Elogio a la ternura masculina
ELOGIO A LA TERNURA MASCULINA
por Jorge Galli, psicólogo, pastor, magister en Ciencias de la Familia.
Siga un consejo, no se enamore
y si una vuelta le toca hocicar,
fuerza, canejo, sufra y no llore
que un hombre macho no debe llorar.
Así cierra la letra del tango Tomo y obligo de Manuel Romero y Carlos Gardel (1931)
¿Por qué los varones son tan remisos a expresar sus sentimientos? ¿Por qué prefieren ofrecer una imagen de dureza y violencia para dar a conocer su identidad? ¿Es esto constitutivo de los hombres, se encuentra en su ADN?
Probablemente haya muchas explicaciones sociológicas, históricas, psicológicas y antropológicas a esta represión que los hombres hacen de sus sentimientos, pero sin duda alguna todos coincidirían en afirmar que la causa principal es una lacra cultural que por siglos ha formateado la vida emocional de los hombres: el machismo. El hombre ha caído en manos de mandatos culturales destructivos que le han enseñado a domesticar sus sentimientos al punto de tener que negar que es un ser tierno, sensible, vulnerable.
De todos los afectos reprimidos, la ternura es uno de que mas le cuesta expresar al hombre. Por el contrario, ser frío, duro, insensible, parecen ser rasgos naturalmente asociados a la virilidad masculina.
Parece normal que una mujer exprese ternura; es más, se espera de ella que lo haga. Pero no es una expectativa que se tenga del varón, y cuando lo hace llama la atención, se lo atribuye como un plus cualitativo de ese hombre.
El peligro es que muchas mujeres como forma de igualar los “derechos del varón”, resignen la ternura, se vuelvan duras y se degraden a la imagen y semejanza de este pobretón emocional.
Probablemente el carácter melancólico que atraviesa a muchos hombres, tenga que ver una cierta nostalgia de la ternura perdida.
Ternura en clave masculina
Se ha instalado la idea que la ternura encierra una connotación solamente femenina o al menos, escasamente viril. La ternura califica a la mujer y descalifica al hombre. La realidad es que la ternura atañe tanto al hombre como la mujer en su calidad de personas. Ambos están llamados a construir una cultura de la ternura. Puede ser que haya una manera específica de expresar este sentimiento. Pero no se puede pensar en una exclusividad del mismo.
En su interesante libro “La Masculinidad Tóxica” Sergio Sinay informa que un reciente estudio efectuado en el hospital de Niños de Boston, Estado Unidos, muestra que durante el primer año de vida los bebés varones son mas expresivos que las nenas y que lloran más que ellas para manifestar hambre, dolor, frío o cualquier otra necesidad. La pregunta obligada que se hace Sinay es ¿Qué ocurre con esos bebés varones tan expresivos emocionalmente en sus primeros meses de vida, a medida que se convierten en hombres? ¿A dónde van a parar la emociones que en el inicio de la vida están a flor de piel?
El abrazo salvador
El abrazo salvador se refiere a la vida de dos mellizos que al nacer estuvieron en incubadoras separadas. Uno de ellos empezó a bajar de peso y a los pocos días no tenía esperanza de vida. La jefa de enfermeras de ese hospital se le ocurrió y luchó contra las reglas de aquel hospital para que los bebés volvieran a estar juntos. Lo mas hermoso fue que al ponerlas en la misma cunita, el bebe que estaba bien puso su brazo sobre su hermanito, regulando con el calor de su cuerpo la temperatura y el pulso, fue así que logró estabilizar el ritmo cardíaco de su hermanito y salvarlo de un marasmo seguro. La ternura pertenece a la misma identidad del ser humano desde el momento de nacer.
Cultura de la ternura vs. anticultura de la violencia
La ternura representa un tema decisivo para la vida de relación y la construcción de la sociedad. “El problema del hombre no es la atrofia sentimental, sino el miedo a dar rienda suelta a todo su potencial afectivo, porque considera que las emociones expresadas le vuelven más vulnerable”, asegura el psicólogo Walter Riso.
