El estado anímico de los demás nos influye. La risa, alegría… son influencias sanas, pero la tristeza o la ira nos vuelve más inestables.
Aunque a todos nos afecta la energía y los sentimientos de quienes nos rodean, algunas personas son más sensibles al contagio emocional y enseguida se ven influenciadas por los estados de ánimo de los demás.
Es algo muy sano cuando se trata de emociones agradables y placenteras como la alegría o la serenidad. Pero cuando nos volvemos susceptibles a emociones como la tristeza, la ira o la agresividad nos convertimos en seres inestables emocionalmente y fácilmente manipulables.
Esto nos ocurre cuando cruzamos la línea entre la comprensión por los demás y la simbiosis emocional y llegamos a confundir los sentimientos de otra persona con los nuestros.
Este hecho, además, no sólo nos perjudica a nosotros sino que al implicarnos tanto en lo que otro siente, somos incapaces de ayudarle a salir de su negatividad, tristeza.
Y es que las emociones se transmiten en el aire de una persona a otra; el virus nos rodea y los síntomas de contagio pueden ir desde una agradable carcajada hasta el más sentido llanto.
Nuestra capacidad de contagio depende de lo sensibles que seamos en las relaciones diarias; hay personas tan impresionables que lloran con un anuncio publicitario, o se animan fácilmente con un comentario alegre y banal.
Esto los convierte en seres muy empáticos, fácilmente conmovibles por los sentimientos ajenos.
Algo bueno, siempre que mantengamos la distancia, que sepamos en todo momento cómo nos sentimos y que no nos dejemos arrastrar por los sentimientos de los demás.
Aunque a todos nos afecta la energía y los sentimientos de quienes nos rodean, algunas personas son más sensibles al contagio emocional y enseguida se ven influenciadas por los estados de ánimo de los demás.
Es algo muy sano cuando se trata de emociones agradables y placenteras como la alegría o la serenidad. Pero cuando nos volvemos susceptibles a emociones como la tristeza, la ira o la agresividad nos convertimos en seres inestables emocionalmente y fácilmente manipulables.
Esto nos ocurre cuando cruzamos la línea entre la comprensión por los demás y la simbiosis emocional y llegamos a confundir los sentimientos de otra persona con los nuestros.
Este hecho, además, no sólo nos perjudica a nosotros sino que al implicarnos tanto en lo que otro siente, somos incapaces de ayudarle a salir de su negatividad, tristeza.
Y es que las emociones se transmiten en el aire de una persona a otra; el virus nos rodea y los síntomas de contagio pueden ir desde una agradable carcajada hasta el más sentido llanto.
Nuestra capacidad de contagio depende de lo sensibles que seamos en las relaciones diarias; hay personas tan impresionables que lloran con un anuncio publicitario, o se animan fácilmente con un comentario alegre y banal.
Esto los convierte en seres muy empáticos, fácilmente conmovibles por los sentimientos ajenos.
Algo bueno, siempre que mantengamos la distancia, que sepamos en todo momento cómo nos sentimos y que no nos dejemos arrastrar por los sentimientos de los demás.