La autoayuda debería ser nuestro gran objetivo. Qué puede ser mejor que dedicarnos a orientar y, pese a todo, ir hacia donde cada quién sabrá, de la manera más positiva y saludable.
Por lo pronto, habrá que ver adónde queremos ir y con qué recursos contamos (y cuáles necesitamos) para emprender la marcha más segura.
El camino puede ser el mismo, pero cada viaje es personal. Podremos tomar recorridos y apuntes de mapas ajenos, pero, más allá del consejo del más sabio, sólo será la experiencia de los otros. Cada quien con su zapato, cada quien, a cada paso, con sus flores y sus piedras.
¿Qué resultaría si, por un momento, nos detenemos a calibrar la mirada y la valoración de nuestra propia imagen, a sintonizar con la música de nuestras ideas y pensamientos, a auscultar y llegar al diagnóstico más certero posible de nuestra salud física y emocional?
Si desconocemos quiénes somos, qué deseamos, qué podemos y qué no; si nos obstinamos en negar nuestras sombras y miserias; si nos arrebata la prepotencia idealista del narciso egoísta; si nos secuestran los mandatos y nos dormimos en los laureles de lo conquistado y de las herencias; si no aceptamos nuestros límites y la necesaria responsabilidad de elegir los mejores maestros, difícil será que podamos confiar en todo aquello que podemos hacer, nada más ni nada menos, por nosotros mismos.
¿Cuánto confiamos en nosotros? ¿Qué referentes solemos elegir? ¿Cuánto nos disponemos a aprender y a des-prender? ¿Cuán dependientes o apegados estamos a la mano de quien puede (o se ofrece para) atarnos los cordones?
Verán que en la columna de hoy hay más preguntas que respuestas, más incertidumbres, tal vez, que las pocas pero sentidas sugerencias. Después de todo, nada mejor que respondernos a nosotros mismos para descubrir cuánto podemos llegar a ser nuestros amigos más fieles y confiables.
"Honro el lugar en ti donde reside todo tu universo. Si tu lo habitas en ti y yo en mí, ambos somos uno."
Por lo pronto, habrá que ver adónde queremos ir y con qué recursos contamos (y cuáles necesitamos) para emprender la marcha más segura.
El camino puede ser el mismo, pero cada viaje es personal. Podremos tomar recorridos y apuntes de mapas ajenos, pero, más allá del consejo del más sabio, sólo será la experiencia de los otros. Cada quien con su zapato, cada quien, a cada paso, con sus flores y sus piedras.
¿Qué resultaría si, por un momento, nos detenemos a calibrar la mirada y la valoración de nuestra propia imagen, a sintonizar con la música de nuestras ideas y pensamientos, a auscultar y llegar al diagnóstico más certero posible de nuestra salud física y emocional?
Si desconocemos quiénes somos, qué deseamos, qué podemos y qué no; si nos obstinamos en negar nuestras sombras y miserias; si nos arrebata la prepotencia idealista del narciso egoísta; si nos secuestran los mandatos y nos dormimos en los laureles de lo conquistado y de las herencias; si no aceptamos nuestros límites y la necesaria responsabilidad de elegir los mejores maestros, difícil será que podamos confiar en todo aquello que podemos hacer, nada más ni nada menos, por nosotros mismos.
¿Cuánto confiamos en nosotros? ¿Qué referentes solemos elegir? ¿Cuánto nos disponemos a aprender y a des-prender? ¿Cuán dependientes o apegados estamos a la mano de quien puede (o se ofrece para) atarnos los cordones?
Verán que en la columna de hoy hay más preguntas que respuestas, más incertidumbres, tal vez, que las pocas pero sentidas sugerencias. Después de todo, nada mejor que respondernos a nosotros mismos para descubrir cuánto podemos llegar a ser nuestros amigos más fieles y confiables.
"Honro el lugar en ti donde reside todo tu universo. Si tu lo habitas en ti y yo en mí, ambos somos uno."