“Yo no te di más que unos besos para que vos no le dijeras a tus amigas que yo era un zonzo” dice uno de los personajes de Aguafuertes Porteñas de Roberto Art. Ocultar las emociones, en especial la ternura, ha convertido a varias generaciones de hombres en analfabetos emocionales, al punto de hacerles creer que ellos también expresan sus sentimientos pero solo en arranques de cólera y agresividad. Como dice Sinay, esto no es apertura emocional sino un estallido disfuncional de energías precariamente sofocadas.
Las investigaciones sobre el origen de la ternura coinciden en proponer la hipótesis que en sus orígenes el hombre fue un ser esencialmente tierno. Dicha hipótesis se apoya en una capacidad funcional que únicamente tiene la mano humana: la capacidad cóncava, la capacidad de rodear esferas con la palma, la capacidad de cubrir objetos esféricos con los cinco de de la mano, la capacidad de articular los 27 huesos de la mano para hacer de continente. ¿Cómo adquirió el ser humano esa capacidad? En principio la hipótesis que se plantea es que la mano humana fue adquiriendo dicha capacidad de tanto acariciar a la cría. En sus orígenes el hombre fue un ser tierno, no violento.
¿Qué es la ternura?
Es más fácil vivir la ternura que describirla.
El vocablo ternura, como sustantivo viene del latín teneritia y evoca la idea de algo blando, privado de dureza y rigidez. Y como adjetivo tendere, extenderse hacia, proyectarse. Salir del yo para encontrarse con el otro en una actitud de entrega.
Aunque se trata de un acto que no pueda programarse o calcularse, es un modo de sentir que pertenece a la voluntad y que hay que gestionar. La ternura no se improvisa, no es una experiencia momentánea. Nace del corazón predispuesto y deliberadamente abierto al otro. Es don y es conquista.
Por lo tanto, la ternura (ser delicado, pensar en el otro, decir palabras cargadas de afecto), es la forma en que nosotros podemos sentir, en lo que nos cabe, ese milagro que es la vida, pues nos volcamos hacia el otro (llámese, hijo, esposa, familiar o amigo).
Dice el teólogo Carlo Rochetta “Entre todos los sentimientos que ha desarrollado el hombre durante su historia, no existe ninguno que supere a la ternura como cualidad típicamente humana y humanizadora”.
Tiernos varones bíblicos
José demuestra su carácter varonilmente tierno no solo al preguntar ¿Cómo esta el shalom de mi padre? Sino en los obsequios, en las lágrimas y en los abrazos que le prodiga a su padre en cuanta oportunidad lo tiene al alcance de su mano.
El padre del pródigo expresa su ternura no solo en la inmediata prontitud de aquel abrazo interminable, sino que se también se expresa en aquella alegría tan espontánea y aquella celebración tan generosa que el padre ofrece.
¿Y que decir del duro de Pablo? Quien puede decir a los Tesalonicenses sin que se le cayera ninguno de sus atributos masculinos: “Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con a sus propios hijos. (1 Tesalonicenses 2:7)
A pesar que todos estos hombres estuvieron atravesados por el paradigma patriarcal-machista que imperaba en la cultura de sus días y en muchos pasajes de sus vidas y escritos lo dejaron traslucir, no hay dudas que ellos dejaron aflorar ese yacimiento de ternura que hay en todo hombre, especialmente cuando este es visitado por la gracia de Dios.
¿De donde sacaron estos varones estos vestigios de ternura? De la misma fuente que nutre la ternura femenina: de la imago Dei, de Aquel que es tierno y compasivo; es paciente y todo amor.(Salmo 103.8). Y de Aquel que paso por esta tierra rebosando ternura, especialmente a los que más sufrían. Porque qué otra cosa despierta primero la ternura sino el sufrimiento del otro. Como diría el prominente rabino y teólogo judío Abraham Heschel
“El grado de sensibilidad por el sufrimiento del otro, es el índice del grado de humanidad que se ha alcanzado”
La recuperación de la ternura en el hombre no se logra por medio de su maternización o feminización. Abrir los compartimientos emocionales del hombre es mucho más que abrirse al intercambio de roles. Cambiar pañales no es cambiar de paradigma. Dudemos de esas tendencias para la foto. Es probable que requiera un largo proceso, quizá más de una generación hasta que nuestros hijos hereden un modelo de hombre capaz de expresar ternura.
