Tú, como todos, sabes que el sobrepeso y la obesidad
pueden traerte diversas complicaciones como diabetes, hipertensión
arterial, afecciones cardiovasculares y del sistema músculo- esquelético, colesterol elevado, cáncer, entre otras.
Pero eso no es todo, junto a estas alteraciones de
los órganos internos, existen otras menos conocidas pero que de igual manera impactan negativamente tu calidad de vida, produciéndote grandes sufrimientos. Hablamos de los males de la piel, el órgano externo más grande de tu cuerpo.
¿Cómo esos kilos de más dañan tu piel?
En la obesidad, la acumulación de grasa se presenta
en el tejido subcutáneo, en donde se va depositando. Para dar cabida al exceso de grasa, la piel posee elastina, lo que le proporciona cierta
capacidad de elasticidad; sin embargo, también tiene un límite y cuando éste se sobrepasa, el tejido se rompe dando lugar a estrías que, según el grado de obesidad y la genética de cada persona, serán de diferente distribución e intensidad.
Además, cuando se presenta el rompimiento de la piel, ésta se va pigmentando en las zonas en donde se rompe, lo cual constituye un mecanismo de defensa de la melanina, una sustancia natural que le da color a la dermis, ante tal situación.
Dolor a flor de piel…
Como consecuencia del aumento de peso, también se incrementará tu superficie corporal. Este aumento cutáneo, sobre una estructura ósea que no ha modificado su tamaño, dará lugar a la formación de pliegues, donde la humedad, la fricción, la retención de secreciones e, incluso, el acumulo de suciedad, facilitará las infecciones por hongos.
Ahora bien, con la obesidad se presentan cambios en
tu sistema endocrino, tanto en las glándulas centrales como en las
glándulas sudoríparas y sebáceas en la piel, dando como resultado que crezca más vello en distintas partes de tu cuerpo. A esto se le conoce como hirsutismo.
Por otro lado, con el exceso de peso la piel de las ingles, la que se encuentra debajo de las mamas, en las axilas, el cuello, entre otros pliegues, enrojecerá, te picará, se inflamará o puede llenarse de costras y puntos de pus. A veces llegan a formarse fisuras dolorosas, cuyo causante puede ser una bacteria o un hongo que requieren tratamiento específico.
Otras veces la piel de tu cuello, axilas, ingles y de otros pliegues, se volverá oscura, grisácea e, incluso, negra; aumentará de grosor; aparecerán en su superficie prolongaciones alargadas a modo de verrugas; y tomará un aspecto aterciopelado.
Cuando las palmas de tus manos y las plantas de tus pies se vuelven gruesas y toman un color amarillento, estamos ante una enfermedad denominada acantosis nigricans, la cual es posible que tenga su origen en al aumento de insulina que a menudo se presenta con la
obesidad.
Siguiendo con los padecimientos, la falta de ejercicio físico y de movilidad, así como la hipertensión venosa, originarán problemas en la circulación, lo que aumentará el riesgo de eccema y úlceras en tus piernas. Si la piel no es irrigada de manera suficiente, aparecerá descamada y roja. Al paso del tiempo, se volverá frágil y puede romperse con el más mínimo traumatismo. De esta manera
se inicia una úlcera, generalmente en la cara interna de las piernas,
que, a pesar de su llamativo aspecto, no es dolorosa.
Este aumento de la presión favorecerá también el edema o hinchazón de tobillos y piernas que, si es crónica, hará que la piel se vuelva gruesa, seca, escamosa y plegada, con un aspecto similar a la piel de elefante, por lo que recibe el nombre de piel paquidérmica.