Tiempo atrás la gente podía identificar sin dificultad cuáles eran las virtudes necesarias para la vida humana. De hecho, algunos de nosotros todavía podemos enumerar las “cuatro virtudes cardinales” (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) o las “tres virtudes teologales” (fe, esperanza y caridad).
Lo triste es que esos tiempos han quedado en el pasado. Ahora la gente piensa que todo es relativo; hasta las virtudes son relativas. Por lo tanto, en nuestros días lo que separa a las virtudes de los vicios es una línea muy borrosa. Tanto así que a veces es imposible distinguir las buenas acciones de las malas.
A continuación ofreceremos tres ejemplos de “virtudes privadas” que, si bien pueden conducir al éxito profesional y económico, también pueden ser muy dañinas para la vida en comunidad. Por eso, se supone que las personas que cultivan estos rasgos de conducta los manifiesten sólo en privado.
La primera “virtud” necesaria para “triunfar económicamente” en nuestro mundo es el egoísmo. Sí, así como lo oyen, el egoísmo. Ese defecto de carácter que nos lleva a amarnos a nosotros mismos en forma exagerada y a pensar únicamente en nuestro propio bienestar es una “virtud privada” de la gente de éxito. Tomemos, a manera de ejemplo, el caso de un comerciante. Digamos que un hombre es el dueño de la ferretería del barrio. Este hombre vende su mercadería para obtener ganancia, para ganar dinero y para mantener a su familia. En este sentido, el ferretero no es ferretero únicamente por amor a la carpintería y a la albañilería. También es ferretero por egoísmo, porque entiende que por medio de su negocio puede alcanzar el bienestar propio. Del mismo modo, los clientes compran allí por conveniencia, ya sea porque la ferretería les queda cerca del barrio, porque el dueño les vende a crédito o porque los precios son razonables. En este sentido, tanto el comerciante como el cliente están motivados -hasta cierto punto- por el egoísmo.
La segunda “virtud” necesaria para obtener “éxito” en la vida es la codicia. De hecho, la ambición es uno de los motores principales de la economía de mercado. Píenselo bien, ¿por qué compramos artículos de lujo? ¿Por qué deseamos cambiar el auto por uno nuevo? ¿Por qué deseamos tener algo que es “el último grito de la moda”? Bueno, puede ser que nuestros motivos sean siempre los más sanos, los más buenos y los más apropiados. Sin embargo, me atrevo a pensar que muchos de nosotros nos “antojamos” de adquirir ciertas cosas por pura codicia. Vemos el automóvil último modelo en la televisión. Es lindo, es lujoso, es nuevo y si cualificamos para un “lease” podemos llevarlo a casa sin pronto pago o depósito alguno. Queremos el carro nuevo porque es más grande y mejor. Queremos el carro nuevo porque es una clara señal de que estamos “triunfando en la vida”. Sí, estamos triunfando tanto que podemos comprar un carro nuevo.
La tercera “virtud privada” necesaria para “triunfar” es la avaricia, definida como el apego y al amor al dinero. Hasta cierto punto, la avaricia es lo que nos motiva a trabajar duro, a ahorrar y a progresar económicamente en la vida. En resumen, el egoísmo, la codicia y la avaricia son algunas de las “virtudes privadas” que caracterizan a los “triunfadores” en nuestro mundo.
Lo triste es que esos tiempos han quedado en el pasado. Ahora la gente piensa que todo es relativo; hasta las virtudes son relativas. Por lo tanto, en nuestros días lo que separa a las virtudes de los vicios es una línea muy borrosa. Tanto así que a veces es imposible distinguir las buenas acciones de las malas.
A continuación ofreceremos tres ejemplos de “virtudes privadas” que, si bien pueden conducir al éxito profesional y económico, también pueden ser muy dañinas para la vida en comunidad. Por eso, se supone que las personas que cultivan estos rasgos de conducta los manifiesten sólo en privado.
La primera “virtud” necesaria para “triunfar económicamente” en nuestro mundo es el egoísmo. Sí, así como lo oyen, el egoísmo. Ese defecto de carácter que nos lleva a amarnos a nosotros mismos en forma exagerada y a pensar únicamente en nuestro propio bienestar es una “virtud privada” de la gente de éxito. Tomemos, a manera de ejemplo, el caso de un comerciante. Digamos que un hombre es el dueño de la ferretería del barrio. Este hombre vende su mercadería para obtener ganancia, para ganar dinero y para mantener a su familia. En este sentido, el ferretero no es ferretero únicamente por amor a la carpintería y a la albañilería. También es ferretero por egoísmo, porque entiende que por medio de su negocio puede alcanzar el bienestar propio. Del mismo modo, los clientes compran allí por conveniencia, ya sea porque la ferretería les queda cerca del barrio, porque el dueño les vende a crédito o porque los precios son razonables. En este sentido, tanto el comerciante como el cliente están motivados -hasta cierto punto- por el egoísmo.
La segunda “virtud” necesaria para obtener “éxito” en la vida es la codicia. De hecho, la ambición es uno de los motores principales de la economía de mercado. Píenselo bien, ¿por qué compramos artículos de lujo? ¿Por qué deseamos cambiar el auto por uno nuevo? ¿Por qué deseamos tener algo que es “el último grito de la moda”? Bueno, puede ser que nuestros motivos sean siempre los más sanos, los más buenos y los más apropiados. Sin embargo, me atrevo a pensar que muchos de nosotros nos “antojamos” de adquirir ciertas cosas por pura codicia. Vemos el automóvil último modelo en la televisión. Es lindo, es lujoso, es nuevo y si cualificamos para un “lease” podemos llevarlo a casa sin pronto pago o depósito alguno. Queremos el carro nuevo porque es más grande y mejor. Queremos el carro nuevo porque es una clara señal de que estamos “triunfando en la vida”. Sí, estamos triunfando tanto que podemos comprar un carro nuevo.
La tercera “virtud privada” necesaria para “triunfar” es la avaricia, definida como el apego y al amor al dinero. Hasta cierto punto, la avaricia es lo que nos motiva a trabajar duro, a ahorrar y a progresar económicamente en la vida. En resumen, el egoísmo, la codicia y la avaricia son algunas de las “virtudes privadas” que caracterizan a los “triunfadores” en nuestro mundo.