Jorge Galli
Psicólogo y Pastor
ELOGIO A LA TERNURA MASCULINA
por Jorge Galli, psicólogo, pastor, magister en Ciencias de la Familia.
Siga un consejo, no se enamore
y si una vuelta le toca hocicar,
fuerza, canejo, sufra y no llore
que un hombre macho no debe llorar.
Así cierra la letra del tango Tomo y obligo de Manuel Romero y Carlos Gardel (1931)
¿Por qué los varones son tan remisos a expresar sus sentimientos? ¿Por qué prefieren ofrecer una imagen de dureza y violencia para dar a conocer su identidad? ¿Es esto constitutivo de los hombres, se encuentra en su ADN?
Probablemente haya muchas explicaciones sociológicas, históricas, psicológicas y antropológicas a esta represión que los hombres hacen de sus sentimientos, pero sin duda alguna todos coincidirían en afirmar que la causa principal es una lacra cultural que por siglos ha formateado la vida emocional de los hombres: el machismo. El hombre ha caído en manos de mandatos culturales destructivos que le han enseñado a domesticar sus sentimientos al punto de tener que negar que es un ser tierno, sensible, vulnerable.
De todos los afectos reprimidos, la ternura es uno de que mas le cuesta expresar al hombre. Por el contrario, ser frío, duro, insensible, parecen ser rasgos naturalmente asociados a la virilidad masculina.
Parece normal que una mujer exprese ternura; es más, se espera de ella que lo haga. Pero no es una expectativa que se tenga del varón, y cuando lo hace llama la atención, se lo atribuye como un plus cualitativo de ese hombre.
El peligro es que muchas mujeres como forma de igualar los “derechos del varón”, resignen la ternura, se vuelvan duras y se degraden a la imagen y semejanza de este pobretón emocional.
Probablemente el carácter melancólico que atraviesa a muchos hombres, tenga que ver una cierta nostalgia de la ternura perdida.
Ternura en clave masculina
Se ha instalado la idea que la ternura encierra una connotación solamente femenina o al menos, escasamente viril. La ternura califica a la mujer y descalifica al hombre. La realidad es que la ternura atañe tanto al hombre como la mujer en su calidad de personas. Ambos están llamados a construir una cultura de la ternura. Puede ser que haya una manera específica de expresar este sentimiento. Pero no se puede pensar en una exclusividad del mismo.
En su interesante libro “La Masculinidad Tóxica” Sergio Sinay informa que un reciente estudio efectuado en el hospital de Niños de Boston, Estado Unidos, muestra que durante el primer año de vida los bebés varones son mas expresivos que las nenas y que lloran más que ellas para manifestar hambre, dolor, frío o cualquier otra necesidad. La pregunta obligada que se hace Sinay es ¿Qué ocurre con esos bebés varones tan expresivos emocionalmente en sus primeros meses de vida, a medida que se convierten en hombres? ¿A dónde van a parar la emociones que en el inicio de la vida están a flor de piel?
El abrazo salvador
El abrazo salvador se refiere a la vida de dos mellizos que al nacer estuvieron en incubadoras separadas. Uno de ellos empezó a bajar de peso y a los pocos días no tenía esperanza de vida. La jefa de enfermeras de ese hospital se le ocurrió y luchó contra las reglas de aquel hospital para que los bebés volvieran a estar juntos. Lo mas hermoso fue que al ponerlas en la misma cunita, el bebe que estaba bien puso su brazo sobre su hermanito, regulando con el calor de su cuerpo la temperatura y el pulso, fue así que logró estabilizar el ritmo cardíaco de su hermanito y salvarlo de un marasmo seguro. La ternura pertenece a la misma identidad del ser humano desde el momento de nacer.
Cultura de la ternura vs. anticultura de la violencia
La ternura representa un tema decisivo para la vida de relación y la construcción de la sociedad. “El problema del hombre no es la atrofia sentimental, sino el miedo a dar rienda suelta a todo su potencial afectivo, porque considera que las emociones expresadas le vuelven más vulnerable”, asegura el psicólogo Walter Riso.
