La vida está compuesta de ciclos, etapas y momentos, unos más suaves o agradables que otros... y cada uno de ellos representa la oportunidad de aprender, crecer y madurar esencialmente. A través de estas experiencias podemos reflexionar y reconectarnos con nosotros mismos y con las herramientas que se encuentran guardadas en nuestro interior. Al mismo tiempo, la mayoría de las veces, la dificultad que enfrentamos nos lleva a recordar la presencia de Dios, a reafirmar nuestras creencias, a rescatar el valor de los afectos en nuestra vida, a movernos suavemente hacia el punto medio o, simplemente, a ubicarnos de nuevo en el presente, para reconocer que estamos vivos.
Son muchas las situaciones que le causan dolor al ser humano. Algunas de ellas nos hacen perder la dirección y las ganas de vivir, haciendo que nos enfrentemos al dolor, a la apatía, a la indolencia, al desánimo y hasta a la depresión. Lo más importante, en esos momentos, es recordar que podemos caer y experimentar la pérdida temporal del sentido y la dirección que llevaba nuestra vida… pero luego, tenemos que reunir la fortaleza, el valor y la determinación que nos haga falta para levantarnos y comenzar de nuevo.
La mayoría de las veces el dolor y la afectación que sentimos nos impide tener la claridad mental necesaria para analizar la situación con objetividad y ver un poco más allá para descubrir la solución. Por esta razón, es importante abrirnos a la sugerencia o al comentario positivo que nos haga un buen amigo, esa persona que nos quiere incondicionalmente y que tiene la serenidad y la claridad mental, por encontrarse afuera de la situación, para percibir la posible salida o respuesta que tanto necesitamos.
Ábrete al proceso de aprender y sanar, date el tiempo suficiente para reconocer cuál es la lección pendiente por aprender. Cuando no lo hacemos, el dolor se convierte en rabia, resentimiento, tristeza profunda, desánimo, rebeldía o depresión.
Construye una vida nueva y mejor, con dignidad, valor, responsabilidad, alegría, fuerza y fe. No olvides que son los momentos difíciles los que más nos enseñan. ¡Superarlos y usarlos como un TRAMPOLIN para impulsarnos hará la diferencia!
Con Cariño,
Mel.
Son muchas las situaciones que le causan dolor al ser humano. Algunas de ellas nos hacen perder la dirección y las ganas de vivir, haciendo que nos enfrentemos al dolor, a la apatía, a la indolencia, al desánimo y hasta a la depresión. Lo más importante, en esos momentos, es recordar que podemos caer y experimentar la pérdida temporal del sentido y la dirección que llevaba nuestra vida… pero luego, tenemos que reunir la fortaleza, el valor y la determinación que nos haga falta para levantarnos y comenzar de nuevo.
La mayoría de las veces el dolor y la afectación que sentimos nos impide tener la claridad mental necesaria para analizar la situación con objetividad y ver un poco más allá para descubrir la solución. Por esta razón, es importante abrirnos a la sugerencia o al comentario positivo que nos haga un buen amigo, esa persona que nos quiere incondicionalmente y que tiene la serenidad y la claridad mental, por encontrarse afuera de la situación, para percibir la posible salida o respuesta que tanto necesitamos.
Ábrete al proceso de aprender y sanar, date el tiempo suficiente para reconocer cuál es la lección pendiente por aprender. Cuando no lo hacemos, el dolor se convierte en rabia, resentimiento, tristeza profunda, desánimo, rebeldía o depresión.
Construye una vida nueva y mejor, con dignidad, valor, responsabilidad, alegría, fuerza y fe. No olvides que son los momentos difíciles los que más nos enseñan. ¡Superarlos y usarlos como un TRAMPOLIN para impulsarnos hará la diferencia!
Con Cariño,
Mel.