosajones no representa un peso demasiado relevante para el vínculo, pero considero que para los latinos es un punto clave, que puede incluso hacer zozobrar la estabilidad de la relación.
Muchos hombres se sienten incómodos e incluso inseguros ante la idea de tener al lado a una mujer “tan independiente” que no solo no necesita de su protección, sino que también puede hacerse cargo de (parte o todos) los gastos cotidianos del hogar y de los hijos.
Aún hay muchos varones a quienes no les gusta que su esposa trabaje fuera de su casa, prefieren que se dediquen a los niños y a temas domésticos y, a lo sumo, tengan algún hobby u ocupación (rentable o no) que les insuma pocas horas semanales. Si la mujer debe trabajar por necesidades económicas, lo aceptan a regañadientes, y bajo ningún concepto aceptarían que ella sea quien más gana.
De hecho, se escucha bromear a hombres “claro que me gustaría que ella gane mucho dinero”, “dejaría de trabajar si eso sucede”, pero en la práctica, aunque gracias a esta realidad la economía del hogar sea más holgada, se sentirían invadidos en su rol masculino de ser los principales proveedores del sustento familiar – creo que esta costumbre social tan arraigada no se ha revertido, aunque los siglos sigan pasando, aunque este caso sea cada vez más frecuente, las mujeres nos especialicemos y demostremos nuestra capacidad en prácticamente todos los ámbitos laborales.
¿Qué es lo mejor para los miembros de una pareja? Pues hacer todo lo posible para sentirse cómodos en la realidad que les toca vivir, aceptarla, acompañarse, estimular el crecimiento del otro sin limitarlo, y, por sobre todo, hablar de lo que les incomoda.
No hay por qué subvalorarse por ser quien menos gana, hay circunstancias que observadas dese otra perspectiva pueden ser altamente ventajosas. Vale la pena tener en cuenta todas las ventajas que esta situación aporta y entender que, en una pareja, el objetivo en común es el mismo, independientemente de quién genere mayores ingresos.
Aunque aún no recibimos igual paga por igual trabajo, tenemos la posibilidad de acceder, cada vez más, a puestos directivos o a ocupaciones que nos permiten generar buenos ingresos, dependiendo, lógicamente, de nuestra capacidad y de nuestra preparación académica y profesional. En este sentido, los roles sociales tienden a mutar.
Entonces, es bien habitual el caso de mujeres que perciben mayores ingresos que sus parejas. Esto en países anglosajones no representa un peso demasiado relevante para el vínculo, pero considero que para los latinos es un punto clave, que puede incluso hacer zozobrar la estabilidad de la relación.
Muchos hombres se sienten incómodos e incluso inseguros ante la idea de tener al lado a una mujer “tan independiente” que no solo no necesita de su protección, sino que también puede hacerse cargo de (parte o todos) los gastos cotidianos del hogar y de los hijos.
Aún hay muchos varones a quienes no les gusta que su esposa trabaje fuera de su casa, prefieren que se dediquen a los niños y a temas domésticos y, a lo sumo, tengan algún hobby u ocupación (rentable o no) que les insuma pocas horas semanales. Si la mujer debe trabajar por necesidades económicas, lo aceptan a regañadientes, y bajo ningún concepto aceptarían que ella sea quien más gana.
De hecho, se escucha bromear a hombres “claro que me gustaría que ella gane mucho dinero”, “dejaría de trabajar si eso sucede”, pero en la práctica, aunque gracias a esta realidad la economía del hogar sea más holgada, se sentirían invadidos en su rol masculino de ser los principales proveedores del sustento familiar – creo que esta costumbre social tan arraigada no se ha revertido, aunque los siglos sigan pasando, aunque este caso sea cada vez más frecuente, las mujeres nos especialicemos y demostremos nuestra capacidad en prácticamente todos los ámbitos laborales.
¿Qué es lo mejor para los miembros de una pareja? Pues hacer todo lo posible para sentirse cómodos en la realidad que les toca vivir, aceptarla, acompañarse, estimular el crecimiento del otro sin limitarlo, y, por sobre todo, hablar de lo que les incomoda.
No hay por qué subvalorarse por ser quien menos gana, hay circunstancias que observadas dese otra perspectiva pueden ser altamente ventajosas. Vale la pena tener en cuenta todas las ventajas que esta situación aporta y entender que, en una pareja, el objetivo en común es el mismo, independientemente de quién genere mayores ingresos.