“Yo no te di más que unos besos para que vos no le dijeras a tus amigas que yo era un zonzo” dice uno de los personajes de Aguafuertes Porteñas de Roberto Art. Ocultar las emociones, en especial la ternura, ha convertido a varias generaciones de hombres en analfabetos emocionales, al punto de hacerles creer que ellos también expresan sus sentimientos pero solo en arranques de cólera y agresividad. Como dice Sinay, esto no es apertura emocional sino un estallido disfuncional de energías precariamente sofocadas.
Las investigaciones sobre el origen de la ternura coinciden en proponer la hipótesis que en sus orígenes el hombre fue un ser esencialmente tierno. Dicha hipótesis se apoya en una capacidad funcional que únicamente tiene la mano humana: la capacidad cóncava, la capacidad de rodear esferas con la palma, la capacidad de cubrir objetos esféricos con los cinco de de la mano, la capacidad de articular los 27 huesos de la mano para hacer de continente. ¿Cómo adquirió el ser humano esa capacidad? En principio la hipótesis que se plantea es que la mano humana fue adquiriendo dicha capacidad de tanto acariciar a la cría. En sus orígenes el hombre fue un ser tierno, no violento.
¿Qué es la ternura?
Es más fácil vivir la ternura que describirla.
El vocablo ternura, como sustantivo viene del latín teneritia y evoca la idea de algo blando, privado de dureza y rigidez. Y como adjetivo tendere, extenderse hacia, proyectarse. Salir del yo para encontrarse con el otro en una actitud de entrega.
Aunque se trata de un acto que no pueda programarse o calcularse, es un modo de sentir que pertenece a la voluntad y que hay que gestionar. La ternura no se improvisa, no es una experiencia momentánea. Nace del corazón predispuesto y deliberadamente abierto al otro. Es don y es conquista.
Por lo tanto, la ternura (ser delicado, pensar en el otro, decir palabras cargadas de afecto), es la forma en que nosotros podemos sentir, en lo que nos cabe, ese milagro que es la vida, pues nos volcamos hacia el otro (llámese, hijo, esposa, familiar o amigo).
Dice el teólogo Carlo Rochetta “Entre todos los sentimientos que ha desarrollado el hombre durante su historia, no existe ninguno que supere a la ternura como cualidad típicamente humana y humanizadora”.
Tiernos varones bíblicos
José demuestra su carácter varonilmente tierno no solo al preguntar ¿Cómo esta el shalom de mi padre? Sino en los obsequios, en las lágrimas y en los abrazos que le prodiga a su padre en cuanta oportunidad lo tiene al alcance de su mano.
El padre del pródigo expresa su ternura no solo en la inmediata prontitud de aquel abrazo interminable, sino que se también se expresa en aquella alegría tan espontánea y aquella celebración tan generosa que el padre ofrece.
¿Y que decir del duro de Pablo? Quien puede decir a los Tesalonicenses sin que se le cayera ninguno de sus atributos masculinos: “Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con a sus propios hijos. (1 Tesalonicenses 2:7)
A pesar que todos estos hombres estuvieron atravesados por el paradigma patriarcal-machista que imperaba en la cultura de sus días y en muchos pasajes de sus vidas y escritos lo dejaron traslucir, no hay dudas que ellos dejaron aflorar ese yacimiento de ternura que hay en todo hombre, especialmente cuando este es visitado por la gracia de Dios.
¿De donde sacaron estos varones estos vestigios de ternura? De la misma fuente que nutre la ternura femenina: de la imago Dei, de Aquel que es tierno y compasivo; es paciente y todo amor.(Salmo 103.8). Y de Aquel que paso por esta tierra rebosando ternura, especialmente a los que más sufrían. Porque qué otra cosa despierta primero la ternura sino el sufrimiento del otro. Como diría el prominente rabino y teólogo judío Abraham Heschel
“El grado de sensibilidad por el sufrimiento del otro, es el índice del grado de humanidad que se ha alcanzado”
La recuperación de la ternura en el hombre no se logra por medio de su maternización o feminización. Abrir los compartimientos emocionales del hombre es mucho más que abrirse al intercambio de roles. Cambiar pañales no es cambiar de paradigma. Dudemos de esas tendencias para la foto. Es probable que requiera un largo proceso, quizá más de una generación hasta que nuestros hijos hereden un modelo de hombre capaz de expresar ternura.
Jorge Galli
Psicólogo y Pastor