La obesidad infantil es una enfermedad de gran importancia a nivel mundial, que pocas veces es afrontada. En los años anteriores la mayor preocupación mundial era el cómo sacar a nuestros niños de la desnutrición y deficiencia de vitaminas. Hoy en día los alarmantes datos recientes demuestran que si bien la desnutrición y deficiencias siguen siendo problemas de la niñez; el principal monstruo que persigue a los niños es la obesidad y las complicaciones que la acompañan. Enfermedades como la Diabetes Mellitus tipo 2, la hipertensión y el colesterol alto eran relacionadas con personas de la tercera edad o adultos con malos hábitos alimenticios. En esas épocas se pensaba que el niño “rellenito” era el más saludable, y que el sobrepeso era algo que se eliminaba en la pubertad.
Hoy en día se conoce que la obesidad infantil es un problema que requiere de tratamiento inmediato. La obesidad infantil, al igual que en adultos, está directamente relacionada a diversas complicaciones en todos los ámbitos de la vida. La diferencia entre los niños y los adultos es el impacto que tiene dichas complicaciones en la vida. Al padecer estas enfermedades por largos tiempos y por no tener su cuerpo desarrollado, sus complicaciones suelen ser más complejas.
Entre las complicaciones físicas encontramos la hipertensión, la diabetes mellitus tipo 2, piedras en la vesícula, apnea (dificultad para respirar) al dormir, intolerancia a la glucosa, hígado graso y problemas ortopédicos.
Como si las complicaciones físicas no fueran suficientes; a nivel psico-social los niños son los que más sufren al tener sobrepeso. Probablemente todos recordamos de algún compañerito(a), o amiguito(a) que era el blanco de bromas y burlas por ser pasado de peso, pero ¿cuantos realmente se preocupan por el trauma del niño(a)?
En un estudio publicado en el International Journal of Obesity sobre la discriminación de los niños obesos, se determinó que el 100% de los niños entrevistados prefería ser disléxicos, sordos, diabéticos o tener algún problema cardiaco antes de ser obeso. El 91.5% prefería que le amputaran una pierna y el 89.4% ser ciego. Un 100% de los niños prefirió tener un peso normal y poco dinero que ser multimillonario y obeso.
Estos datos deberían ser un llamado de atención a los adultos en contacto con los niños. El no ayudarle a un niño con su problema de obesidad es negarle ayuda a lo que probablemente sea su mayor problema.