“Lo iba a hacer, pero como me lo pidieron de mala manera, decidí que no lo haré”.
“Lo iba a hacer, pero debido a que me quisieron manipular como si fuera un tonto, decidí que no lo haré.
“Lo iba a hacer, pero cuando recordé que por mí nadie tiene este tipo de gestos para conmigo, decidí que no lo haré”.
“Lo iba a hacer, pero como ya fracasé otras veces en el intento, decidí que no lo haré”.
“Lo iba a hacer, pero al llenarme de vergüenza, decidí que no lo haré”.
Lo ibas a hacer, lo ibas a hacer. Estabas por hacer lo correcto, pero allí pusiste el freno. ¡Cuántas veces te detuviste a la hora de hacer el bien por razonamientos como éstos!
La buena noticia es que esto no tiene por qué seguir sucediendo. ¿Por qué no dar lugar a tus convicciones? Actúa de acuerdo a tus convicciones…
- Porque si el modo en que te tratan, definirá tus acciones, aunque te consideres un rebelde, perdiste la libertad para decidir.
- Porque pretender demostrarle a los demás que no eres un tonto, ya de por sí es una tontería.
- Porque si tú y yo esperamos a recibir, nadie comenzará la cadena de la generosidad.
- Porque tu pasión puede ser más fuerte que cualquier fracaso.
- Porque la vergüenza social es poco y nada comparada con la vergüenza que puedes experimentar cada vez que te mires al espejo y te encuentres con alguien que no es leal a sí mismo.
Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazle caso a tus convicciones. Si el otro no está pasando por su mejor momento y te maltrata, no te pongas a su altura. Vive en la dimensión que te hace bien. Quizá tu determinación a hacer lo correcto termine contagiando a alguien que te rodee.
Un rey llamado Salomón expresó: “Toma en cuenta a Dios en todas tus acciones, y Él te ayudará en todo. No te creas muy sabio; obedece a Dios y aléjate del mal; así te mantendrás sano y fuerte”.
Amigo, la salud y la fuerza surgen de tomar en cuenta a Dios en todo lo que haces. Él te ayuda cada vez que te alejas del mal. Actúa de acuerdo a tus convicciones espirituales sin importar todo lo que provenga de afuera. Deja que Dios te guíe y no la reacción ajena de turno.
Gustavo Bedrossian