La paciencia es un integrante importantísimo de las relaciones interpersonales, y, a pesar de esto, creo que no se le da el lugar que debería ocupar.
Nace espontáneamente de madres y padres hacia sus hijos, y en este caso nadie se cuestiona si es preciso tenerla o no. Hasta que los niños comienzan a caminar o a usar los cubiertos por sí solos, pasa un largo tiempo de aprendizaje, enseñanza y, sobre todo, paciencia. Entonces, si podemos aplicarla a ciertas personas que nos rodean, tenemos la capacidad de ampliarla a otros aspectos de nuestra vida, para enriquecerla.
Probablemente, una de las razones por las cuales había menos divorcios en el pasado es porque la gente hacía esfuerzos por tolerarse, pero sobre todo, empleaban la paciencia con el fin de esperar un tiempo prudencial antes de tomar decisiones trascendentales.
Hoy en día, están potenciadas la satisfacción inmediata y la poca tolerancia. Vemos a diario relaciones incipientes y matrimonios recién casados que terminan antes de que el vínculo comience a caminar – no damos el tiempo o las oportunidades y nos alejamos (o se alejan) ante la primera dificultad.
La vida no es todo color de rosas y en muchos casos, vale la pena armarse de paciencia y tener en cuenta que ni nosotros ni nuestros interlocutores son perfectos. Además, muchas veces, las primeras impresiones son erradas.
No propongo esperar indefinidamente ni pasar por alto situaciones insoportables. Pero Sí, hacer uso de la paciencia para darle una buena oportunidad a esa persona que se nos acerca, a ese vecino nuevo, al compañero de trabajo que está tratando de integrarse, a la pareja que elegimos en otro momento, cuando, tal vez, las circunstancias personales eran diferentes.
¿Crees que haces buen uso de tu paciencia?
Mel.
Nace espontáneamente de madres y padres hacia sus hijos, y en este caso nadie se cuestiona si es preciso tenerla o no. Hasta que los niños comienzan a caminar o a usar los cubiertos por sí solos, pasa un largo tiempo de aprendizaje, enseñanza y, sobre todo, paciencia. Entonces, si podemos aplicarla a ciertas personas que nos rodean, tenemos la capacidad de ampliarla a otros aspectos de nuestra vida, para enriquecerla.
Probablemente, una de las razones por las cuales había menos divorcios en el pasado es porque la gente hacía esfuerzos por tolerarse, pero sobre todo, empleaban la paciencia con el fin de esperar un tiempo prudencial antes de tomar decisiones trascendentales.
Hoy en día, están potenciadas la satisfacción inmediata y la poca tolerancia. Vemos a diario relaciones incipientes y matrimonios recién casados que terminan antes de que el vínculo comience a caminar – no damos el tiempo o las oportunidades y nos alejamos (o se alejan) ante la primera dificultad.
La vida no es todo color de rosas y en muchos casos, vale la pena armarse de paciencia y tener en cuenta que ni nosotros ni nuestros interlocutores son perfectos. Además, muchas veces, las primeras impresiones son erradas.
No propongo esperar indefinidamente ni pasar por alto situaciones insoportables. Pero Sí, hacer uso de la paciencia para darle una buena oportunidad a esa persona que se nos acerca, a ese vecino nuevo, al compañero de trabajo que está tratando de integrarse, a la pareja que elegimos en otro momento, cuando, tal vez, las circunstancias personales eran diferentes.
¿Crees que haces buen uso de tu paciencia?
Mel.