Este método, muy reciente (el primer "niño probeta"
nació en 1978 en los Estados Unidos) ha dado lugar a más
de 25 000 nacimientos. Se recomienda, en particular, en los casos de
obstrucción de las trompas, de endometriosis o de ciertas
enfermedades del cuello del útero.
Esta técnica se realiza con la ayuda de dos equipos: por una parte
un equipo de biólogos y por otra un equipo de ginecólogos.
Consiste en "poner en relación" un óvulo
con un espermatozoide dentro de una probeta. Cuando el espermatozoide
ha penetrado en el óvulo, se espera a que se hayan realizado
las dos primeras divisiones celulares y se inyecta el óvulo
fecundado en el útero de la madre. A partir de ahí,
el desarrollo del huevo sigue las etapas del de un embarazo normal.
La FIV sigue unas pautas muy estrictas:
- la estimulación: durante el tercer día del
ciclo se le inyectan a la madre hormonas para estimular los folículos.
Cuando estos folículos están maduros, se provoca la
ovulación mediante otra inyección hormonal (HCG).
- La punción : bajo anestesia local, se sacan muestras
de los ovocitos maduros mediante la introducción de un tubito
y una aguja en la vagina. Esta intervención puede ser un
poco dolorosa. Permite puncionar un poco de líquido folicular.
Mantenido a una temperatura de 37°C, este líquido se
coloca en una probeta.
Por otra parte, se ha realizado una toma de esperma unas horas antes
( o descongelación) y se han separado los espermatozoides
del resto del líquido seminal para conservarlos a una temperatura
de 37°C.
- La fecundación : unas horas más tarde, se
juntan los ovocitos y los espermatozoides en un líquido nutritivo
durante dos días, manteniéndolos a la temperatura
del cuerpo. La fusión debe producirse en ese momento. El
huevo empieza a dividirse al cabo de dos días, y cuando ya
cuenta con cuatro células, se puede transferir al útero
materno mediante un tubito. Sólo uno de cada tres embriones
consigue implantarse y seguir su desarrollo. Sin embargo, con este
método, las posibilidades de éxito son de un 15 a
un 20%.