Alto - Básicamente existen dos escuelas de pensamiento sobre las
traducciones. Una se llama traducción literal. Es un intento de
trasladar un idioma a otro palabra por palabra. Con las traducciones
literales, soy capaz de trabajar hacia atrás desde la palabra traducida
hacia la palabra original. Al menos esa es la teoría.
En realidad, encontramos con frecuencia que en el castellano muchas
palabras se utilizan para la misma palabra hebrea, lo cual dificulta la
traducción en reversa. En una traducción literal fidedigna, cada
palabra hebrea tendría una palabra equivalente en el castellano.
Claro que esto es realmente imposible pues muchas palabras hebreas
tienen significados múltiples. No importa lo que hagamos, siempre
debemos consultar el original para comprender el significado verdadero.
La segunda clase de traducción es la traducción de equivalencia
dinámica. En este método, el idioma original se traduce en lo que
significaría en el nuevo idioma. Las palabras del original no son tan
importantes como sus significados expresados en el original. Así que
cuando se utiliza equivalencia dinámica, encontramos con frecuencia que
la traducción se coloca en estructuras lingüísticas contemporáneas
familiares al lector.
Las palabras originales se pierden en algún lugar detrás de las
traducciones en cuestión. La equivalencia dinámica es grandiosa para
capturar las expresiones idiomáticas, pues una expresión idiomática es
de hecho una expresión cultural relevante. Pero con frecuencia, la
equivalencia dinámica esconde las suposiciones de los traductores. Así
que, por ejemplo, cuando la NIV traduce sarx (carne) como “naturaleza
pecaminosa,” la traducción importa una teología específica que no
existe en el texto. Debe ser incorporada al texto.
La versión de la Biblia conocida como El Mensaje es probablemente el
mejor ejemplo contemporáneo de una traducción pura de equivalencia
dinámica. Es sencillamente imposible trabajar a la inversa de La
versión El Mensaje para descubrir las palabras originales.
Claro que las traducciones literales también tienen sus problemas.
Este verso de la NASB es el ejemplo perfecto. La palabra hebrea es
“al”, una palabra que hemos aprendido funciona como preposición con
amplio espectro de significados (recuerda “ningún bien fuera de Ti”).
Aquí la traducción palabra-por-palabra nos dice que la palabra
original es al, pero no nos permite ver el significado metafórico. A
fin de cuentas, ¿Qué en los cielos querrá decir Oseas con que no se
vuelven hacia lo alto? Eso es absurdo. Probablemente Oseas utiliza una
expresión idiomática que se pierde en la traducción original. Claro que
en cuanto escarbamos a fondo en el texto original descubrimos que “al”
también se utiliza como una apelación a Dios, propiamente, El Altísimo.
Esto tiene toda la lógica del mundo pues la palabra “al” significa todo
lo que está sobre, arriba, más allá.
Oseas nos dice que estas personas malvadas que rehúsan la oferta de
redención de Dios cambian de dirección, pero no hacia El Altísimo.
¿Y cuál es el por qué de esta pequeña lección sobre una oscura
preposición hebrea que puede también utilizarse como expresión
idiomática? Porque frecuentemente recibo la misma pregunta, “¿Cuál es
la mejor versión de la Biblia?” La respuesta es “Depende.” Debes saber
cuál fue el método de traducción que usaron, y después debes hacer
ajustes para las posibles consecuencias.
Ninguna Biblia captura todo los significados del texto original.
Comienza allí, después trabaja hacia un lugar donde te sientas cómodo
con ahondar más. No permitas que nadie te diga que un versículo en
castellano o cualquier otro idioma traducido es el verdadero
significado de la Escritura. Adquiere algunas herramientas de
excavación y comienza a escarbar por ti mismo.
Dr. Skip Moen.
www.SkipMoen.com