“Todos los días los noticieros nos ponen en contacto con el sufrimiento humano: terremotos en Armenia, inundaciones en India, huracanes en el Caribe, hambre en Etiopía, gente joven que muere de cáncer, miseria, pobreza, opresión. ¿Por qué es que Dios permite estas cosas? Más específicamente, ¿por qué es que la adversidad ataca tantas veces?"
- Pablo Deiros
Preguntas como éstas salen al aire en miles de hospitales, cárceles, funerarias o pláticas de café. La mayoría de ellas se quedan sin respuesta. A veces quisiéramos que alguien nos explicara lo inexplicable o que apareciera un maestro con una pizarra y una fórmula matemática para mostrarnos por qué nos pasa lo que nos pasa. Y la sorpresa es que ni aún así lo entenderíamos.
El suceso más reciente, donde más de 40 niños murieron a causa de un incendio en una guardería de Hermosillo, Sonora me sacudió la conciencia y puso sobre la mesa una pregunta que muchos quisiéramos responder ¿Qué culpa tenían esos niños, quienes acababan de empezar su vida, de morir de forma tan trágica?
Es difícil entender el sufrimiento humano, pero se hace más ligero cuando lo observamos a la luz de la verdad y de la vida. Es difícil entender lo que nos pasa, pero se hace más trascendente cuando le damos un verdadero sentido.
Algunos están tan malacostumbrados a relacionar la religión o el “ser buena gente” con una vida sin problemas que llegan a creer que por rezar, ser un “buenazo” o ayudar al prójimo ya están excluidos de la lista de penas y angustias humanas.
Otros sufren más por lo que interpretan que por lo que realmente les pasa. Sufren más por taladrar su mente con la pregunta: “¿Por qué a mí?”, que por la esencia misma del suceso.
A estas alturas he podido entender mejor que nunca que Dios no se ríe de nuestros planes, SE CARCAJEA de una manera imponente y amorosa; porque sabe que aunque las cosas no van a salir como nosotros humanamente las planeamos, existe algo mucho mejor por venir.
¿Qué pasaría si sólo sufrieran los malos, los asesinos, los desalmados, los culpables? Definitivamente, como menciona Maithe Ortiz, no se produciría ninguna reacción en nosotros, sentiríamos que se hizo justicia pero no nos percataríamos de lo afortunado que somos, de lo maravilloso que es vivir. Si el dolor no estuviera presente, no valoraríamos nuestras alegrías, familia, nuestros hijos, nuestra salud.
Si hoy estás pasando por un momento de dolor o sufrimiento te tengo noticias: ni es castigo de Dios ni es una jugarreta del destino. Lo que estás viviendo hoy es simplemente una pieza del rompecabezas de tu plan perfecto. Tan perfecto que está especialmente estructurado para que toques fondo y ahí te ofrezcan dos puertas que definirán el resto de tu vida: Cambiar o estancarte.
Crecer significa cambiar, e implica riesgos, pasar de lo conocido a lo desconocido. El cambio tiene su momento, las flores no crecen estirándolas. Cambiar incluye dolor y placer; dolor por lo que dejas y placer por lo que estás a punto de recibir si decides dar el paso.
Y desde luego que en cualquier proceso de cambio también uno puede toparse cara a cara con el sufrimiento, sobre todo cuando esa necesidad de cambiar surge por un suceso inesperado. Es ahí cuando nos llevan a un mundo desconocido pero que tenemos que conocer para ir del otro lado a una mejor experiencia. Una experiencia que ya estaba escrita para nosotros y que nos ayudará a crecer.
Detrás de una experiencia negativa siempre existe una bendición. El sufrimiento trae un regalo bajo el brazo; algunos tardan más en descubrirlo pero siempre llega, aunque ni nos demos cuenta. Un regalo que nos dice: “Todo va a estar bien, esto también pasará”. Un regalo que resulta ser una mejor oportunidad, iniciar un nuevo proyecto, encontrar una nueva y mejor pareja, unir más a la familia, conocer un lugar mágico o simplemente descubrir esa cualidad escondida.
Cada lágrima derramada es señal de limpieza y purificación en el alma. Por cada lágrima existen cientos de caricias de la vida. Todo sufrimiento visto como pasar de la obscuridad a la luz, del crisol al oro, representa una oportunidad de crecimiento que no sólo nos hace mejores seres humanos sino más sensibles frente a las necesidades ajenas.
Los buenos también sufren. Y también los malos, feos, guapos, chaparros, altos, gordos, flacos… No hay una receta para evitar las sorpresas de la vida, pero sí hay una forma para aprovecharlas como se debe. Todo eso que buscas está en tu interior. Todo radica en la capacidad que tenemos para transformar esa “injusticia” en una experiencia de desarrollo y crecimiento.
Frente a una experiencia difícil... ¿Dolerá? Lo más probable ¿Llorarás? Desde luego e inclusive te lo recomiendo ¿Por cuánto tiempo? El que tú honestamente necesites. Los grandes hombres saben que no es lo que les pasa, sino de qué forma observan y descubren lo bueno, en lo malo de lo que les pasa.
Estancarse es precisamente querer que pase lo que no pasará o regresar a esa persona que ya no estará. Estancarse es castigarse, herirse, echarle la culpa a todos. Estancarse es permanecer en la negatividad. Estancarse no es una opción para la gente que quiere crecer. Estancarse es ir muriendo lentamente.
No nos estanquemos, no tengamos miedo al cambio. No tengamos miedo a una situación inesperada y difícil. No se vale sufrir por sufrir como un mero acto de masoquismo. Mejor observemos el sufrimiento como un momento para guardar silencio y descubrir el mensaje que Dios nos quiere enviar a través del dolor. Un mensaje de amor, esperanza y transformación.
P.D. Te recomiendo 2 libros buenísimos para momentos difíciles:
1) Cuando la gente buena sufre de Harold Kushner
2) La cabaña de WM. Paul Young ¡Disfrútalos!